SOCIEDAD / NADA QUE CELEBRAR

 


No soy muy partidario de celebraciones, la verdad sea dicha, y menos que esas celebraciones sean por la muerte de alguien, por muy odioso, liberticida y genocida que haya sido ese alguien. No descorché ninguna botella de cava ese día de hace cincuenta años. Estoy hablando, por supuesto, del 20N y de la voluntad, ingenua, del gobierno por conmemorar la muerte del dictador Francisco Franco, entre otras cosas porque Franco no ha muerto, contradiciendo la voz compungida de Arias Navarro, sino que cada vez está más vivo y tiene más adeptos entre esos cachorros del fascismo que no saben lo que fue una dictadura y abundan cada vez más entre las jóvenes generaciones de este país: ignorancia y maldad.


No hay nada que celebrar por un dictador que murió en la cama tras una larguísima y cruel agonía que le regaló su propia familia. Nada por esa razón fundamental de que murió en la cama, de que los progresistas y demócratas de este país fracasamos de forma estrepitosa en nuestro intento de acabar con un régimen liberticida que estuvo encarcelando y asesinando hasta los últimos estertores de su caudillo. Nada que celebrar cuando no fuimos capaces de acabar con la última dictadura fascista europea y nos dejamos la piel en ello, y muchos la vida. Los militantes antifranquistas, entre los que me incluyo, hicimos cosquillas a un régimen pétreo que contaba con millones de ciudadanos que lo apoyaban sin fisuras: las dos Españas, y una de ellas te ha de helar el corazón. Las dos Españas que siguen estando muy presentes, enconadas, y una de ellas liberticida, deseando arañar el poder absoluto, que ya casi tiene en sus manos, para cercenar buena parte de las libertades que ahora tenemos.


No soy tampoco, desde mi postura de actual escepticismo que me sobreviene en mi última etapa de la vida, defensor de la llamada modélica transición, sino que pienso que esta fue la sangrienta transición, como muy bien dijo en uno de sus libros mi buen amigo Mariano Sánchez Soler, periodista de la vieja escuela, porque fui testigo de los sobresaltos y del reguero de sangre que se produjo. La transición fue un modelo de posibilismo, lo que se pudo hacer, renunciando la izquierda al rendimiento de cuentas de los colaboradores de la dictadura y la represión. La izquierda de este país ni entonces, ni ahora, tenía la suficiente fuerza como para imponer una ruptura democrática y las consecuencias las estamos pagando en el presente.


No hay nada que celebrar cuando precisamente este 20 N, para demostrarnos que todo está atado y bien atado, que la democracia que tenemos es sencillamente una pamema, el Fiscal General del Estado ha sido condenado por la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la controlada por la ultraderecha, porque el PP ya no es la derecha más o menos civilizada, dialogante y educada de la Alianza Popular de Fraga Iribarne sino un partido que coquetea con el fascismo de VOX con un dirigente fantoche que es Núñez Feijóo y una dirigente de facto que es Isabel Díaz Ayuso.


Con la sentencia condenatoria del Fiscal General del Estado, con absolutamente ni una sola prueba en firme de su culpabilidad, la extrema derecha española, que siempre ha sido cainita y jamás ha podido homologarse a las derechas europeas (la alemana y la francesa, por ejemplo), ha dado un golpe de estado judicial. Ya no hacen falta que los ruidosos tanques rompan el asfalto de las calles para alterar el orden constitucional, solo son necesarios jueces afines (como los que encarcelaron en el pasado a Lula de Silva en Brasil), medios de comunicación engrasados con dinero público de las comunidades autónomas controladas por el PPVOX, redes sociales divulgadoras de noticias falsas y partidos sin escrúpulos para derribar a un gobierno legítimo. La sentencia condenatoria al Fiscal General del Estado, de la que todavía no se conocen sus términos, pero sí su fallo, y curiosamente el 20N, hace saltar por los aires el estado de derecho, sitúa al ciudadano ante una completa indefensión ante la justicia y crea un gravísimo precedente: un delincuente confeso, relacionado con la máxima autoridad autonómica de la comunidad de Madrid, le dobla el pulso a quien persigue el delito. El mundo al revés.


Prestigiosos juristas, además del gobierno y representantes de partidos políticos del arco parlamentario, dicen sentirse perplejos ante esta sentencia condenatoria que no ha tenido en cuenta, como no la tuvo en la fase de instrucción del proceso, el testimonio de seis periodistas que negaron la mayor, que el Fiscal General del Estado filtrara la noticia que atañe a ese ciudadano particular que se ha querellado contra una de las máximas autoridades del estado y lo ha vencido.

No soy jurista y en mi ignorancia no sé si tendrá algo que decir el Tribunal Constitucional sobre los derechos vulnerados del Fiscal General del Estado condenado, subrayo, sin una sola prueba como se ha visto en el juicio, y sobre el registro que la UCO practicó en su despacho oficial. Se lo condena por indicios y no por pruebas, por suposiciones, lo que contradice uno de los preceptos de la justicia española: el acusado no tiene que demostrar su inocencia, es el tribunal quien tiene que demostrar su culpabilidad. Y no lo ha hecho.


No sé si estamos ante un clarísimo caso de prevaricación (dictar una sentencia injusta a sabiendas) por parte del Tribunal Supremo y qué consecuencias puede tener este caso si llega a Estrasburgo que puede declarar la nulidad del procesamiento y un varapalo, uno más, que recibe esta alta institución del poder judicial. Lo que sí es evidente es que, en el día de ayer, ese 20 N del 2025 en el que no hay nada que celebrar, el estado de derecho de España saltó por los aires por una justicia contaminada por una clase política cuya única obsesión es derribar como sea al gobierno más social de la democracia española, precisamente por eso.

Ya no me preocupa el ruido de sables, que hace años se apagó, sino el fru fru las togas con puñetas que siguen sin hacer la transición a la democracia.  


LS HISTORIA ÉPICA DE LOS 39 MARINEROS QUE HUBO DE DEJAR CRISTÓBAL COLÓN EN LA ISLA DE LA HISPANIOLA . LA TRILOGÍA LA PÉRIDA DEL PARAÍSO EN LA QUE SE HA BASADO LA SERIE DE RTVE LOS 39 QUE EN ENERO SE VERÁ EN SEIS EPISODIOS DE 50 MINUTOS. AMBICIONES, VENGANZAS, CRÍMENES, TERROR, AMOR, HISTORIA Y AVENTURA RECORREN LOS TRES VOLÚMENES DE ESTA TRILOGÍA.



 

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