LA ENTREVISTA
Esta entrevista fue publicada en El Correo a raíz de la publicación de LLUVIA DE NÍQUEL
"GENTE DE PALABRA"
Alvaro Bermejo
Pregunta: Mike Demon, un vendedor de seguros que se pasa la vida en la carretera, se queda tirado por una avería a las puertas de Las Vegas. El pronóstico del tiempo, ¿ anunciaba lluvia?
Respuesta: De níquel, una lluvia persistente que ensordece. En casi todas mis novelas, desde "Barcelona negra", el clima extremo juega un papel determinante, y en esta también. El calor sofocante del desierto que rodea esa ensoñación lumínica y artificial que es Las Vegas puede matar. Es un lugar muy especial, muy parecido a la idea que uno tiene del infierno, pero por donde nadie pasaría sino estuviera ubicada la meca del juego.
P.: De Lluvia de níquel se ha dicho que es una novela de género negro. En realidad, ¿ no es más bien una historia de lo que le puede pasar a cualquiera en cuanto abandona la rutina?
R.: Bueno, yo creo que esa es de las cosas que más puede inquietar al lector que se acerca a la novela, la de la posible identificación con el personaje, que es muy cotidiano, que es un tipo que comete pequeñas felonías - es infiel a su mujer casi por aburrimiento, como algo que forma parte de la rutina - y tiene ideas muy conservadoras y una noción del bien y el mal que le han inculcado desde pequeño un padre muy estricto. El incidente con su vehículo, que también es un hecho cotidiano, rompe con todas sus pautas, lo condena a una ciudad, Las Vegas, que detesta por muchos motivos pero que acaba succionándolo, vampirizándolo. "Lluvia de níquel" no es una novela negra convencional, no trata de delincuentes habituales, no hay psicópatas, salvo uno sorprendente, ni excesiva violencia. Lo más inquietante es que el proceso degradante que sufre Mike Demon le puede suceder a cualquiera en esas circunstancias, que el lector se identifique con el personaje y se puede contagiar de su enfermedad.
P.: La América de Georges W. Bush es tan puritana como el Irán de los ayatoláhs. ( Más allá de lo obvio ) ¿ Qué significa Las Vegas para el americano medio?
R.: Bueno, Las Vegas funciona como un getho de permisividad dentro del sistema americano que atrae, sobre todo, al americano de la América profunda que puede que haga su único viaje en su vida a esa ciudad. Es la urbe del pecado, en donde todo lo que está prohibido o mal visto en el resto del país, se puede hacer allí, desde beber alcohol, frecuentar prostitutas o dilapidar tu dinero en los casinos. Le gente va a Las Vegas, peca, porque desde su moral estricta todas las actividades que tienen lugar en la ciudad son pecado, y luego regresan a sus ciudades de origen arrepentidos pero sin propósito de enmienda. Es el paradigma de la doble moral. Una ciudad de ese tipo sólo tiene sentido en un país como Estados Unidos con una religiosidad exacerbada en donde se incentiva el pecado y se ensalza el arrepentimiento. Una de las virtudes que los americano aprecian en el actual inquilino de la Casa Blanca es la de ser un pecador arrepentido.
"GENTE DE PALABRA"
Alvaro Bermejo
Pregunta: Mike Demon, un vendedor de seguros que se pasa la vida en la carretera, se queda tirado por una avería a las puertas de Las Vegas. El pronóstico del tiempo, ¿ anunciaba lluvia?
Respuesta: De níquel, una lluvia persistente que ensordece. En casi todas mis novelas, desde "Barcelona negra", el clima extremo juega un papel determinante, y en esta también. El calor sofocante del desierto que rodea esa ensoñación lumínica y artificial que es Las Vegas puede matar. Es un lugar muy especial, muy parecido a la idea que uno tiene del infierno, pero por donde nadie pasaría sino estuviera ubicada la meca del juego.
P.: De Lluvia de níquel se ha dicho que es una novela de género negro. En realidad, ¿ no es más bien una historia de lo que le puede pasar a cualquiera en cuanto abandona la rutina?
R.: Bueno, yo creo que esa es de las cosas que más puede inquietar al lector que se acerca a la novela, la de la posible identificación con el personaje, que es muy cotidiano, que es un tipo que comete pequeñas felonías - es infiel a su mujer casi por aburrimiento, como algo que forma parte de la rutina - y tiene ideas muy conservadoras y una noción del bien y el mal que le han inculcado desde pequeño un padre muy estricto. El incidente con su vehículo, que también es un hecho cotidiano, rompe con todas sus pautas, lo condena a una ciudad, Las Vegas, que detesta por muchos motivos pero que acaba succionándolo, vampirizándolo. "Lluvia de níquel" no es una novela negra convencional, no trata de delincuentes habituales, no hay psicópatas, salvo uno sorprendente, ni excesiva violencia. Lo más inquietante es que el proceso degradante que sufre Mike Demon le puede suceder a cualquiera en esas circunstancias, que el lector se identifique con el personaje y se puede contagiar de su enfermedad.
P.: La América de Georges W. Bush es tan puritana como el Irán de los ayatoláhs. ( Más allá de lo obvio ) ¿ Qué significa Las Vegas para el americano medio?
