LITERATURA / GINÉS J. VERA ME ENTREVISTA
SOBRE EL
MOKORERO DEL OKAVANGO
GINÉS VERA ¿Cómo surge la idea de reunir en este
libro estos doce relatos, qué periodo de creación abarcan?
JOSÉ LUIS MUÑOZ El nexo común es la negritud
presente en todos ellos. Hay una serie de relatos escritos en una misma época (El mokorero del Okavango, El leopardo del Kilimanjaro, El elefante enfurecido o La historia del primer negro que llegó a
Katmandú), mientras que los demás fueron escritos con anterioridad o
posterioridad.
GV Previo a estos relatos podemos leer un prólogo
suyo publicado en la revista Playboy. ¿Por qué incluirlo y por qué retomarlo
habiendo sido publicado en 2002?
JLM Ese artículo fue publicado en la revista
Playboy y me pareció un buen prólogo contra el racismo aunque fuera hablando de
la belleza femenina negra. En ese año, el 2002, a través de las modelos
africanas, como anteriormente en Estados Unidos con la lucha política de las
Panteras Negras, se visualizó algo que era evidente, que la raza negra puede
ser tan bella como la blanca o la amarilla, que ese estigma del racismo se
estaba levantando, al menos, en el mundo de las pasarelas y parcialmente en el
cine. Por desgracia, queda muchísimo camino por hacer y lo estamos viendo en
las decisiones políticas que determinados países europeos toman para frenar las
migraciones que vienen desde África.
GV La mayoría de los relatos tienen a África o a
africanos como leitmotiv, aunque algunos no; el hilo conductor parece ser más
la raza negra vista por ojos ajenos a esta, ¿no es así?
JLM En efecto, hay relatos africanos y otros que
tienen lugar en Europa, concretamente en España, o en Estados Unidos. El punto
de vista es el del narrador. Como blanco occidental puedo entonar un mea culpa
diciendo que todavía no he podido quitarme de encima un tic paternalista. Los
europeos practicamos el ombliguismo, estamos convencidos de que el mundo gira a
nuestro alrededor y no es así. España, Francia o Inglaterra aún tienen resabios
coloniales y ninguno de ellos ha resuelto de forma positiva la integración y la
multiculturalidad. Algo falla en Francia cuando policía y bomberos no entran en
determinados barrios o cuando unos chicos de Ripoll perpetran un brutal
atentado en Barcelona y Cambrils.
GV Otros rasgos característicos de estos relatos
son la violencia, contenida o no, el alcohol y las pasiones de los
protagonistas. Háblenos de estos tres ingredientes no solo en estos relatos,
sino en su obra literaria.
JLM Hay relatos en los que la violencia es nuclear
como El color de la piel, basado en
un hecho real, Maturei Ulamba Maturei,
que habla de una brutal revuelta de esclavos contra sus desalmados amos escrita
antes de que se proyectara El nacimiento
de una nación, o El combate,
centrado en un boxeador al que una noche de sexo desbocado le pasa factura
luego en el ring. La violencia está presente en mi literatura del mismo modo
que está presente en la sociedad y forma parte de la naturaleza humana. La
civilización busca sublimar esa violencia a través de muchos deportes de
contacto. La violencia está en todas las artes porque refleja una faceta terrible
del ser humano, la destructiva. Podría hablar de Kubrick en el cine, de
Caravaggio en la pintura o de Jim Thompson en la literatura. En mi literatura
la violencia se presenta como algo completamente rechazable, hacia la que
siento horror, en las antípodas de la banalización tarantiniana, por
ejemplo.
GV He creído ver también en estos relatos cierta
denuncia social, de reflexión alrededor del racismo, los tópicos hacia la raza
negra y de supremacía de Occidente hacia las personas de color, como a veces se
les ha llamado en distintos medios. ¿Coincide en ello?
JLM Me remito a una respuesta anterior. No somos el
centro del mundo, ni siquiera la civilización más antigua. Tenemos una deuda
que jamás podremos saldar con África, hemos cometido con su población uno de
los más espantosos genocidios jamás conocidos, hemos exprimido el continente
africano saqueando sus riquezas. Lo seguimos haciendo, y rechazamos a los que
huyen de países que hemos destrozado. Como europeo y occidental siento
vergüenza por Europa y sus políticas con África.
