SOCIEDAD / VALENCIA
Ayer, el articulista de
La Vanguardia Enric Juliana, fino analista político donde los haya, clavó la
flecha en el centro de la diana: “Al gobierno de Pedro Sánchez le faltan tres Óscar
Puentes y al gobierno de la Generalitat valenciana la dimisión de Mazón”. Y eso
en el día en que un grupo de energúmenos perfectamente organizados y
disfrazados de voluntarios y vinculados con diversos grupos de ultraderecha fueran
a reventar la visita, inoportuna donde las haya, que la Zarzuela se empeñó en
hacer al epicentro de la DANA, acompañados sus majestades por Mazón y Pedro
Sánchez, de la que salieron embarrados.
Que el presidente
legítimo de la nación, a quién diariamente se le insulta en medios de
comunicación afines a la extrema derecha, haya sufrido una agresión (no se sabe
si el palo lanzado le alcanzó), su coche vandalizado por energúmenos
enfurecidos que si pudieran lo sacaban de él y lo linchaban, los reyes acabaran
embarrados y el presidente valenciano con alguna pedrada que dio en el blanco,
es un hecho muy grave, desde luego, que deberá ser castigado debidamente por la
justicia. Feijóo, el jefe de la oposición, no se ha dignado condenar la
agresión física, aunque haya sido sin consecuencias, lo que debería hacer por
pura cortesía política, y el líder del partido instigador del alboroto,
Santiago Abascal, ha animado a los agresores, alienta su violencia, y se ha
ofrecido a defenderlos gratuitamente si son llevados ante la justicia. Pero ¿en
qué país estamos?
Menudencias del corral
político al lado de esa catástrofe pavorosa en la que debemos centrarnos y que
no ha terminado porque ahora falta encontrar a los muertos, muchos más que los
contabilizados, y desesperarse por los desaparecidos, muchos de los cuales no
aparecerán nunca, y reconstruir parte de una comunidad autónoma completamente
arrasada. Pero vayamos por partes, porque hay quien no se entera o no quiere
enterarse de lo que ha sucedido, hay quien da pábulo a los bulos alucinantes
(Pedro Sánchez ha derruido los pantanos de Valencia, el más absurdo que he oído
nunca, y de ahí viene esa pavorosa inundación) y hay sencillamente quien tiene
mala fe, y esa especie abunda mucho entre nuestra clase política y se contagia
a cierta ciudadanía ignorante e irracional que solo oye lo que le dicta sus
intestinos.
La AEMET, un organismo
estatal para los que despotrican de lo público y se rinden ante la generosidad
de Amancio Ortega (que elude pagar impuestos con su ingeniería financiera),,
dio un aviso de alerta roja, es decir de peligro extremo, para la planicie
valenciana susceptible de inundaciones (en donde se han edificado poblaciones
con el beneplácito del PP que autoriza ahora hoteles a 200 metros del mar,
porque el negacionismo climático de VOX se contagia gobernando con ellos) a las 07:31 de la mañana del día de autos para
toda la provincia de Valencia. ¿Lo oyen bien? A las 07:42 el organismo clave en
las predicciones meteorológicas, centra la alarma en el sur de la provincia. A
las 09:48 extiende la alarma al norte por riesgo extremo que aconseja no coger
el coche. A las 11:55 la Confederación Hidrológica del Júcar avisa de que se
están desbordando los barrancos en el sur de Valencia. A las 13:00 Carlos Mazón
minimiza esas previsiones y afirma que la DANA se desplaza hacia Cuenca y que a
las 18:00 habrá disminuido su intensidad. A las 14:00 el Centro de Coordinación
de Emergencias de la Comunidad Valenciana recomienda abandonar las viviendas de
las zonas afectadas y no usar los vehículos. A las 15:00 horas la Generalitat
Valenciana sube la alerta a dos en Ribera Alta, la Plana y Utiel-Requena cuando
el agua ya anega las plantas bajas. A las 17:00 se pone en marcha el Centro de
Coordinación Operativa Integral. A las 19:00 la situación en las poblaciones
aledañas a la rambla del Poyo es crítica. No fue hasta las 20:00 que se
emitieron los mensajes de alerta. El gobierno de la Generalitat, por boca de su
presidente Mazón que lo primero que hizo al llegar al poder fue desmantelar el
Servicio de Emergencias (las emergencias sirven para eso, para ayudar en casos
de extrema gravedad o catástrofes) que puso en pie su predecesor, el socialista