R.: Bueno, Las Vegas funciona como un getho de permisividad dentro del sistema americano que atrae, sobre todo, al americano de la América profunda que puede que haga su único viaje en su vida a esa ciudad. Es la urbe del pecado, en donde todo lo que está prohibido o mal visto en el resto del país, se puede hacer allí, desde beber alcohol, frecuentar prostitutas o dilapidar tu dinero en los casinos. Le gente va a Las Vegas, peca, porque desde su moral estricta todas las actividades que tienen lugar en la ciudad son pecado, y luego regresan a sus ciudades de origen arrepentidos pero sin propósito de enmienda. Es el paradigma de la doble moral. Una ciudad de ese tipo sólo tiene sentido en un país como Estados Unidos con una religiosidad exacerbada en donde se incentiva el pecado y se ensalza el arrepentimiento. Una de las virtudes que los americano aprecian en el actual inquilino de la Casa Blanca es la de ser un pecador arrepentido.
P.: En las habitaciones de ciertos hoteles de Las Vegas suelen coincidir un ejemplar del Antiguo Testamento y un listado de prostitutas. La colisión en sí, ¿ es lo más genuinamente americano?
R.: Creo que es tan americano como la Coca-Cola, la Asociación Nacional del Rifle o la silla eléctrica. Responde al eterno dualismo que existe en Estados Unidos, a su tremenda paradoja. En Las Vegas se facilita el sexo de pago, pero se pone a disposición del que cae en el pecado de la lujuria las Sagradas Escrituras, siempre el Antiguo Testamento, no nos engañemos, del mismo modo que se facilita la compra de las armas de fuego, y hasta armas de guerra, que acaban en manos de delincuentes, es decir, se le da toda clase de facilidades al fuera de la ley para delinquir y matar, incluidas armas, pero luego se les castiga, sin remisión, a la silla eléctrica.
R.: Creo que es tan americano como la Coca-Cola, la Asociación Nacional del Rifle o la silla eléctrica. Responde al eterno dualismo que existe en Estados Unidos, a su tremenda paradoja. En Las Vegas se facilita el sexo de pago, pero se pone a disposición del que cae en el pecado de la lujuria las Sagradas Escrituras, siempre el Antiguo Testamento, no nos engañemos, del mismo modo que se facilita la compra de las armas de fuego, y hasta armas de guerra, que acaban en manos de delincuentes, es decir, se le da toda clase de facilidades al fuera de la ley para delinquir y matar, incluidas armas, pero luego se les castiga, sin remisión, a la silla eléctrica.
P.: "En Las Vegas todo es mentira, todo es una representación" -afirma su protagonista-: "Tú puedes ser una puta que no vas a cobrarme y yo a lo mejor soy un asesino que no va a matarte". Y fuera de Las Vegas, ¿ no es lo mismo?
R.: Sí, pero en Las Vegas esto adquiere categoría de espectáculo grotesco. Las bodas de 24 horas, con divorcio después, es una especie de encubrimiento burdo de la prostitución. La sociedad americana es muy competitiva, y la competitividad, el ansia por superarse, por ser el primero siempre, por figurar como empleado modélico del mes en la empresa, etc. conlleva pisar al de al lado, un cierto tipo de violencia cotidiana que está bien visto en aras del triunfo. Lo que distingue una película americana de una europea es su grado de violencia, y el que esa violencia forma parte del juego de la vida como algo normal y aceptado. En Europa se delega la violencia al estado, a la policía, y se le exige que haga un buen uso de ella. En Estados Unidos, en donde casi todo es privado - miremos lo que ocurre en Irak, con ejércitos particulares casi tan numerosos como los profesionales - el individuo tiende a solucionarse sus propios problemas, y si hay que pegar un tiro en la cabeza al tipo que se sienta sobre el capó de tu coche o entra en tu jardín, pues se le pega.
R.: Sí, pero en Las Vegas esto adquiere categoría de espectáculo grotesco. Las bodas de 24 horas, con divorcio después, es una especie de encubrimiento burdo de la prostitución. La sociedad americana es muy competitiva, y la competitividad, el ansia por superarse, por ser el primero siempre, por figurar como empleado modélico del mes en la empresa, etc. conlleva pisar al de al lado, un cierto tipo de violencia cotidiana que está bien visto en aras del triunfo. Lo que distingue una película americana de una europea es su grado de violencia, y el que esa violencia forma parte del juego de la vida como algo normal y aceptado. En Europa se delega la violencia al estado, a la policía, y se le exige que haga un buen uso de ella. En Estados Unidos, en donde casi todo es privado - miremos lo que ocurre en Irak, con ejércitos particulares casi tan numerosos como los profesionales - el individuo tiende a solucionarse sus propios problemas, y si hay que pegar un tiro en la cabeza al tipo que se sienta sobre el capó de tu coche o entra en tu jardín, pues se le pega.
P.: En Las Vegas se puede ganar una fortuna y perderlo todo en una noche. En realidad, lo que fascina a los ludópatas, ¿ es la tentación del abismo?