GV Además de los personajes, los paisajes y
decorados abiertos están narrados con una viveza y una intensidad que casi
parecen invitarnos a coger la maleta y descubrirlos por nosotros mismos.
Háblenos como viajero de su experiencia en África, de eso que algunos solo
hemos visto del continente a través de documentales en televisión o en revistas
de viajes.
JLM Quienes me conocen saben de mi afición por los
viajes. Un viajero, que no un turista, se caracteriza por tener una mente
abierta y saber captar lo mejor, aunque también lo peor, de cada zona que
visita. Soy viajero emocional que tanto se extasía con la Capilla Sixtina como
con las cataratas de Iguaçú. Soy consciente de que mi visión de los países que
visito sería más acertada si pudiera vivir una temporada en ellos, eso también.
Mi anterior novela, Los perros,
curiosamente también estaba ambientada en África en los tiempos del apartheid
sudafricano. Yo describiría mi literatura como colorista y sensual, en cuanto
va dirigida a los sentidos, por eso las escenas de sexo suelen ser muy
tórridas, porque no eludo el componente de pasión en una relación entre dos
seres humanos, o escalofriantes en cuanto entra en juego la violencia. Sexo y
violencia son antitéticos, las dos caras del ser humano. Uno es vida, otra es muerte. Conozco
relativamente bien el norte de África y conozco África negra a través de mis
conversaciones con una amiga apasionada de esa zona y de algunos relatos de
africanos que he escuchado. Así es que también he viajado a África negra aunque
no haya pisado la zona.
GV En el relato ‘El elefante enfurecido’ el
protagonista dice que ‘como suele pasar con buena parte de los que pisan el
continente negro, me sentí totalmente abducido por su belleza virgen;’ ¿Qué
opinión tiene de quienes viajan a este continente con una cámara de fotos como
quien visita un domingo el Parque del Retiro sin ser consciente de la realidad
de quienes viven en él?
JLM Hace poco comentaba ese fenómeno del turismo
masivo con un colega y amigo con el que coincidía que viajar se está
convirtiendo en algo muy poco atractivo precisamente por esa masificación de
turistas que van a consumir países, a capturar con sus cámaras de fotos todo lo
que ven y se dejan fuera de su objetivo la esencia. Eso está pasando con África
que es un destino turístico al alcance de mucha gente, un objeto de consumo más.
Al final todo se reduce a la mirada. Hay millones que no saben mirar, hay
algunos miles que sí. Lo malo es que esas migraciones masivas de consumistas
puntuales están destrozando la diversidad planetaria y quedan ya muy pocos
lugares vírgenes. Hace muchos años viajé a una isla maravillosa llamada Ko Pi
Pi, en Tailandia. El rodaje de una película infame de Leonardo di Caprio allí y
el posterior tsunami que la arrasó y le dio celebridad la han convertido en
Benidorm. Los occidentales somos como el caballo de Atila, por donde pasan nuestras
maletas no vuelve a crecer la hierba.
GV También en el mismo relato, el personaje
femenino dice una frase curiosa: ‘No se puede imaginar lo vanidosos que son
todos los escritores.’ Quería saber si es una especie de guiño a sus compañeros/as
de oficio, pues seguro que habrá lidiado con la vanidad de alguno/a en sus
múltiples viajes, no sé si también en África.
JLM En cuanto el escritor se convierte en un
personaje público y concita el interés de los lectores es difícil no caer en la
vanidad. En un reciente festival de Francia al que siempre voy, Lisle Noir,
hablaba con una bibliotecaria de una de las pocas escritoras no vanidosas, Fred
Vargas: no concede entrevistas, no va a festivales, no sale de su casa. Es una
excepción. Cuando uno piensa en escritores y en África automáticamente le viene
a la cabeza Ernest Hemingway, mitificado por sus excesos. Ese es un cliché al
que le he dado la vuelta, por completo, en el relato que cierra la antología El mokorero del Okavango y se llama El leopardo del Kilimanjaro: el
protagonista es un escritor que está exactamente en las antípodas de Hemingway.
Además diré que es uno de mis relatos preferidos por su carga emocional.
