CINE / THE NEON DEMON, DE NICOLAS WINDING REFN
THE NEON DEMON
Nicolas Winding Refn
Si en literatura, como en cine, es un plus no dejar
al lector, o al espectador, indiferente, el último delirio visual perpetrado
por el director danés Nicolas Winding
Refn, la antítesis, o quizás no tanto, de su compatriota Lars Von Trier, otro provocador, logra con creces su objetivo, y también
el vapuleo casi unánime de la crítica.
Vayamos por partes. Nicolas Winding Refn (Copenhague, 1970) adquirió un prestigio
desmesurado con la hiperviolenta Drive
con su sofisticada puesta en escena y sus fotogramas pasados de colorido
metálico. La película, ejemplo del neo-noir
(Matrix), rindió a sus pies al
jurado del festival de Cannes que lo premió como mejor director. El personaje
inmutable de Ryan Gosling bien podría
haberlo interpretado Alain Delon en
sus buenos tiempos. ¿Hablamos de Jean
Pierre Melville? El danés prefiera hablar de Alejandro Jorodowsky. El director de Drive no es nuevo en la dirección; en Dinamarca ya había rodado una
serie de películas, algunas para televisión, y Bronson, la anterior a Drive,
con Tom Hardy de protagonista ya era
con elenco internacional. Repite con Ryan
Gosling en su siguiente película, Solo
Dios perdona, en Tailandia, con una irreconocible Kristin Scott Thomas y recreación estética en la violencia y la
sangre. Y llegamos a su último alarido cinematográfico.
Jesse (Elle
Faning) tiene 16 años cuando llega a los Ángeles a comerse el mundo ignorando
que ella va a ser la comida. Duerme en un motel siniestro regentado por Hank (Keanu Reeves), que se introduce en sus
pesadillas surrealistas (el cuchillo en la boca como el ojo rasgado por una
navaja en El perro andaluz) al mismo tiempo que una pantera en su habitación (El beso de la pantera de Paul Schrader). Jesse, de belleza inocente sin sofisticación, aspecto
teenager de instituto, supera el
casting de Jan (Christina Hendriks)
y enloquece a un fotógrafo. Ruby (Jena
Malone), una maquilladora de vivos y muertos, se cruza en su camino, intenta
seducirla y se convierte en su sombra para guiarla hacia el estrellato de las
pasarelas. Pero por el camino hay muchos bellos lobos, sus compañeras de
profesión, que la acechan.
The Neon Demon, El Demonio de Neón, la ha paseado el
director danés por Cannes y Sitges, festival en donde ha estado más cómoda, y Gijón
la ha repescado en su última edición. El director de Drive construye aquí una fábula sobre el canibalismo, literal,
existente en el mundo de la moda y la alta costura, y lo hace apoyándose en una
puesta en escena ultra sofisticada; estética de videoclip; música chillout de Cliff Martínez; fotografía de diseño de
Natasha Braier; influencias, entre
otros, de David Cronemberg (el de Mapa de las estrellas de Hollywood), David Lynch (Mulholland Drive) y Darío
Argento, más el Tony Scott de El ansia, más algún guiño al surrealismo
buñuoeliano (ese ojo humano que devoran las modelos caníbales); mezclando
géneros (fantástico, erótico y terror); ganas de epatar (la maquilladora de
modelos es, a su vez, maquilladora de cadáveres y se lo monta con uno de ellos
en una larga y pormenorizada escena en una morgue); espacios reales y oníricos
entremezclados; referencias vampíricas a Elizabeth Barthory (los baños de
sangre); y con actrices anoréxicas de belleza fría (se agradece la presencia
fugaz de la lozana Christina Hendricks
y hasta la de Keanu Reeves en su logrado
papel de Hank, el portero del siniestro motel) capaces de destripar a sus
semejantes si las ven como rivales. De todo ese caótico coctel visual queda
únicamente un batido de narcisismo onanista a mayor gloria del director danés
que escribe el guion (¿qué guion?).
El director de Drive
confiesa haber salid´ de una familia cinéfila que adoraba la nouvelle
vague. Está más cerca de las excentricidades de Leo Carax, de Holly Motors
en concreto, que de Jean Luc Godard.
A Nicolas Winding Refn, al que nadie
le niega su condición cinéfila (cada secuencia me recuerda alguna película
vista), le fascina Los Ángeles como a Wim
Wenders el paisaje desolado de Texas en París-Texas;
dos centroeuropeos vampirizados por el territorio yanqui que lo interiorizan
con un filtro europeo. Así que cada fotograma de The Neon Demon es una excelente fotografía digna de figurar en una exposición
fotográfica; así es que el aplauso para Natasha
Braier por esos tonos y brillos tan irreales, por esa paleta de colores
básicos (rojos, blancos, azules, todos metalizados), por esa iluminación de luz
de neón persistente y esos rojos de Vittorio
Storaro de los atardeceres que recuerdan a Corazonada de Francis Ford Coppola.
Algún personaje de la película, un director de
casting, habla de la supremacía de la belleza, que la belleza lo es todo
mientras las mujeres florero sentadas a su alrededor asienten. Las modelos
cainitas comentan que en la dura profesión que han elegido se es vieja cuando
llegas a los 21 años. Tres modelos se citan para comer en un restaurante y comparten
unas hojas de lechuga; las tres bulímicas van al váter a vomitar porque se
encuentran gordas. En este universo de locura estética y pesadilla alimentaria,
Nicolas Winding Refn introduce
habilidoso secuencias terror en el último tramo, en donde la influencia de La matanza de Texas de Tobe Hopper, una de sus películas
icónicas, se hace patente pero con una pátina de lujo y toque Darío Argento.
Con estética Vogue premeditada Nicolas Winding Refn habla durante casi dos horas del vacuo mundo
de la moda, pero lo hace con una película más vacía y hueca que la moda de la
alta costura que supuestamente denuncia. Bucle de levedad absoluta. La alta
costura devora la película y el director da tres pasos en el delirio en la
última sesión fotográfica al borde de una piscina con las dos modelos caníbales
y el hermoso marco de fondo de la costa californiana en una mansión de diseño.
The Neon Demon es la
insoportable levedad de Nicolas Winding Refn, una gigantesca
pompa de jabón que no lleva dentro nada cuando estalla. NWR firma el narcisista
director del videoclip. ¿Una película o un desfile de modas carísimo y largo?
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