R.: La ludopatía es una enfermedad, una adicción peligrosísima. El problema del ludópata es que no puede parar, que no puede decir basta, que lo empeña absolutamente todo, que haría a un tipo trocitos para seguir teniendo dinero y perdiéndolo. Llega un momento en que se le nubla el horizonte y no juega para ganar, si lo hiciera se retiraría en ese momento hipotético de la suerte, sino que juega por jugar, esta predestinado, por tanto, a ser un perdedor.
P.: Desde luego, su personaje tiene un nombre de lo más alegórico -Demon-. ¿ Es parte de usted, o sólo uno de sus mejores amigos?
R.: Bueno, voy a contar una anécdota. Como esta novela ha tenido una gestación muy larga desde que la inicié hasta que la entregué al editor, diez años de escritura y reflexión, el Mike Demon de "Lluvia de níquel" se llamaba originalmente Mike Simpson, pero luego salieron los Simpson televisivos y hube de cambiarle el nombre por razones evidentes. Lo de Demon fue un feliz hallazgo, era el nombre real de un novio psicópata que tuvo una de mis dos sobrinas norteamericanas, un tipo realmente peligroso con unos celos enfermizos, y claro, el lector lo asocia a demonio. Espero no parecerme nunca Mike Demon porque en realidad es un compendio de casi todo lo que detesto. Esto casi se ha convertido en una norma habitual de mis novelas, que las protagonizan tipos que no son positivos, ni políticamente correctos, como se dice ahora, porque siento una morbosa fascinación por la parte oscura del ser humano, y Mike Demon me ha dado mucho juego para bucear en ella. La paradoja es convertir a un tipo así en protagonista de tu novela y sentir cierta piedad por él, porque en definitiva acaba siendo una víctima de las circunstancias. Humanizo al monstruo porque lo he parido.
R.: La ludopatía es una enfermedad, una adicción peligrosísima. El problema del ludópata es que no puede parar, que no puede decir basta, que lo empeña absolutamente todo, que haría a un tipo trocitos para seguir teniendo dinero y perdiéndolo. Llega un momento en que se le nubla el horizonte y no juega para ganar, si lo hiciera se retiraría en ese momento hipotético de la suerte, sino que juega por jugar, esta predestinado, por tanto, a ser un perdedor.
P.: Desde luego, su personaje tiene un nombre de lo más alegórico -Demon-. ¿ Es parte de usted, o sólo uno de sus mejores amigos?
R.: Bueno, voy a contar una anécdota. Como esta novela ha tenido una gestación muy larga desde que la inicié hasta que la entregué al editor, diez años de escritura y reflexión, el Mike Demon de "Lluvia de níquel" se llamaba originalmente Mike Simpson, pero luego salieron los Simpson televisivos y hube de cambiarle el nombre por razones evidentes. Lo de Demon fue un feliz hallazgo, era el nombre real de un novio psicópata que tuvo una de mis dos sobrinas norteamericanas, un tipo realmente peligroso con unos celos enfermizos, y claro, el lector lo asocia a demonio. Espero no parecerme nunca Mike Demon porque en realidad es un compendio de casi todo lo que detesto. Esto casi se ha convertido en una norma habitual de mis novelas, que las protagonizan tipos que no son positivos, ni políticamente correctos, como se dice ahora, porque siento una morbosa fascinación por la parte oscura del ser humano, y Mike Demon me ha dado mucho juego para bucear en ella. La paradoja es convertir a un tipo así en protagonista de tu novela y sentir cierta piedad por él, porque en definitiva acaba siendo una víctima de las circunstancias. Humanizo al monstruo porque lo he parido.
P.: También subraya mucho la alegoría de Las Vegas como la nueva Babilonia. No obstante, ¿ no son ya todas las ciudades del primer mundo las que aspiran a convertirse en paraísos del ocio y la disneylandización?
R.: Las Vegas ha sufrido un proceso de degradación importante. La primitiva Las Vegas, que era muy canalla, tenía el encanto de la Mafia, que allí lavaba su dinero, y tipos tan maravillosos corriendo por The Trip como el Rat Pack de Sinatra y compañía. Las Vegas que yo conocí, hace quince años, ya no era aquella, pero tampoco el parque temático en que se ha convertido ahora con Venecia clonada y otras sandeces por el estilo que son el reflejo de una sociedad cada vez más estúpida. Los intentos de trasladar ese mundo kistch a la vieja Europa creo que se han saldado con un fracaso estrepitoso, los parques temáticos acabarán cerrando todos. Intentar crear esos paraísos artificiales fuera del lugar adecuado no resulta.
P.: Por ejemplo, arruinarse en el Fórum de Barcelona, o en éste o aquel parque temático interactivo y multimedia, ¿ le parece más respetable que hacerlo en Las Vegas?
R.: Bueno, yo creo que si hay que arruinarse, uno se tiene que ir a Las Vegas para hacerlo a lo grande. En Las Vegas todo invita a vaciarte el bolsillo, hasta cuando vas a un urinario encuentras una máquina tragaperras en la que puedes ir echando monedas con la mano libre. Es una ciudad hipnótica, y eso es algo en lo que insisto a lo largo de la novela, que aspira a doblegar la voluntad del que cae en sus redes. Creo que una buena imagen de la ciudad sería verla como una gigantesca tarántula agazapada en el desierto a la espera de que caiga su víctima.
P.: Las alusiones al apocalipsis son omnipresentes en su novela. ¿ Profetizar el apocalipsis colectivo, es una manera de postergar el individual?
