LITERATURA / LA SORPRESIVA CABAÑA, DE ARTURO DAUSSÀ LAPUERTA
La sorpresiva cabaña
(Òníx Editor, 2022, Etiqueta Negra) se abre con una frase de Mikey Spillane, el
creador de Mike Hammer, que puede ser toda una declaración de principios: No
subestiméis a la policía. Pero hay cosas que vosotros no podéis hacer, por
ejemplo, romper un brazo al que no quiere hablar o saltarle los dientes con la
culata de una 45 cuando necesitáis recordarle que la cosa va en serio.
Lector impenitente,
hombre de negocios, navegante y viajero, el catalán Arturo Daussà Lapuerta
(Barcelona, 1945), tiene a sus espaldas una variada obra literaria publicada (Mare
Nostrum, Icono de corcho, Vivir al filo, Aisake, Nada
es lo que parece, Dime la verdad, Maldita máquina de fotos, La
primera vez, Dos soles, Diarios de un confinado) que le da
oficio.
Estamos ante una novela
policial que ambienta el autor en Estados Unidos, país que conoce a fondo por
lazos familiares y por haberlo recorrido, con lo que el lector va a viajar por
diversos escenarios del norte, próximos a Chicago y sus enormes lagos, y va a
conocer a una serie de personajes en las zonas fronterizas con los que no se
iría a tomar un café a la vuelta de la esquina: Si se descartaba a los
viejos y a las criaturas, no era difícil adivinar quiénes eran o en algún
momento habían sido pandilleros, traficantes, sicarios o coyotes.
James Palmer, expolicía y
detective privado, profesión que desea mantener en secreto, desea aislarse del
mundo en una apartada cabaña de Indian River junto al Burt Lake y rehacer su
vida después de un desengaño amoroso. Su retiro será muy circunstancial ya que
conocerá a Cady Kalme, — Era de noche y Cady estaba tumbada en la cama,
mirando absorta como la luz de color de plata de la luna llena atravesaba los
visillos de la ventana, que se movían por la ligera brisa formando sombras en
las paredes. Parecía un paisaje submarino—una atractiva mujer de la que se
enamora a pesar de su lado oscuro — El dilema con Cady era no delatarla y
vivir sabiéndose un encubridor, o hacer algo bien distinto, delatarla y con
ello enviarla casi con seguridad a prisión—, y se verá envuelto en una
investigación criminal en la que andan mezclados mafiosos italianos, miembros
de la Bratvá, grupo criminal ruso, y violentos clanes de Ciudad Juárez.
Corrupción política, blanqueo de capitales, tratamiento de residuos, tráfico de
drogas —Algunos clanes más pequeños, generalmente de segunda o tercera fila,
hacen negocios por su cuenta mediante el tráfico de animales raros en
extinción, el tráfico de órganos, la falsificación de artículos de lujo y,
últimamente, la ocultación de residuos tóxicos— se cruzarán en el camino
del detective.
Arturo Daussà Lapuerta
ambienta bien su novela y dibuja minuciosamente sus escenarios — El Navy
Pier es un lugar de esparcimiento no solo para los turistas, sino también para
los chicagüenses. Un embarcadero que se adentra en el lago Michigan, donde hay
restaurantes, pizzerías, comida rápida, cines, paseos en barco, tiendas,
atracciones, un enorme jardín interior y, sobre todo, mucha gente paseando; un
sitio ideal para pasar desapercibido—, muestra una especial pericia en los
diálogos porque a través de ellos va perfilando a los personajes que se van asomando
a su novela —Se supone que somos detectives, ¡coño!, tíos duros que
resuelven casos. Por si no te habías enterado, ¡capullo!, lo nuestro no es un
folletín romántico, es una puta novela negra—, nos regala algunas frases
brillantes e impagables — Una rama arrastrada por el viento causó un ruido
como el que se oye al comer un puñado de almendras con la boca cerrada, o
esta otra: Había tomado una decisión y el resultado había sido como poner un
helado en el microondas, todos los interrogantes se habían derretido—,
describe de forma brillante a sus personajes — Era un personaje de edad
madura, completamente calvo, con pelo pasado de un costado a otro de la cabeza,
como si fuera una cortinilla con la que pretendía cubrirse la parte superior
del cráneo.— y llena de detalles una narración tan ambiciosa como dispersa
por la que cuesta circular sin perderse en alguno de sus recovecos.
La novela deambula por el
mundo de las peligrosas pandillas latinoamericanas —Estas pandillas son
peores que las maras de San Pedro Sula de Honduras, que pelean por un barrio,
las de aquí andan drogados o borrachos o por puro placer de la venganza, violan
alguna chica y después la matan—, los clanes mafiosos italianos a raíz del
asesinato del periodista Battista Mancini amigo de Fabio Petrini, amigo del
detective — Pues lo que te dije antes, una lupara bianca, disolver el cuerpo
del muerto en un barreño de ácido y vaciarlo en un pozo, un sumidero o un
desagüe del que nunca surgirá pista alguna del asesinato— y los grupos
criminales rusos: Estaban acostumbrados a ver de todo, pero ese personaje
ruso con sombrero amarillo y zapatos blancos y unas gafas de espejo que hacían
imposible adivinar hacia dónde miraba era más de lo que esperaban.
El punto débil de La
sorpresiva cabaña, que engancha gracias a su escritura fluida en sus 339
páginas, es su arquitectura argumental. Una estructura más sencilla y centrada
en alguna de las muchas tramas que se entrecruzan, la habría mejorado
sustancialmente desde mi punto de vista. Uno de los personajes de Arturo Daussà
Lapuerta dice: La verdad es que solo las ollas conocen los hervores de sus
caldos y, ya sabes, toca aguantar vara. Quizá le sobren condimentos a este
caldo.
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