SOCIEDAD / ISRAEL: UN ESTADO TERRORISTA
Con el foco político puesto en la delicadísima
situación política que se vive en la autocrática Venezuela de Maduro, con la
sospecha de unas elecciones amañadas y el peligro de una confrontación civil en
una sociedad muy radicalizada en sus extremos, nos habíamos olvidado de que la
demócrata Israel de Netanyahu, con la que muy pocos países han roto sus
relaciones diplomáticas, es un estado terrorista, y los atentados masivos en Líbano,
con una tecnología muy avanzada (han explotado walkie talkies, móviles y
ordenadores manipulados de forma sincronizada) y que han dejado un reguero de
muertos y miles de heridos, muchos de los cuales morirán porque están en estado
crítico, han sido perpetrados para que Israel nos recuerde al mundo que tiene
capacidad de asesinar cuándo, dónde y cómo quiera.
Algunos analistas coinciden en llamar terrorismo a lo
que clamorosamente lo es, lo que lleva a calificar a Israel de estado
terrorista, sambenito con el que no creo que se sienta muy ofendido porque lo
asume con cinismo. Las matanzas indiscriminadas que a diario lleva a cabo en
Gaza, asesinando a miles de civiles en lo que ellos llaman guerra para
exterminar a Hamás, también son terrorismo porque vulneran todas las
convenciones de las guerras como son ataques indiscriminados a hospitales,
escuelas, asesinato de periodistas y trabajadores humanitarios en una
proporción jamás vista en ningún otro conflicto armado en periodo tan corto. Con
Gaza destrozada y humeante, que no puede ni enterrar a sus muertos, ahora, el
todopoderoso Israel, en su desenfreno, quiere abrir un frente norte con la
posible invasión de Líbano tras constatar que ni ha acabado con Hamás ni ha
conseguido liberar a los rehenes secuestrados que hace mucho tiempo dejó de ser
una prioridad para Israel si es que alguna vez lo fue, que lo dudo.
A un neófito en la materia de seguridad le cuesta mucho
creer que unos servicios tan inteligentes y todopoderosos como son los de
Israel, el prestigioso y temible Mossad que deja al FSB de Putin como meros
aprendices en técnicas de asesinato, capaces de colocar explosivos en miles de
walkie-talkies, teléfonos móviles y ordenadores, fuera incapaz de detectar la
masacre del 7 de octubre perpetrada en suelo israelí por los terroristas de Hamás,
y que tardara tanto tiempo en reaccionar y repeler la acción asesina del grupo
armado palestino. Teniendo en cuenta la capacidad que el estado terrorista de
Israel tiene para infiltrarse en las organizaciones terroristas de Gaza y
Líbano, me resulta muy sospechoso y fuera de toda lógica ese agujero negro en
sus servicios de inteligencia. Piensa mal y acertarás, dice un refrán muy
castizo español.
A lo que voy es a otro asunto más preocupante que
afecta a la ética, materia que no debe estudiarse en las universidades de Tel
Aviv a la vista de los acontecimientos de hace décadas. Israel no hace mucho
asesinó a un mandatario de Hamás en suelo iraní sin que nadie en el civilizado
mundo occidental condenara el atentado terrorista que acabó con su vida. Irán,
el país afectado, lo hizo con su retórica incendiaria, y nada más. El régimen
detestable de los ayatolás se limita a palparse la ropa antes las continuas
provocaciones del estado sionista. Israel viola un sinfín de leyes humanitarias
internacionales sin que reciba ningún tipo de sanción a cambio salvo condenas
verbales que sencillamente no sirven para nada si no van acompañadas de medidas
eficaces que pongan coto a los desmanes. Lo que diferencia el momento actual
con el pasado, en donde existía una cierta hipocresía y esos asuntos se
dirimían dentro de las llamadas cloacas del estado (nuestro país puede dar
lecciones de lo mal que funcionaron cuando se sirvieron de ellas para
delinquir), es que Israel, en el presente, lo hace abiertamente y alardea de
ello. Nos encontramos, pues, según en qué bando estemos, ante un terrorismo
bueno (el que practica Israel) y un terrorismo malo (el de los demás contra
Israel). El mensaje que se lanza a la humanidad, y a unas generaciones que
asisten a esta serie de crímenes sin que el peso de la justicia internacional,
completamente inoperante, lo sancione,
es que todo vale para conseguir unos fines: se vende cómo éxito la eliminación
de un dirigente terrorista que ha costado la muerte de noventa personas
inocentes, sin ir más lejos. Si un estado, que se dice democrático, pero tiene
las cárceles llenas de miles de presos a la espera de juicio cuyos derechos
conculca y viola todas las leyes internacionales, me pregunto qué ejemplo de
conducta está dando a sus ciudadanos, con qué derecho les puede exigir a ellos
que las cumplan. Los colonos israelíes en Cisjordania es lo que vienen haciendo
hace tiempo con los palestinos a los que expulsan de sus tierras o matan cuando
se resisten a abandonarlas. Cuando un estado se convierte en delincuente, sin
que la comunidad internacional haga nada por aislarlo, corremos el peligro de
hacernos cómplices de sus delitos y que se corrompan todos los principios
democráticos por los que deberíamos regirnos. Estados Unidos, por supuesto, y
Europa también por su inoperancia, y España, que sigue vendiendo armamento y no
rompe relaciones con un estado genocida, están jugando un papel nefasto en toda
esta orgía de sangre y destrucción que Israel está orquestando y que nos lleva
a la extensión de la masacre.
Treinta
y un relatos llenos de negritud, salvajes, distópicos, poéticos y fantásticos, ambientados en Barcelona, la
Costa Brava, la Costa del Sol, Ibiza, el Valle de Arán, Valencia, Granada, Múnich, La Habana, Buenos Aires, Texarkana, Nueva York y Nueva Orleans, en los
que el humor se cruza con la violencia, y esta con el erotismo, y por los que
campan a sus anchas sicarios, psicópatas, atracadores, violadores,
revolucionarios, policías, torturadores, nudistas, travestís, prostitutas,
cocineros, reos, suicidas, pintores, justicieros y pirómanos. Los
infiernos es un cóctel literario explosivo servido por uno de los maestros
del genero negro español.
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