R.. Mike Demon sufre su Apocalipsis particular, su mundo, que está tocado, se derrumba en la ciudad, y el Apocalipsis colectivo se produce a base de muchos Apocalipsis particulares. El tejido moral de Estados Unidos está en descomposición desde hace bastantes años, y el peligro es que ese modelo de vida se exporta y esta calando en Europa. La política actual que rige en USA es la del bandidaje puro y duro; una de las cunas de la democracia se ha convertido en país salteador de caminos, algo que no es nuevo, pues ahí está la nefasta política en su patio trasero, pero que ahora se hace a cara descubierta y sin tapujos. La Mafia ha quedado obsoleta ante lo que se cuece hoy en la Casa Blanca que funciona como un gran consejo de administración de una empresa que especula con la muerte y la destrucción. La ausencia de toda ética, el vacío moral, o la moral del enriquecimiento rápido y a cualquier precio, han llevado a los EE.UU a Irak en donde hay un Apocalipsis que concierne a todo el mundo. La historia está volviendo hacia atrás, en vez de evolucionar positivamente, y siempre echamos la culpa a los tipos en particular, al detestable Bush, al detestable Putin, o al detestable Aznar del que nos libramos, y a los que hay detrás de ellos, su camarilla, pero nos olvidamos que esos individuos, Bush, Putin, Sharon o Aznar llegaron al poder por los votos de los ciudadanos. Como Hitler. Es muy fácil lavarse las manos y achacarlo todo a la maldad intrínseca de un determinado personaje y debemos asumir todos la parcela de responsabilidad que nos corresponde.
R.: Las Vegas ha sufrido un proceso de degradación importante. La primitiva Las Vegas, que era muy canalla, tenía el encanto de la Mafia, que allí lavaba su dinero, y tipos tan maravillosos corriendo por The Trip como el Rat Pack de Sinatra y compañía. Las Vegas que yo conocí, hace quince años, ya no era aquella, pero tampoco el parque temático en que se ha convertido ahora con Venecia clonada y otras sandeces por el estilo que son el reflejo de una sociedad cada vez más estúpida. Los intentos de trasladar ese mundo kistch a la vieja Europa creo que se han saldado con un fracaso estrepitoso, los parques temáticos acabarán cerrando todos. Intentar crear esos paraísos artificiales fuera del lugar adecuado no resulta.
P.: Por ejemplo, arruinarse en el Fórum de Barcelona, o en éste o aquel parque temático interactivo y multimedia, ¿ le parece más respetable que hacerlo en Las Vegas?
R.: Bueno, yo creo que si hay que arruinarse, uno se tiene que ir a Las Vegas para hacerlo a lo grande. En Las Vegas todo invita a vaciarte el bolsillo, hasta cuando vas a un urinario encuentras una máquina tragaperras en la que puedes ir echando monedas con la mano libre. Es una ciudad hipnótica, y eso es algo en lo que insisto a lo largo de la novela, que aspira a doblegar la voluntad del que cae en sus redes. Creo que una buena imagen de la ciudad sería verla como una gigantesca tarántula agazapada en el desierto a la espera de que caiga su víctima.
P.: Las alusiones al apocalipsis son omnipresentes en su novela. ¿ Profetizar el apocalipsis colectivo, es una manera de postergar el individual?
R.. Mike Demon sufre su Apocalipsis particular, su mundo, que está tocado, se derrumba en la ciudad, y el Apocalipsis colectivo se produce a base de muchos Apocalipsis particulares. El tejido moral de Estados Unidos está en descomposición desde hace bastantes años, y el peligro es que ese modelo de vida se exporta y esta calando en Europa. La política actual que rige en USA es la del bandidaje puro y duro; una de las cunas de la democracia se ha convertido en país salteador de caminos, algo que no es nuevo, pues ahí está la nefasta política en su patio trasero, pero que ahora se hace a cara descubierta y sin tapujos. La Mafia ha quedado obsoleta ante lo que se cuece hoy en la Casa Blanca que funciona como un gran consejo de administración de una empresa que especula con la muerte y la destrucción. La ausencia de toda ética, el vacío moral, o la moral del enriquecimiento rápido y a cualquier precio, han llevado a los EE.UU a Irak en donde hay un Apocalipsis que concierne a todo el mundo. La historia está volviendo hacia atrás, en vez de evolucionar positivamente, y siempre echamos la culpa a los tipos en particular, al detestable Bush, al detestable Putin, o al detestable Aznar del que nos libramos, y a los que hay detrás de ellos, su camarilla, pero nos olvidamos que esos individuos, Bush, Putin, Sharon o Aznar llegaron al poder por los votos de los ciudadanos. Como Hitler. Es muy fácil lavarse las manos y achacarlo todo a la maldad intrínseca de un determinado personaje y debemos asumir todos la parcela de responsabilidad que nos corresponde.
P.: Y usted, ¿ cree en un cierto determinismo?
