CINE / AL OTRO LADO DEL MURO

AL OTRO LADO DEL MURO
Christian Schwochow

Estamos acostumbrados, a través del cine, al maniqueísmo simplista de que la Alemania del Este era un sitio infecto del que los ciudadanos ansiosos de libertad huían, y la del Oeste los recibía con los brazos abiertos. El realizador alemán Christian Schwochow (Berge auf Rügen, 1978) se aleja de ese estereotipo, hijo de la guerra fría y las películas de espías, y construye un film atípico sobre el tema, centrado en su personaje femenino, Nelly Senff (Jördis Triebel) y su hijo Alexei (Tristan Globel), y su peripecia, no por huir de la Alemania Oriental (en los años setenta, aunque con dificultades, podía hacerse a través de la frontera) sino por integrarse en la democrática Alemania de la RFA.

Westen, título más seco y contundente que Al otro lado del muro, data de 2013 y llega con dos años de retraso. No es una película amable, ni que tenga un ritmo que atrape al espectador, pero cuenta una historia humana de adaptación, la de la protagonista femenina, a una nueva situación, y las muchas trabas que deberá salvar (por sistema, los alemanes del Oeste desconfían de los del Este) para integrarse en ese sueño de una Alemania más prospera y libre que, le cierra puertas con un sinfín de cortapisas burocráticas.  Nelly Senff, que huye de un régimen político y social que le asfixia, se encuentra con otro que la mira por encima del hombro y trata de averiguar, a través de exhaustivos interrogatorios, en los que interviene el agente de la CIA John Burd (el actor francés Jacky Ido), a qué se dedicaba en la Alemania del Este, qué la ha impulsado a pasar de un país a otro y la relación que tenía con el padre de su hijo, un soviético relevante que murió en un accidente automovilístico pero del que nunca vio el cadáver.


Aunque se desinfla en su parte final, y las historias sentimentales se hayan metido con calzador—con el agente de la CIA John Burd, puro desahogo físico; con Hans Pischke, (Alexander Scheer), el refugiado al que su compañeros tienen por soplón y que el pequeño Alexei adopta como padre, agradecimiento y piedad—la película de Christian Schwochow mantiene aceptablemente la atención del espectador a través de un buen dibujo de los personajes y situaciones lejos de toda épica y, sobre todo, al magnetismo físico y actoral de su protagonista Jördis Triebel: sobre su cara, y su cuerpo, se sustenta en buena parte el film.  

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