CINE / EL SILENCIO DEL PANTANO, DE MARC VIGIL
Adaptación de la novela
homónima del novelista valenciano Juanjo Braulio esta película negra y de
resultado desigual, filmada con brío y con secuencias de violencia muy efectiva
que se deja ver bien a pesar de sus agujeros argumentales. La película abre
muchas puertas y no todas las cierra como debe, porque el film de Marc Vigil
(Aviles, 1975), realizador de cine y series de televisión con una dilatada
experiencia a sus espaldas, abre tres frentes argumentales. El primero, el de
la corrupción política, mal endémico de la sociedad valenciana, en donde El
silencio del pantano está ambientada, regularmente resuelta con ese
secuestro de un político corrupto. El segundo tramo, el más logrado y dotado de
un efectiva violencia áspera, centrado en las luchas entre clanes de la droga,
interpretado por Falconetti (Nacho Fresneda nos ofrece una interpretación
espeluznante), el sicario que asesina con un garfio y acaba lesionado cada vez
que se pelea con alguien, y la Puri (Carmina Barrios siempre borda esos papeles
marginales con su voz de aguardiente), la patriarca del clan gitano, impecable,
el más efectivo y creíble gracias a la actuación de sus protagonistas. Y el
tercer tramo, el de ese misterioso periodista y escritor llamado Q (Pedro
Alonso, uno de los baches del reparto), un novelista de éxito que para escribir
sus tramas necesita vivirlas en la vida real, la más floja y menos creíble.
La película, filmada con
brío en Valencia (buenas imágenes de la albufera valenciana) y Navarra,
excelentemente fotografiada y ambientada en los escenarios más cutres de la
marginalidad valenciana, con algún que otro toque humorístico a cargo del taxista
interpretado por Luis Zahera, mantiene una estudiada ambigüedad: ¿lo que se nos
cuenta ha sucedido o bien todo está en la mente de ese misterioso escritor que
necesita delinquir para inspirarse? El final es lo más decepcionante de este
thriller de acción con denuncia social bien rodado que falla por el guion.
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