R.: Bueno, yo creo que de eso fundamentalmente va la novela; el fatalismo y Las Vegas son sus ejes. El lector sabe, porque en la novela no hay las clásicas trampas o las sorpresas, lo que le va a suceder a Mike Demon, y hasta lo intuye el protagonista en su descenso vertiginoso al que lo abocan los acontecimientos. Ahí está la gran tragedia de "Lluvia de níquel", que parece que todo está predeterminado desde un principio, que se averíe el coche, que se tenga que quedar en Las Vegas, que se enganche al juego a pesar de detestarlo, o que conozca a determinada chica. La novela está imbuida de ese fatalismo que los americanos expresaron de forma magistral en algunas de sus mejores películas de género negro, como en "La jungla del asfalto" de John Huston o "Perdición" de Billy Wilder y que pesan en mi retina. "Lluvia de níquel" es una novela de perdedores, en un sentido muy amplio, pero también parece una novela fantástica, como me ha dicho algún lector, porque el escenario de Las Vegas parece de ciencia-ficción. Lo que le ocurre a Mike Demon en La Vegas es lo que les sucedía a los personajes de "El ángel exterminador" de Luis Buñuel, atrapados en esa habitación, incapaces de salir de ella a pesar de que la puerta estaba abierta.
P.: Para usted, escribir es sinónimo de....
R.: Hay una pregunta que siempre me hago y es por qué escribe uno y no creo tener una respuesta exacta a eso, ni creo que se pueda extrapolar. Hay un cierto componente hedonístico en el momento de la creación, un gozo casi físico cuando el parto es fácil, o sufrimiento si hay complicaciones. El escritor suele ser una persona muy vanidosa, y ese aspecto lo caricaturarizaba en "Lifting", que era el retrato ácido de un escritor de novela negra en un mundo de apariencias en el que todo el mundo lleva la máscara puesta. Luego existe el síndrome de Dios, el escritor crea un mundo, unos personajes, los manipula o, a veces, y eso es lo más fascinante, son ellos los que te manipulan cuando escribes. Por último hay un componente de búsqueda de la eternidad, un poco como sucede con los hijos que uno tiene, que espera que lleven algo de ti para cuando tú no estés. La idea de que yo me haya ido, pero mis libros sigan en un anaquel, en una biblioteca, y puedan ser leídos me perturba porque me regala la eternidad que todos anhelamos. Pero yo creo que escribo por necesidad, como respiro. Sencillamente no podría vivir sin hacerlo y si algún día eso sucede, es que estoy muerto.
R.: Bueno, yo creo que de eso fundamentalmente va la novela; el fatalismo y Las Vegas son sus ejes. El lector sabe, porque en la novela no hay las clásicas trampas o las sorpresas, lo que le va a suceder a Mike Demon, y hasta lo intuye el protagonista en su descenso vertiginoso al que lo abocan los acontecimientos. Ahí está la gran tragedia de "Lluvia de níquel", que parece que todo está predeterminado desde un principio, que se averíe el coche, que se tenga que quedar en Las Vegas, que se enganche al juego a pesar de detestarlo, o que conozca a determinada chica. La novela está imbuida de ese fatalismo que los americanos expresaron de forma magistral en algunas de sus mejores películas de género negro, como en "La jungla del asfalto" de John Huston o "Perdición" de Billy Wilder y que pesan en mi retina. "Lluvia de níquel" es una novela de perdedores, en un sentido muy amplio, pero también parece una novela fantástica, como me ha dicho algún lector, porque el escenario de Las Vegas parece de ciencia-ficción. Lo que le ocurre a Mike Demon en La Vegas es lo que les sucedía a los personajes de "El ángel exterminador" de Luis Buñuel, atrapados en esa habitación, incapaces de salir de ella a pesar de que la puerta estaba abierta.
P.: Para usted, escribir es sinónimo de....
R.: Hay una pregunta que siempre me hago y es por qué escribe uno y no creo tener una respuesta exacta a eso, ni creo que se pueda extrapolar. Hay un cierto componente hedonístico en el momento de la creación, un gozo casi físico cuando el parto es fácil, o sufrimiento si hay complicaciones. El escritor suele ser una persona muy vanidosa, y ese aspecto lo caricaturarizaba en "Lifting", que era el retrato ácido de un escritor de novela negra en un mundo de apariencias en el que todo el mundo lleva la máscara puesta. Luego existe el síndrome de Dios, el escritor crea un mundo, unos personajes, los manipula o, a veces, y eso es lo más fascinante, son ellos los que te manipulan cuando escribes. Por último hay un componente de búsqueda de la eternidad, un poco como sucede con los hijos que uno tiene, que espera que lleven algo de ti para cuando tú no estés. La idea de que yo me haya ido, pero mis libros sigan en un anaquel, en una biblioteca, y puedan ser leídos me perturba porque me regala la eternidad que todos anhelamos. Pero yo creo que escribo por necesidad, como respiro. Sencillamente no podría vivir sin hacerlo y si algún día eso sucede, es que estoy muerto.
P.: Y como lector, ¿ qué es lo que busca en las paginas de un libro?
R.: Bueno yo busco en un libro que me secuestre, que me atrape en sus páginas, que no me deje salir de ellas, y eso es algo que sucede muy de tarde en tarde. Se hace, desde mi punto de vista, una literatura muy light, que deja indiferente. No basta con escribir bien, porque al escritor eso se le supone, como el valor al militar. La literatura tuvo una época de esplendor en el siglo XIX, con Balzac, Zola Dickens, Tolstoi, Dosteievsky, etc. que buscaban trascender con sus obras, lanzar mensajes morales de calado, ejemplarizantes. Ahora se hace mucha literatura de consumo, de leer y tirar.
