CINE / HIPÓCRATES, DE THOMAS LILTI
HIPÓCRATES
Thomas Lilti
Publicado en El Cotidiano y Tarántula
Cine
de denuncia francés, bien facturado aunque algo convencional. Mejores
intenciones que resultados últimamente en una cinematografía vecina que se
destaca por su actividad frenética y su temática social. Hipócrates va de médicos y hospitales, como su nombre indica,
aunque nada tenga que ver con Hospital
Central, Urgencias o House, la serie de televisión que ven y
critican precisamente los médicos residentes de un más que mejorable hospital
parisino en el que los recortes, por culpa de la rentabilidad, han hecho
estragos. ¿Suena la música?
Benjamin
(Vicent Lacoste), el hijo del
director, el doctor Barois (Jacques
Gamblin), entra como médico novato en ese centro hospitalario y pronto
comprueba en carne propia las deficiencias del sistema sanitario en el que
médicos y enfermeras son verdaderos héroes que viven bajo una terrible presión
para no cagarla, pues cagarla equivale a enviar a un paciente al depósito. La
inexperiencia de Benjamin se contrapone a la experiencia de Abdel (Reda Kateb, al que hemos visto en La noche más oscura, Un profeta o Lejos de los hombres, y recibió el César al mejor actor secundario
por esta interpretación), un médico residente argelino para el que sólo prima
el bienestar del paciente y su sanación cuando ésta es posible. Sobre esos dos
personajes, primero enfrentados por los celos profesionales, pero que luego
hacen piña, construye Thomas Lilti (1976)—médico de profesión que utiliza el escenario del
hospital Raymond Poincaré en donde ejerció como plató cinematográfico—su segundo largometraje que es un canto a esa
profesión/vocación de la que tanto dependen nuestras vidas, y como telón de
fondo el centro sanitario cutre con enfermos dolientes y un equipo abnegado de
enfermeras y médicos que no puede más y eleva su voz de protesta contra esos
recortes que en tiempos de crisis están laminando a la población, matándola
directamente.
Hipócrates
es una película oportuna donde las haya, con buenas interpretaciones y una
visión crítica del mundo hospitalario servida a través de una tragicomedia
iniciática que funciona sin desmayos a pesar de algún que otro exceso como la
borrachera de Benjamín que precipita el desenlace algo panfletario del film,
con mitin incluido. Thomas Lilti, su
director, que sigue ejerciendo como médico generalista, confiesa que el joven
protagonista de su película era como él cuando empezó con su profesión, y, como
conocedor de su mundo, mete al espectador en el gueto cerrado y opresivo de un
hospital en el que trabajadores sanitarios y médicos conviven el 90% de su
tiempo y de dónde no sale ni un instante la película.
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La
vida de Arturo O`Keefe, un prestigioso publicista español de padre
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esclavas le proporciona un retorcido placer al mismo tiempo que lo aleja de su
familia y su trabajo. De forma imparable, y sin que pueda evitarlo, esas
relaciones con mujeres venales, que son cada vez más violentas, le crean una
adicción y harán que salga lo peor de él, una tara genética que ya tuvo su
padre y él ha heredado intentado, en vano, ocultarla.
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