CINE / EL MAESTRO DEL AGUA, DE RUSSELL CROWE
EL MAESTRO DEL AGUA
Russell Crowe
Publicado en la Revista Tarántula, en El Cotidiano y El Destilador Cultural
No
es la primera película que realiza el australiano Russell Crowe, y eso se nota por el dominio impecable de la imagen
de El maestro del agua, deslumbrante
de principio a fin, sobre todo al principio; sí es la primera película de
ficción en la que se pone delante y detrás de la cámara el proteico intérprete
de Gladiator, un actor de físico
potente, en la que ahonda en un desastre bélico, la batalla de Gallipoli—ya narrado de forma muy brillante por su compatriota Peter Weir en una de las primeras
películas que protagonizara un casi desconocido Mel Gibson—, para pergeñar un drama familiar intimista y sentimental sobre ese
desastre de la Primera Guerra Mundial que enfrentó australianos y turcos en un
conflicto, como casi todos, absurdo.
Resuelve
con flash backs acertados Russell Crowe
el enfrentamiento bélico entre australianos y turcos en esas devastadas tierras
costeras; acierta en alguna secuencia terrible de esa lucha de trincheras que
convierte a los hombres en bestias humanas que se sirven hasta de los dientes
para matar al adversario, pero falla en lo principal, en reflejar la angustia
de ese padre que busca a sus hijos, seguramente muertos, y luego hay una
historia de amor, que no viene a cuento, entre el protagonista y una bellísima viuda,
la hotelera turca Ayshe (Olga Kurylenko)
que lo aloja en su establecimiento de Estambul. El tono de la película, en ese
tramo largo y con pocos alicientes argumentales—los
turcos son muy buenos; los griegos que atacan Turquía son malísimos, sucios, y tienen
aspecto de bandoleros—el protagonista de Master and
commander, precisamente de Peter
Weir, se nos torna blandengue, apela
al sentimentalismo fácil y previsible, mete también, a contrapelo, la historia
de un niño turco, el hijo de la hotelera, cuyo padre desapareció en la misma
batalla de Gallipolli y que establece con el australiano una relación
hijo-padre, y con todo ello el resultado de la película, una vez el espectador
ha disfrutado de su fotografía que se mantiene espléndida, baja muchísimos
enteros y la melaza y la lluvia de topicazos hace estragos en el producto final.
Como
espectador curioso me llama la atención lo bien que deja el director
australiano a los turcos en su película, pese a que son los que, en primera
instancia, han provocado la desaparición de los hijos del protagonista. Puede
que todo se deba a que Turquía participa en la producción y ha cedido los
escenarios naturales a Russell Crowe.
Quizá hayan sido ellos los que le hayan impuesto al director esa frase que
destila uno de los oficiales turcos, el comandante Hassan, con los que congenia
el padre coraje australiano: Ustedes
vinieron a invadirnos. Nosotros no hicimos otra cosa que defender nuestra
tierra.
Pienso
lo bien que hubiera ido a la historia si Peter
Weir se hubiera puesto al otro lado de la cámara controlando los excesos
interpretativos de Russell Crowe y
endureciendo su expresión bonachona de perro pachón. Sería otra película y seguramente mucho mejor.
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"Tuvo un sueño que le sumió en una cierta inquietud.
Estaba en Patpong Road, en Bangkok, pero las chicas no eran tailandesas sino
negras. Una docena de muchachas africanas desnudas deslizándose a lo largo de
las barras de acero con las que simulaban estar haciendo el amor mientras
sonaba la estridente música disco. Y él
allí, sentado a una mesa, mirándolas embobado mientras bebía cerveza.
Luego estaba en una habitación de un hotelucho, tendido en una cama, sin más
ropa que unos calcetines, bajo las enormes aspas de un ventilador que removían
el espeso y sofocante aire. Una muchacha negra, hermosa, cerraba un sujetador
blanco sobre su pecho mientras él permanecía, sin mover un solo músculo, sobre
sábanas arrugadas y húmedas que se adherían a su espalda. La siguiente imagen
era cenital: su cuerpo desnudo, hundido en la cama, bajo las aspas del
ventilador que giraban, y un enorme tajo en su garganta del que manaba sangre
en abundancia. Se despertó de golpe, con dolor de cuello".
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