P.: ¿ Qué tres títulos recientes nos aconsejaría especialmente?
R.: En la última Semana Negra cargué con un montón de libros de la mítica Etiqueta Negra, pero claro, no son actuales. Bueno, hay un libro actual que me ha gustado bastante, de un escritor inglés llamado John Burdett, "Bangkok 8", que es original dentro de sus planteamientos de thriller: policía budista, reencarnaciones, serpientes como armas homicidas y travestis en vez de mujeres en un Bangkok bastante creíble que reconozco. Hay un libro, que no es actual, pero es una novela negra extraordinaria, que es "Papel picado" del argentino Rolo Diez, al que han dado este año el premio Dashiell Hammett muy merecidamente, una crónica en clave policial de un perseguido por la dictadura argentina que huye por varios países de Sudamérica, que está prodigiosamente bien escrito. Y hay un libro de un autor vasco, Juan Bas, una novela inspirada en el juguete roto Urtain, "La cuenta atrás", que me parece modélica y con la que me identifico literariamente porque habla de un perdedor.
P.: ¿ Sus tres clásicos de cabecera son...?
R.: "Rayuela" de Julio Cortazar, aunque en realidad todos sus libros me apasionan, especialmente uno de los últimos escrito a cuatro manos con Carol Dunlop, "Los autonautas de la cosmopista"; "La mirada del observador" de Marc Behm, que creo que es la mejor novela negra que se haya escrito nunca, y "Bajo el volcán" de Malcom Lowry, una novela que me conmocionó por su forma y su contenido. Bueno, y me dejo "Lolita" de Nabokov.
P.: ¿ Cuál es su paraíso particular?
R.: Empiezo a sospechar que los únicos verdaderos paraísos se encuentran en nuestra cabeza. Yo recreé en "La pérdida del Paraíso" un lugar edénico que se corrompió en cuanto llegaron los conquistadores españoles, la América precolombina, y con esa novela confieso que toqué el Paraíso de una forma muy vívida mientras la escribía, algo que espero haber transmitido al lector. El mundo, gracias a la aviación, se ha vuelto pequeño y accesible y viajar es algo que se está convirtiendo en un asunto gregario. La Polinesia se parece a la idea que tengo yo de Paraíso, pero presumo que cuando vaya no va a estar a la altura de lo imaginado, que es la Polinesia que contempló Fletcher Christian, el del motín de la Bounty, o la que idealizaba de niño sosteniendo un cromo que me salió de una chocolatina con una hermosísima tahitiana con un fondo de cocoteros que daría cualquier cosa por recuperar. No obstante viajar es otra de mis pasiones y creo que la mejor forma de gastar el dinero. Paraísos que haya pisado hay dos; uno cercano, el Valle de Arán, aunque ha perdido sus vacas y su masificación no augura nada bueno, y el otro lejano, la isla de Ko Pee Pee en Tailandia.
P.: ¿ Y su infierno personal?
R.: El deterioro físico y mental me aterra. El no poder hacer una caminata de siete horas por el Valle de Arán, que me conozco palmo a palmo, por ejemplo, o la incapacidad por escribir a causa de alguna enfermedad mental.
P.: Su visión del País Vasco, ¿ es compatible con El Jardín de las Delicias de El Bosco?
R.: Bueno, tengo una percepción positiva sobre el futuro del País Vasco, que es un territorio que adoro por su paisaje, su gastronomía y el talante de la gente en la calle. Además está San Sebastián, que es una de las mejores ciudades de la península, y Bilbao, que me parece muy literaria. Ha habido momentos en que el País Vasco era percibido, desde el resto de la Península, como la antesala del infierno, por la violencia fascista de algunos nacionalistas y un execrable terrorismo que no tenía ni la más mínima justificación y que parece que ahora está en sus horas bajas. Desbancado el P.P. del poder, una fuerza que ha sido víctima en el País Vasco de una razzia intolerable, pero que ha crispado la política nacional, sobre todo en los últimos años, se abre una vía de esperanza. Desde Catalunya se entiende muy bien al País Vasco y se comparten sus aspiraciones, pero deben ser los vascos los que tienen que decidir sobre su futuro libremente y sin chantajes de ningún tipo.
P.: Durante los locos años Veinte, San Sebastián y su Gran Casino fue el equivalente al Las Vegas de la Vieja Europa. ¿ Cree que ha marcado en algo el carácter de la ciudad?
R.: Creo que sí, sin duda, pero las comparaciones con Las Vegas resultan odiosas. San Sebastián siempre ha sido una ciudad con un extraordinario glamour, como Cannes o Montecarlo. Nadie hubiera podido entrar en el Gran Casino de San Sebastián con rulos o en camiseta. El ritual del juego en Europa es muy distinto del que existe en Estados Unidos, que en todo tiende a la desmesura: se atracan comiendo porquería del mismo modo que se atracan perdiendo dinero a mansalva ante una asquerosa máquina tragaperras.