Ximo Puig, dijo a las 18 horas que la DANA se alejaba hacia Cuenca cuando había
testimonios de gente que ya se estaba ahogando en las carreteras. ¿Por qué
actuó con esa irresponsabilidad el presidente de la Generalitat Valenciana y no
dio la alarma a primera hora de la mañana para que los valencianos se quedaran
en sus casas, subieran a plantas elevadas los que vivían en bajos y no cogieran
sus coches? Sencillamente porque no quería perjudicar a los empresarios que
verían reducida su producción si declaraba la alarma por la mañana, a los
hoteleros, que veían tirado por la borda un largo fin de semana muy apetecible,
a los supermercados que verían reducidas sus ventas. No pensó en la ciudadanía,
ni se le pasó por la cabeza. Una verdad incuestionable que muchos, en este país,
ignoran y ponen en tela de juicio diciendo que el culpable de la DANA es el
odiado Pedro Sánchez, el terminator de los pantanos franquistas, el dictador
bolivariano que permite que una presidente le llame “hijo de puta” y venda su
gracia en camisetas.
Ni la AEMET ni Mazón
podían prever semejante catástrofe, desde luego, pese a que estudios
científicos la daban por segura, un día u otro, con el calentamiento del
Mediterráneo y la especial orografía del terreno (una autopista de asfalto las
poblaciones y el nudo de carreteras que no absorbería esos 500 litros por metro
cuadrado del diluvio), pero si la alarma el gobierno valenciano la hubiera
decretado cuando la AEMET comunicó sus predicciones, por la mañana, centenares
de vidas humanas se hubieran salvado de este desastre espantoso, y eso es
incuestionable. Pero se cuestiona.
La afirmación de que el
gobierno central (ilegítimo, traidor, criminal) se desentiende de la suerte de
los valencianos es meridianamente falsa. Seguimos con los bulos de la extrema
derecha para socavar con sus mentiras la democracia. Mazón no se comunica con Moncloa
hasta el día siguiente, cuando la magnitud de la tragedia es espantosa y hay
miles de testimonios de que puede haber centenares de muertos. Hay que tener en
cuenta que Mazón, como presidente de una comunidad autónoma, es el máximo representante
del estado en ese territorio y que es él el que debe informar al gobierno
central de la situación catastrófica que se está viviendo pues está sobre el
terreno y debe de tener toda la información precisa de lo que está sucediendo. Engaña
al gobierno central o no se entera de lo que ha pasado cuando le pide solo 500
efectivos de la UME, a regañadientes, y Pedro Sánchez le ofrece 5000. Y lo que
haga falta, le dice, porque es Mazón, que está in situ, quien debería conocer
mejor la situación de su comunidad. El gobierno central, lo público, no va a
escatimar ni recursos ni esfuerzos para recuperar ese territorio devastado, en buena
parte, por la incompetencia de sus gobernantes que actuaron con negligencia
criminal. En este momento hay división de opiniones. ¿Debió el gobierno central
aplicar el 155 al gobierno valenciano vista su absoluta incompetencia? Muchos
creemos que sí, aunque lo hubieran tildado de dictador bolivariano y PP y VOX
habrían llevado la medida al Tribunal Constitucional como ya se hizo con el
estado de alarma que Sánchez decretó durante la pandemia. Pero, en teoría, el
gobierno valenciano conoce más el terreno y a su gente, por proximidad, que el
gobierno central que ofrece todos sus esfuerzos y recursos para ayudar, y se
considera más efectivo que el impresentable presidente valenciano siga
gestionando la catástrofe, cosa que muchos nos cuestionamos y creemos que es un
error garrafal. Mazón, en un alarde de chulería, rechaza el envío de bomberos
de la Generalitat catalana que le ofrece Salvador Illa desde el minuto uno (el contingente
de ayuda especializada que ya iba para Valencia hubo de dar marcha atrás y
volver) y que finalmente acepta 24 horas después. El presidente valenciano
cambia de estrategia luego y agradece, en una comparecencia con Pedro Sánchez,
al presidente de la nación todos sus esfuerzos apartándose del guion agresivo
de Feijóo que quiere cambiar el relato de lo que está pasando porque las cosas
le van a ir muy mal cuando se sepa toda la verdad de lo que ha pasado, que ya
se sabe, y de la que se ha hecho eco toda la prensa internacional.
