DIARIO DE UN ESCRITOR
En
la República Independiente de Arán suceden cosas muy extrañas. En ocasiones,
bastantes, creo encontrarme en una republica marxista (de Groucho). Sé de mi
poca afición al futbol, de la que no me avergüenzo pero tampoco estoy
orgulloso. Los colores y la adscripción ciega a un equipo me pueden. No hay
cosa que más me divierta que oír a alguien que ganaron, metieron tantos goles y
sudaron la camiseta. ¿Desde el sofá de su salón de estar? El último partido de
fútbol lo vi con Juan Bas, en la Semana Negra, con sendos gin tónic en la mano,
y porque iba a ganar España en el Mundial. Pero no soy sordo, y ayer por la
noche los estampidos de los cohetes, muchos, y las tracas nocturnas me hicieron
sospechar que el Barça habría ganado a alguien y lo celebraban. Sorpresa mayúscula cuando
enciendo el televisor a la mañana siguiente y compruebo que el Real Madrid
batió al equipo del exquisito Guardiola. Arán celebra la victoria de los
merengues. ¡Fantástico! Me gusta esta tierra de nadie, de sí mismos, que tiene
supermercados que se llaman Madrid, apellidos España en cada pueblo,
procesiones por Semana Santa y socios del Real Madrid en cada esquina. Los
araneses son, primero, araneses; segundo, franceses; tercero, españoles; y, a
la fuerza, catalanes. Gentes de la montaña que hablaban euskera hace siglos. Creo
que soy consecuente conmigo mismo al fijar mi residencia aquí, en una población
regida por un marbellí.
Con eso de los libros y Sant Jordi me paso el día subiendo y bajando, buena parte de mis horas en la carretera que va de Arán a Barcelona, de la que conozco cada curva, hasta las copas de los pinos afectadas por la procesionaria. Ayer, sin ir más lejos, estuve siete horas conduciendo que se me hicieron leves escuchando música de Kurdistán por Radio 3, que imagino cerrarán por los recortes. Bajé a Barcelona, firmé tres libros, tres, pero a cambio compartí una comida agradable con Joaquím Carbó, entrañable colega al que hacia lustros no veía (él sigue más o menos igual; yo no) y Pep Albanell, con el que nunca había coincidido. Apunté, mientras comíamos carne a la brasa en el restaurante de la sede social de La Caixa, que la buena literatura se escribía siempre sobre el fracaso. Nadie escribe sobre un personaje de éxito, sobre alguien al que las cosas le van insuperablemente bien (¡qué aburrida es la felicidad!) y las grandes y pequeñas obras de la literatura universal giran casi todas alrededor del fracasado, el infeliz, el marginado… El perdedor tiene un encanto del que carece el triunfador. Estuvieron de acuerdo mis colegas y durante la comida literaria afloraron algunos autores como Coetzee (Me enteré de que el protagonista de la extraordinaria La edad de hierro es blanco cuando yo estaba convencido de que era negro, lo que quizá me mueva a releer la genial novela del premio nobel sudafricano) y Paul Auster, de quien recomendé su Diario de invierno que ninguno de ellos había leído.
En mis viajes Arán/Barcelona/Arán, que hice ayer sin cansarme ni darme cuenta (podría ganarme la vida como conductor ya que no me la gano como escritor) advertí, tanto en la bajada a la gran urbe como en la subida (no fue una alucinación) que han vaciado buena parte de los pantanos del alto Pirineo. Acostumbrado a la visión de esos maravillosos embalses que reflejan en sus aguas los bosques de los alrededores, me quedé perplejo cuando los vi literalmente vacíos. ¿Adónde fue esa enorme cantidad de toneladas de agua que los llenaba? No la vi en el pantano siguiente, ni en el otro. Tampoco acierto en la causa de haberlos vaciado. ¿Prevén un deshielo brutal que los llene a rebosar? ¿Pasan sed en Barcelona? Misterios. Pero pensé automáticamente en Chinatown de Polanski.
No vino Mademoiselle Bonnaire a este Sant Jordi avanzado en Arán, al que la invité, sin éxito. Había quedado con unos amigos para divertirse con unos juegos de guerra con pistolas de pintura. Entrenamiento para lo que puede venir. Me juró que no había votado a Sarkozy, ni a nadie, que se había abstenido, a pesar de que ella me criticaba cuando yo me abstenía en las elecciones españolas. Hablamos de futuras excursiones cuando mejore el tiempo, de ir a los lagos de Liat tomando la ruta que parte de Sant Joan de Torán, cuando la nieve se funda. La intrigué con los tres regalos que le tengo guardados y le iré entregando progresivamente.
Llovizna.
Las nubes cubren casi todo el Valle. Y me bebí yo solo media botella del
txacolí que compré días atrás en La Trastienda. Esas cuatro copas me tumbaron
en la cama de la que me levanto a las ocho de la tarde, muerto de frío. Tendré que cortar leña y avivar un buen fuego.
Comentarios
Te dije que tendrías éxito con los canapés, pero mejor que fueran con lo libros.
En fin, que otra cosa es que se hablara alguna lengua con fondo común al euskera.
"Merengones" , procesiones que me dan yuyu , clima frio ..
..ufff. Ni hablar ¡¡
Enhorabuena y le deseo que mañana más.
Cada vez me enamoro mas de El Valle. Lo del futbol (quetampoco me gusta) es definitivo ;-)
El domingo fuimos a la Feria del Libro de Vetusta-2 y te echamos de menos, aunque nos consolamos escuchado a Andrés Neuman reivindicando los cuentos.
Un abrazo