P.: El juego y la apuesta están muy arraigados en el carácter vasco. El mus, ¿ puede llegar a ser tan adictivo-autodestructivo como el póker o la ruleta?
R.: Bueno, al menos lo fue para el padre de Urtain, que murió a causa de una brutal apuesta que Juan Bas narra en su novela "La cuenta atrás". El talante de los tipos que se reúnen al lado de una mesa de juego del bar de toda su vida a echar una partidita, en la que pierden o ganan de forma moderada mientras comen un pincho de tortilla y se beben un clarete, es muy distinto al espíritu que reina en Las Vegas en donde millones de seres solitarios, ensimismados, se autodestruyen ante las máquinas tragaperras sin comunicarse más que con la chica que los abastece de alcohol para que sigan perdiendo dinero. En el País Vasco el juego es un rito social que puede tener alguna vez una mala consecuencia; en Las Vegas es una puñetera droga que conduce al vacío.
P.: Además de la literatura, ¿ qué clase de juegos prohibidos practica con más asiduidad?
R.: Necesito el contacto con la Naturaleza y me apetece hacerlo siempre a solas, sin nadie a mi alrededor, perderme por bosques, valles y montañas. A veces me meto con mi cuatro por cuatro por pistas suicidas de los Pirineos, llenas de obstáculos, medio cortadas, y tengo una tendencia peligrosa a no dar nunca un paso atrás, lo que me puede llevar alguna vez al fondo de un barranco. Cuando me marco una meta, y hablo de la montaña, siempre llego hasta ella, me cueste lo que me cueste, y eso no sé si es un defecto o una virtud.
P.: Y, volviendo al azar y al destino, José Luis Muñoz, ¿ hace caso de los estúpidos mensajes que se ocultan dentro de las galletitas chinas?
R.: Los restaurantes chinos son lugares muy curiosos, un mundo aparte. En un restaurante chino de Nueva York vi que tenían en la pecera de la entrada un pescado muerto, en descomposición, quizá porque el local fuera una tapadera de otra cosa y no necesitaran comensales. En otro de ellos me encontré que en el fondo de la taza de café, algo que sólo veías una vez vaciada, había una explícita imagen pornográfica en color grabada sobre la porcelana. Lo de los mensajes escondidos en las galletitas es algo por lo que se vuelven locos los yanquis que se lo creen como si fuera su horóscopo. Lo introduje en la novela como una especie de guiño al lector, una pincelada de humor negro, negrísimo.
R.: Bueno yo busco en un libro que me secuestre, que me atrape en sus páginas, que no me deje salir de ellas, y eso es algo que sucede muy de tarde en tarde. Se hace, desde mi punto de vista, una literatura muy light, que deja indiferente. No basta con escribir bien, porque al escritor eso se le supone, como el valor al militar. La literatura tuvo una época de esplendor en el siglo XIX, con Balzac, Zola Dickens, Tolstoi, Dosteievsky, etc. que buscaban trascender con sus obras, lanzar mensajes morales de calado, ejemplarizantes. Ahora se hace mucha literatura de consumo, de leer y tirar.
P.: ¿ Qué tres títulos recientes nos aconsejaría especialmente?
R.: En la última Semana Negra cargué con un montón de libros de la mítica Etiqueta Negra, pero claro, no son actuales. Bueno, hay un libro actual que me ha gustado bastante, de un escritor inglés llamado John Burdett, "Bangkok 8", que es original dentro de sus planteamientos de thriller: policía budista, reencarnaciones, serpientes como armas homicidas y travestis en vez de mujeres en un Bangkok bastante creíble que reconozco. Hay un libro, que no es actual, pero es una novela negra extraordinaria, que es "Papel picado" del argentino Rolo Diez, al que han dado este año el premio Dashiell Hammett muy merecidamente, una crónica en clave policial de un perseguido por la dictadura argentina que huye por varios países de Sudamérica, que está prodigiosamente bien escrito. Y hay un libro de un autor vasco, Juan Bas, una novela inspirada en el juguete roto Urtain, "La cuenta atrás", que me parece modélica y con la que me identifico literariamente porque habla de un perdedor.
P.: ¿ Sus tres clásicos de cabecera son...?
R.: "Rayuela" de Julio Cortazar, aunque en realidad todos sus libros me apasionan, especialmente uno de los últimos escrito a cuatro manos con Carol Dunlop, "Los autonautas de la cosmopista"; "La mirada del observador" de Marc Behm, que creo que es la mejor novela negra que se haya escrito nunca, y "Bajo el volcán" de Malcom Lowry, una novela que me conmocionó por su forma y su contenido. Bueno, y me dejo "Lolita" de Nabokov.
P.: ¿ Cuál es su paraíso particular?