GV Querría preguntarle por el cine, sé que es un
amante de este género, y no me resisto a preguntarle por el azar o la intención
del nombre de Fedora en su relato ‘La negra vestida de blanco’.
JLM Ese también es uno de esos relatos con magia particular.
Se produce un salto del porno, esos dos amigos que se lo quieren montar con una
chica negra, al relato amoroso en pocas líneas, y lo que parece una cosa se
convierte exactamente en lo contrario. El cine está muy presente en mi
producción literaria y hago constantes guiños al séptimo arte, incluso para
describir a algún personaje lo comparo con un actor de cine conocido
directamente. Es cómodo y efectivo. Mi creación literaria está muy ligada al
cine porque mi literatura es muy visual y porque el cine es uno de mis grandes
nutrientes junto con la pintura. El mismo título del relato es un guiño a La novia vestía de negro de François
Truffaut.
GV Antes comentaba que veía cierta crítica social
en los relatos. Precisamente en ‘El mokorero de Okavango’ la protagonista
reflexiona en estos términos: ‘Extraño mundo en donde todo lo determina el
lugar donde has nacido’. Coméntenosla en ese sentido.
JLM Es una verdad. Somos fruto de nuestro entorno y
los occidentales todavía no sabemos lo afortunados que somos, entre comillas,
por haber nacido en Europa en este momento. Sería una desgracia haber nacido
mucho antes y haber sufrido en las propias carnes la violencia desatada en las
dos guerras mundiales, los dos conflictos más mortíferos de la historia de la
humanidad. Si hubiera nacido en la India sería seguramente pobre de solemnidad;
si lo hubiera hecho en el Salvador las probabilidades de sucumbir a la
violencia de las maras sería muy elevada. El lugar de nacimiento lo condiciona
casi todo. Hay lugares en los que la vida es mucho más difícil que otros. La
vida es una lucha desde que decides sacar un pie de la cama por la mañana, pero
hay lugares en que ese gesto se convierte en algo titánico. Admiro a esos
jóvenes africanos que cruzan África y el estrecho buscando una vida mejor.
Precisamente de ello trata una espléndida novela recientemente publicada
llamada Makoko de José María García
Sánchez.
GV Leemos en su relato ‘El leopardo del
Kilimanjaro’ que ‘El techo de África era un reto engañoso, quizá porque no
tenía forma de monte sino de volcán’. Da la sensación de haber estado en él, no
en vano acompaña al relato más largo de
los doce con una citas previa de Javier Reverte alusiva a que uno no pude decir
que ha estado en África hasta que no ha alcanzado esa cumbre. Háblenos de ese
‘reto engañoso’ y de su experiencia, si la tuvo, ascendiendo el Kilimanjaro.
JLM En efecto, he ascendido al Kilimanjaro…a través
de ese relato. Me serví de experiencias personales de amigos que sí habían
alcanzado el techo de África y me hablaban de su experiencia agotadora en esa
aventura. Cuando comencé a escribir ese relato, estaba allí. Me sucedió algo
parecido a lo que me pasó cuando escribí la novela histórica La pérdida del Paraíso: me trasladé a
1492. La literatura te permite ese tipo de experiencias extraordinarias: estar
dónde no has estado y ser quien no eres.
GV Respecto al relato mencionado, ¿es en cierto
modo un homenaje a la obra de Hemingway, Las nieves del Kilimanjaro, llevada al
cine en los años 50?
JLM Lo tuve presente, claro. Esa película de Henry
King, como Mogambo, de John Ford, me
ha marcado. Pero ya digo, el escritor protagonista es la antítesis de Ernest
Hemingway. El escritor norteamericano era un extraordinario creador que se
nutría de sus propias experiencias, pero había en él algo destructivo (su
afición por la caza y por la guerra, una cacería de humanos) que se convirtió
en autodestructivo y lo llevó a volarse la cabeza. No descarto escribir una
novela sobre Hemingway que ya estaba presente en Llueve sobre La Habana.
GV Muchas gracias.
Las fotos africanas son gentileza de ALICIA NÚÑEZ
"EL MOKORERO DEL OKAVANGO"
SE PRESENTA EL JUEVES 15/11
A LAS 19:30 EN LIBRERÍA BURMA DE MADRID,
C/ AVE MARÍA 18
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