Los servidores públicos,
los bomberos, policías, guardias civiles, militares, sanitarios, la UME (la unidad de emergencias creada por
José Luis Rodríguez Zapatero, sí, el que firmó el acta de defunción de ETA),
funcionarios de ese estado que los ultraderechistas ponen en cuestión
constantemente, funcionan, están sobre el terreno, intentan con todos sus
medios devolver la normalidad a los valencianos (la devastación es tan inmensa
que seguramente tardaremos meses en verla) y en rescatar los cientos de
cadáveres que van a engrosar esa insoportable lista del dolor, la parte
irreparable de esta tragedia dantesca. A esta ayuda cualificada (fallecieron
bomberos y policías en heroicas labores de rescate) se une esa marea humana de
voluntarios civiles de toda España armados con palas y cepillos para limpiar
las casas y dar alimentos a los que lo necesiten, la cara amable de esta
tragedia de proporciones bíblicas, la que nos hace confiar en la bondad del ser
humano y habla de la solidaridad del pueblo ante las desgracias, la misma que vimos
en el 11M. Las tareas que hay por delante son ingentes (retirar toda esa
chatarra de coches apiñados que bloquean las calles que parecen sacados de una
película de catástrofes americana), vaciar de agua los subterráneos,
identificar a los muertos, reconstruir casas y negocios que, si no se toman
medidas urgentes de prevención, volverán a inundarse en la próxima DANA,
replantearse los protocolos entre el estado central y las autonomías y qué
hacer cuando estas demuestran una incompetencia total en la gestión de una
crisis.
No es tiempo de dirimir
responsabilidades sino de arrimar el hombro, olvidarnos de banderías y ayudar
todos a una a Valencia. Ese tiempo ya llegará y pondrá las cosas en su sitio y
a los mentirosos ante su propio espejo, pero debemos combatir, por limpieza
democrática y ética, a esos buitres desalmados, como los que realizan pillajes
en las tiendas, que pretenden pescar en río revuelto, se aprovechan del dolor y
la ira de los afectados que se han quedado sin nada y han perdido a sus
familiares para socavar las instituciones y exigir que sobre ellos caiga todo
el peso de la ley. Juliana tiene más razón que un santo. Al gobierno de Pedro
Sánchez le faltan tres Óscar Puentes para pasar a la ofensiva contra esas
máquinas de fabricar mentiras. Un partido
político tiene clavada en el corazón la gestión del 11M y está montando otro relato
alternativo a costa de los muertos de Valencia.
Hay carroñeros sin
sentido de estado ni ética política, sencillamente desalmados, digamos las
cosas por su nombre, porque estamos hablando de mala gente que no soporta estar
alejada del poder y sigue ese lema de “quien pueda, que haga” del líder en la
sombra, su Darth Vader que tan bien se mueve en la oscuridad. Luz y taquígrafos
en esta tragedia, arrimar el hombro sin partidismos que el tiempo de exigir
responsabilidades ya llegará y tomemos nota de los múltiples fallos en esta
gestión para que no se produzcan en un futuro.
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