R.: Empiezo a sospechar que los únicos verdaderos paraísos se encuentran en nuestra cabeza. Yo recreé en "La pérdida del Paraíso" un lugar edénico que se corrompió en cuanto llegaron los conquistadores españoles, la América precolombina, y con esa novela confieso que toqué el Paraíso de una forma muy vívida mientras la escribía, algo que espero haber transmitido al lector. El mundo, gracias a la aviación, se ha vuelto pequeño y accesible y viajar es algo que se está convirtiendo en un asunto gregario. La Polinesia se parece a la idea que tengo yo de Paraíso, pero presumo que cuando vaya no va a estar a la altura de lo imaginado, que es la Polinesia que contempló Fletcher Christian, el del motín de la Bounty, o la que idealizaba de niño sosteniendo un cromo que me salió de una chocolatina con una hermosísima tahitiana con un fondo de cocoteros que daría cualquier cosa por recuperar. No obstante viajar es otra de mis pasiones y creo que la mejor forma de gastar el dinero. Paraísos que haya pisado hay dos; uno cercano, el Valle de Arán, aunque ha perdido sus vacas y su masificación no augura nada bueno, y el otro lejano, la isla de Ko Pee Pee en Tailandia.
P.: ¿ Y su infierno personal?
R.: El deterioro físico y mental me aterra. El no poder hacer una caminata de siete horas por el Valle de Arán, que me conozco palmo a palmo, por ejemplo, o la incapacidad por escribir a causa de alguna enfermedad mental.
P.: Su visión del País Vasco, ¿ es compatible con El Jardín de las Delicias de El Bosco?
R.: Bueno, tengo una percepción positiva sobre el futuro del País Vasco, que es un territorio que adoro por su paisaje, su gastronomía y el talante de la gente en la calle. Además está San Sebastián, que es una de las mejores ciudades de la península, y Bilbao, que me parece muy literaria. Ha habido momentos en que el País Vasco era percibido, desde el resto de la Península, como la antesala del infierno, por la violencia fascista de algunos nacionalistas y un execrable terrorismo que no tenía ni la más mínima justificación y que parece que ahora está en sus horas bajas. Desbancado el P.P. del poder, una fuerza que ha sido víctima en el País Vasco de una razzia intolerable, pero que ha crispado la política nacional, sobre todo en los últimos años, se abre una vía de esperanza. Desde Catalunya se entiende muy bien al País Vasco y se comparten sus aspiraciones, pero deben ser los vascos los que tienen que decidir sobre su futuro libremente y sin chantajes de ningún tipo.
P.: Durante los locos años Veinte, San Sebastián y su Gran Casino fue el equivalente al Las Vegas de la Vieja Europa. ¿ Cree que ha marcado en algo el carácter de la ciudad?
R.: Creo que sí, sin duda, pero las comparaciones con Las Vegas resultan odiosas. San Sebastián siempre ha sido una ciudad con un extraordinario glamour, como Cannes o Montecarlo. Nadie hubiera podido entrar en el Gran Casino de San Sebastián con rulos o en camiseta. El ritual del juego en Europa es muy distinto del que existe en Estados Unidos, que en todo tiende a la desmesura: se atracan comiendo porquería del mismo modo que se atracan perdiendo dinero a mansalva ante una asquerosa máquina tragaperras.
P.: El juego y la apuesta están muy arraigados en el carácter vasco. El mus, ¿ puede llegar a ser tan adictivo-autodestructivo como el póker o la ruleta?
R.: Bueno, al menos lo fue para el padre de Urtain, que murió a causa de una brutal apuesta que Juan Bas narra en su novela "La cuenta atrás". El talante de los tipos que se reúnen al lado de una mesa de juego del bar de toda su vida a echar una partidita, en la que pierden o ganan de forma moderada mientras comen un pincho de tortilla y se beben un clarete, es muy distinto al espíritu que reina en Las Vegas en donde millones de seres solitarios, ensimismados, se autodestruyen ante las máquinas tragaperras sin comunicarse más que con la chica que los abastece de alcohol para que sigan perdiendo dinero. En el País Vasco el juego es un rito social que puede tener alguna vez una mala consecuencia; en Las Vegas es una puñetera droga que conduce al vacío.
P.: Además de la literatura, ¿ qué clase de juegos prohibidos practica con más asiduidad?
R.: Necesito el contacto con la Naturaleza y me apetece hacerlo siempre a solas, sin nadie a mi alrededor, perderme por bosques, valles y montañas. A veces me meto con mi cuatro por cuatro por pistas suicidas de los Pirineos, llenas de obstáculos, medio cortadas, y tengo una tendencia peligrosa a no dar nunca un paso atrás, lo que me puede llevar alguna vez al fondo de un barranco. Cuando me marco una meta, y hablo de la montaña, siempre llego hasta ella, me cueste lo que me cueste, y eso no sé si es un defecto o una virtud.
P.: Y, volviendo al azar y al destino, José Luis Muñoz, ¿ hace caso de los estúpidos mensajes que se ocultan dentro de las galletitas chinas?
R.: Los restaurantes chinos son lugares muy curiosos, un mundo aparte. En un restaurante chino de Nueva York vi que tenían en la pecera de la entrada un pescado muerto, en descomposición, quizá porque el local fuera una tapadera de otra cosa y no necesitaran comensales. En otro de ellos me encontré que en el fondo de la taza de café, algo que sólo veías una vez vaciada, había una explícita imagen pornográfica en color grabada sobre la porcelana. Lo de los mensajes escondidos en las galletitas es algo por lo que se vuelven locos los yanquis que se lo creen como si fuera su horóscopo. Lo introduje en la novela como una especie de guiño al lector, una pincelada de humor negro, negrísimo.
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Este es mi nuevo blog: http://cuentosdelperegrinopurpura.blogspot.com/
Saludos!