CINE / 54 FESTIVAL DE CINE DE GIJON. CUARTA JORNADA
54 Festival de cine de Gijón.
Cuarta jornada
Rozando la
perfección en este pequeño gran Festival
de Gijón en la mañana de su cuarta jornada con la fascinante película de Andrei Konchalovsky Paradise. Siempre me pregunté qué habría
sido del director de Siberiada de
haber seguido en Estados Unidos, a qué grado de embrutecimiento habría llegado
ese gran maestro del cine ruso de haber seguido haciendo cosas como Tango y cash con Sylvester Stallone. El director de la magistral El tren del infierno regresó, por suerte
para todos los amantes del cine, a su Rusia natal y allí seguirá, lo deseo
fervientemente, haciendo sus películas.
Si el cine
es un arte, Arte con mayúsculas, lo debemos a películas como Paradise, la última creación de Andrei Konchalovsky. A través de tres personajes, y a sus entrevistas post
mortem (con Dios o con el director del film, que vienen a ser lo mismo) un
policía colaboracionista del régimen de Vichy, Zhyul (Philippe Duquesne); una aristocrática y sofisticada condesa rusa
que intenta salvar a dos niños judíos del Holocausto, Olga (Julia Visotskaya); y un joven oficial
de las SS encargado de desbrozar la corrupción en los campos de exterminio por
orden directa de Himmler, Helmut (Christian
Crauss), Andrei Konchalovsky, en un diáfano y sobrio
blanco y negro y tres idiomas (francés, ruso y alemán), nos habla de la
historia reciente de Europa, de ese horror llamado nazismo que convirtió el
Viejo Continente en el Infierno de Dante.
Eficaz en
sus detalles atroces (una interna agoniza y sus compañeras se abalanzan sobre
ella, no para auxiliarla, sino para robarle las botas; el eficaz jefe del campo
de exterminio adiestra a una kapo cómo se debe patear a una persona); inspirada
y genial (los flash backs en la villa italiana, luminosos en la oscuridad del
campo de exterminio; la conversación entre el jefe del campo de exterminio y el
oficial de las SS en la que el primero le dice que para construir el paraíso
alemán él ha creado el infierno), la película de Andrei Konchalovsky
traspasa el alma de esos tres personajes cuyas breves vidas se entrelazan en la
vorágine de la locura humana. El inspector de policía francés se lamenta de no
haberle dado tiempo de acostarse con la condesa rusa a la que ha detenido y se ofrece
a él para esquivar el dolor insoportable de la tortura; el oficial de las SS
reconoce en la nuca de la condesa rusa, una de las prisioneras del matadero que
fiscaliza, a una fugaz amante en una villa italiana durante una jornada de
estío cercano que no respondió luego a sus cartas, y se humaniza, en un
instante, en su afán por salvarla de la carnicería de la solución final; la condesa
rusa se convierte, a su pesar, en heroína con su sacrificio que escapa a su
propia razón. Obra maestra absoluta, en fondo y forma, esta película que ya obtuvo
el León de Plata en el último festival de Venecia y que debería llevarse, salvo
sorpresas, el premio del Festival sin discusiones, pero soy igual de gafe
prediciendo palmarés cinematográficos como devenires políticos, así es que me
callo. Discurso poliédrico el Andrei
Konchalovsky sobre la ética y las
raíces del mal, con esos oficiales nazis cultos y aristócratas que hablan de
Antón Chejov y se conmueven de que su amante haya sido gaseada en ese campo mientras
el ruido de fondo es el de esos trenes que llegan sin pausa con su carga humana
a procesar. ¡Bendito cine ruso!
¿Y el cine
mexicano? Almacenados de Jack Zagha, que va a la Sección Oficial,
sorprende por su osadía. Lo que, con dificultad, apenas llenaría un corto de
cinco minutos se estira hasta los 90 minutos sin que este espectador se irrite
y abandone la sala. Un almacén vacío, en donde en 39 años no se ha almacenado
nada; un encargado de almacén riguroso, que en 39 años no ha hecho nada; y un
aprendiz que acaba de entrar en la empresa, para sustituirle porque se jubila,
en un trabajo que no existe más allá de una mesa, una silla, un teléfono que no
suena, tres libros contables inmaculados y una hoja de pedidos por estrenar.
Teatro del absurdo convertido en una película que aguantan los dos únicos actores
de la función, el señor Lino (Juan
Carlos Ruiz) y el joven aprendiz Nin (Hoce
Meléndez) mediante unos diálogos ocurrentes transitados por el humor. Una
película valiente que es un desafío para su director. Un ejercicio de estilo,
el de Jack Zagha (Adiós mundo cruel, El último trago, Yo
también te quiero), que es capaz de montar este artefacto cinematográfico
en honor al absurdo mundo laboral y a Kafka.
Cine español
en una retrospectiva dedicada al joven realizador Pablo Hernando con la proyección de la película Cabás. Rodada con bastante amateurismo,
sobre todo en lo tocante al sonido, financiada por familiares y amigos, según confesión
del director que fue ayudante de Carlos
Vermut en su primer largo Diamond
Flash, la película narra el descenso y caída de un joven al que su novia
abandona y el proceso de descomposición a medida que las cajas con las
pertenencias de ella van saliendo de la vivienda que compartieron. Caótica y
desestructurada (hay escenas oníricas de eficacia discutible; secuencias western
que chirrían; apuntes de género fantástico en ese bote de cristal que evoluciona
en la nevera; y hasta cine de animación rudimentario) Cabás es un film desajustado que adolece, además, de interpretaciones
por debajo de la media exigible. La
tarde está siendo desoladora.
Seguimos con
el cine hablado en castellano en la sección Rellumes
para completar una tarde de cinematografía hablada en esta lengua. El tercer
largometraje, La luz incidente, es
argentino y gira en torno al proceso de duelo de una joven madre de dos niñas
de meses que sufre la pérdida de su marido en accidente de coche. Es una
película intimista y con una historia mínima que, según su director Ariel Rotter (Buenos Aires, 1971), en
una prolija entrevista grabada que se proyecta antes del film, está basada en dolorosos
hechos familiares. Luisa (Erica Rivas)
intenta rehacer la vida y superar el dolor de la pérdida del marido en brazos
de Ernesto (Marcelo Subiotto), un
galán seductor, invasivo y encantador, hasta en exceso, que quiere casarse
pronto con ella, y de poco le servirán sus reservas ante ese personaje
inquietante que quiere sustituir a su marido fallecido cuanto antes.
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