SOCIEDAD / POPULISMOS
Populismos
Empieza uno a estar hasta las narices ante la
desvirtuación de algunas palabras. La palabra que más suena en los últimos
tiempos es populismo, y resulta curioso la cantidad de veces que se llenan la boca
con ella precisamente el Partido Popular, o populista, que lo tiene en su ADN.
La avalancha de titulares con populismos llega ahora de mano de Donald Trump y
el término engloba, perversamente, a ese populismo de derechas y al presunto populismo
de izquierdas. Hay ciegos y sordos, y tramposos, que identifican bajo la misma
palabra a Donald Trump y a Pablo Iglesias, como si fueran amiguitos del alma
que se fueran a ir de copas tras el triunfo del ultraderechista. Los que
emplean la palabra populista se olvidan de la palabra fascismo, que es la que más
se adapta a Donald Trump y a los gobernantes de Ucrania o Hungría, por ejemplo,
socios respetables de la Unión Europea a pesar de las escenas que hemos visto
en los telediarios.
Si populismo es, para quienes frivolizan con el
término, mejorar las condiciones de los
ciudadanos, repartir equitativamente la riqueza de un país, que paguen más impuestos
los que más tienen, tener una sociedad más justa, disfrutar de mayores libertades
y derechos, que las clases populares puedan acceder a la cultura, etc., etc.,
pues yo soy populista. Prometen, a sabiendas, lo que no pueden conseguir, dicen.
¿No se puede conseguir una reforma fiscal equitativa de una vez por todas? ¿No
se puede conseguir acabar con los paraísos fiscales? ¿No se puede evitar la
evasión de capitales? ¿No se puede conseguir o hay poderes que lo evitarán a
toda costa, que es algo muy distinto?
Donald Trump no es populista sino fascista. Un
ultranacionalista que culpa de las desgracias de la clase media de su país, y
las de la clase obrera desheredada, a los últimos que han cruzado la puerta de
la frontera y no tienen en donde caerse, los emigrantes ilegales, que levanta
oleadas de odio y desprecio contra ellos, como hiciera Hitler en sus tiempos,
cuando los culpables de las crisis sociales y económicas son siempre las elites
que detentan el poder y los medios de producción. Hoy toda la prensa hablaba
del populismo del señor Trump y se olvidaba de su fascismo, del fascismo que
impera en Europa y se extiende como una mancha de tinta.
Hace unos días,
sin ir más lejos, la lenguaraz y populachera (otro término parecido a populista,
y ese sí me gusta) Esperanza Aguirre vertió en la Sexta unas cuantas perlas
contra la legitima república española, derrocada por un golpe de estado, y a
favor de esa asonada fascista, algo que no me sorprende en un personaje como
ése. Asesinaron al jefe de la oposición,
Calvo Sotelo, como si me asesinaran a mí, llegó a decir la lideresa de
nuestro Frente Nacional, la que cree que Millán Astray era un caballero. Por
ese muerto, cayeron un millón de muertos, doña Espe. Por ese muerto,
injustificable como todo asesinato, pero precedido por los del capitán Carlos
Faraudo y del teniente José del Castillo Sáenz de Tejada por pistoleros de
extrema derecha, se cometió un liberticidio de 40 años que los populistas
populacheros del PP no solo se resisten a condenar sino que jalean, y el
periodista de la Sexta no le afeó a la lideresa esas afirmaciones
antidemocráticas e infames que en un país como Alemania le hubieran supuesto
una sanción.
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