CINE / EL MAYORDOMO INGLÉS, DE GILLES LEGARDINIER
Lo
peor que le puede pasar a una comedia es que no consiga hacer sonreír al
espectador y eso es lo que sucede desde el minuto uno en la película de Gilles
Legardinier (París, 1965), escritor de novelas juveniles que aquí se estrena
como director de cine, y lo malo del caso es que el argumento, un hombre de
negocios británico llamado Andrew Blake (John Malkovich) que desaparece apara
refugiarse en un remoto castillo francés en donde hace muchos años nació el
amor por su reciente fallecida esposa y en donde, por un equívoco del ama de
llaves Odíle (Émilie Dequenne), entrará a trabajar como mayordomo, podría haber
dado más de sí sino fuera por la torpeza de su director a la hora de ir armando
sus torpes gags y la mala dirección de sus actores.
La
pretendida comedia que quiere ser El mayordomo inglés podría ser una
reflexión de cómo se afrontan las ausencias de los seres queridos —la
propietaria del castillo, Nathalie Beauvillier (Fanny Ardant), al borde de la
ruina y que se plantea convertir el castillo en alojamiento de lujo, también ha
perdido a su marido y lo tiene enterrado en el jardín junto a su amante— , pero
se reduce a una serie de situaciones sin gracia —el punto culminante cuando el
mayordomo de marras y el guarda de la finca Magnier (Philippe Bass) asaltan la
casa de Manon (Eugénie Anselin) para recuperar una joya empeñada por
Nathalie— que conducen a un final feliz absolutamente cursi y sonrojante.
Lo
mejor de la película es el magnífico castillo francés en donde se ha rodado, la
presencia de una Fanny Ardant que a sus 75 años está sencillamente esplendida y
un gatazo muy simpático y fotogénico, y lo más doloroso comprobar como quien
fuera un actor extraordinario que nos conmovió en Las amistades peligrosas
y en El cielo protector lleva muchos años sin interpretar un buen papel
y sea relegado al papel de payaso sin gracia desesperado por encender una
sonrisa en el espectador, cosa que no consigue.
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