CINE / INFILTRADO EN EL KKKLAN, DE SPIKE LEE
INFILTRADO EN EL KKKLAN
Spike Lee
Hay
historias que no parecen reales, aunque lo sean, y cuesta asumirlas por su falta
de verosimilitud. La realidad es más imaginativa que la ficción. Si Argo, la película de Ben Affleck, relataba una historia
increíble, la de esa falsa película que se rueda en Irán para que se fuguen
unos cuantos norteamericanos retenidos en la embajada de Estados Unidos en
Teherán, a Spike Lee (Atlanta, 1967)
le llega la historia real de Ron Stallworth, el primer policía negro de
Colorado Springs con carnet del Ku Klux Klan, todo un oxímoron
Sobre
esa siniestra organización supremacista blanca, neonazi y racista, que tanto
odiaba a los negros, por considerarlos monos, como a los judíos por ser los
asesinos de Jesucristo, se han rodado dos rotundas películas de denuncia, dos
dramas curiosamente firmados por realizadores no norteamericanos. Uno fue Arde Mississippi, del británico Alan Parker, con un dúo impecable de
policías interpretados por Gene Hackman
y Willem Dafoe, y la otra El
sendero de la traición, del griego Constantin
Costa-Gavras con Tom Berenger,
como líder del Klan, y Debra Winger,
la policía del FBI infiltrada que ha de detenerle y se enamora fatalmente de
él.
Podría
haber optado Spike Lee a la hora de
abordar la peripecia increíble de ese policía por un planteamiento dramático,
pero lo estrambótico de la historia real le hace inclinarse por la comedia
descacharrante y ese no es el fuerte de un director que tiene en su haber
películas tan notables como Malcom X
o Plan oculto. El descubridor de
buena parte de las estrellas negras de Hollywood opta por la vis cómica del asunto
y una estética blaxploitation que
remite a Pam Grier o a las películas
de la serie Shaft—Patrice
Dumas (Laura Harrier), la estudiante
radical con look Angela Davis discute con Ron Stallworth sobre ese cine tan popular
entre la comunidad negra en la década de los setenta —, y ahí radica, desde mi punto
de vista, su error. Su maniqueísmo manifiesto —los miembros del Klan son unos absolutos
cazurros y estúpidos, incluso Spike Lee
se permite poner entre ellos a un retrasado mental para hacer gracia como
Ivanhoe (Paul Walter House); el
policía racista Walter Breachaway (Ryan
Engold) es un auténtico cretino; los negros, y sobre todo las negras, son
todas muy guapas, en contraposición a la torpe, gorda y fea Connie Kendricks (Ashlie Atkinson) que se arma un lío
colocando el explosivo— y el
aire panfletario que subyace en todas y cada una de las escenas —los malos son unos tontos pero
que muy tontos en aras de la simplificación— hacen que la película pierda pegada, y es una
lástima que Spike Lee deje pasar una
ocasión de lujo para hacer un film demoledor sobre esa banda de asesinos
terroristas que es perfectamente legal en Estados Unidos y fue glorificada en
una de las obras cumbres del cine mudo, El
nacimiento de una nación de David
Ward Griffith, que los babosos miembros del KKK ven entre risotadas y
palomitas en una de las secuencias de Infiltrado
en el KKKLAN.
El
último trabajo de Spike Lee, que
arranca con un buen speech racista a
cargo de Alec Baldwin, el actor que
con su show cómico se ha convertido en el terror de Donald Trump, es un film
que sabe a muy poco una vez que se amortiza la anécdota de ese policía negro Ron
Stallworth (John David Washington) que
se hace pasar por blanco por teléfono mientras su alter ego, el policía judío Flip
Zimmerman (Adan Driver) es el que da
la cara y acude a las citas, y acaba cuando se burla de la miopía del gran mago
del KKK David Duke (Topher Grace)
que es incapaz que detectar que un negro y un judío se han infiltrado en su
organización y le han estado tomando el pelo.
Chirría
con ese tono de broma, que preside todo el film desde su arranque, el relato
tremendista que un anciano Harry
Belafonte hace de un atroz linchamiento
—contrapuesto
al visionado de los zumbados del KKK de El
nacimiento de una nación—y el epílogo final, con imágenes reales del
atentado de Charlottesville, cuando el coche de un supremacista blanco embistió
a una multitud y mató a una chica. Las impactantes imágenes del atentado, el
modo con que defiende Donald Trump a los impulsores de esa marcha del odio y
las palabras del verdadero David Duke, gran mago del KKK apoyando a Trump y
repitiendo su eslogan de campaña American
firts imprimen el tono de denuncia que yo echaba en falta en la ficción Infiltrado en el KKKLAN de la que me
quedo con su prólogo y epílogo. A falta de un país que invadir el inquilino de
la Casa Blanca parece que esté azuzando una guerra interior.
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