SOCIEDAD / LAS VENGANZAS ASIMÉTRICAS
Las reacciones de Estados Unidos e Israel son muy
similares en cuanto padecen una agresión. Si nos remontamos al 2001 veremos que
las 3000 víctimas de los atentados de las Torres Gemelas y el Pentágono
tuvieron como contrapartida las cerca de 400.000 resultantes de arrasar Irak
que nada tenía que ver con el atentado con la excusa de tener en su poder un
arsenal de armas de destrucción masivas (vendidas por Estados Unidos) que ya
habían gastado (en el genocidio kurdo consentido por Estados Unidos). Pero
antes estaban los 57.000 soldados muertos en Vietnam frente a los tres
millones de vietnamitas masacrados. Estados Unidos, de liberadora de Europa del
horror nazi a perpetradora de masacres a lo largo y ancho del mundo por
intereses geoestratégicos y económicos.
Netanyahu, que es como esos asesinos en serie que seguirá matando hasta que no lo detenga la policía, y lo malo es que no hay policía, seguramente llegará a los 100.000 palestinos
muertos para aplacar su sed de venganza por los 1200 israelitas que fueron
salvajemente asesinados por Hamás. Es el paradigma de la desproporción que los
dos países hermanos, EE.UU e Israel (el estado número 55 de la potencia
norteamericana en Oriente Medio), toman del Antiguo Testamento en donde la
respuesta de Yahvé a cualquier ofensa es siempre muerte y destrucción, arrasar
ciudades (Sodoma y Gomorra), como las de Gaza, hasta que no quede piedra sobre
piedra (lo que no destruyen aviones, misiles, drones o tanques, queda para los
buldozers que aplanan el terreno y sepultan bajo tierra a los asesinados) . Las
ideas motrices no cambian, sí los métodos, y Estados Unidos e Israel alardean
de ser democracias, lo que todavía es peor porque implica que los gobernados,
mayoritariamente, asumen las políticas genocidas de los gobernantes, como
ocurrió en la Alemania nazi.
Los titulares de los medios de comunicación escrita y
de las televisiones, con motivo de la visita de Putin a Mongolia, lamentando
que no haya sido detenido, hablan por sí solos de esa doble vara de medir que
rige en el mundo y que ya asumimos como normal, como consideramos normal que se
asesine según quien sea el asesino o el asesinado (se legitima una conducta
delictiva, se habla directamente de asesinato y no se oculta). En ningún medio
de comunicación leí la misma queja cuando Netanyahu asistió a la inauguración
de los JJ.OO. de París y fue recibido por Macron que le dio la mano en vez de
colocarle las esposas. Que estos dos individuos siniestros, reclamados por
crímenes de guerra, se paseen con impunidad es un ejemplo de la inutilidad
absoluta de la CPI y sus resoluciones que nadie cumple y ni siquiera ellos
mismos instan a que se cumplan. Lo de Garzón con Pinochet se ha quedado en un
precedente sin continuidad, una ensoñación para todos los que defienden los
derechos humanos que cada vez son menos y escasamente eficientes. Pero los
medios de comunicación, sobre todo los públicos y los considerados
progresistas, deberían ser más cuidadosos cuando resaltan una noticia (Putin en
Mongolia) y ocultan otra (Netanyahu en París). Me habría gustado leer en El
País, o en el diario Público, abanderado de la izquierda nacional, este
titular: "Netanyahu desafía la orden de detención del Tribunal Penal
Internacional con su viaje a París para asistir a la inauguración de los Juegos
Olímpicos". Me quedé con las ganas.
Una de las últimas patochadas que he leído es la de
llevar al impresentable dictador de Venezuela Nicolás Maduro ante la Corte
Penal Internacional. Alardean de que tres expresidentes del gobierno español
(José María Aznar, Mariano Rajoy y Felipe González) y se lamentan de que no se
haya sumado Zapatero. Maduro será todo lo que quieran, pero está muy lejos de
ser un genocida como Netanyahu al que seguramente aplauden con las orejas
Aznar, Rajoy y González.
Una amiga mía, que también es escritora, me envió ayer un whatsapp: "El mundo donde habito ni me gusta ni me alienta. Nos vamos a la mierda". No puedo estar más de acuerdo. Dicen que cuando uno no entiende el mundo que le rodea es que le ha llegado la hora de abrir la puerta e irse.
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