LITERATURA / ESA PUTA TAN DISTINGUIDA, DE JUAN MARSÉ
ESA PUTA TAN
DISTINGUIDA
Juan Marsé
¿Qué decir de la última
novela de Juan Marsé? ¿Qué decir del
autor de Últimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse, La muchacha de las bragas de oro, Un día volveré, Si te dicen que caí, Rabos de
lagartija; del hombre que no tiene pelos en la lengua y dice lo que piensa;
del anarquista del Guinardó que odiaba a Baltasar
Porcel; del jurado del premio Planeta que se levantó de la mesa diciendo
que la novela de María de la Pau Janer
que se llevaba el galardón era una mierda; del niño que contaba aventis y se empeña en contarlos cuando
tiene nada menos que 83 años?
Quizá habría que coger
alguno de los párrafos de su propia novela y guardar silencio: La forma no se adecuaba al contenido y las
palabras seguían empeñadas en no decir lo que debían, sobre todo en ese
párrafo, sinuoso y lleno de vacuas resonancias. ¿Habla de sí mismo mientras
escribe Esa puta tan distinguida? ¿Juan Marsé haciendo metaliteratura como
Enrique Vila-Matas? No es lo suyo.
Juan
Marsé es uno de nuestros más grandes narradores y el Cervantes en 2009 premió tardíamente su valía
literaria. El escritor barcelonés, al margen de su prestigio literario, es un
referente ético. Juan Marsé tiene
muy buenas novelas en su haber y yo creo que a los escritores, como a los
cineastas, se les tiene que juzgar por los aciertos, porque si juzgásemos a John Huston por la totalidad de su
vasta filmografía y no por La jungla del
asfalto, Vidas rebeldes o Mobby Dick, nos veríamos obligados a
suspenderlo; y lo mismo nos pasaría con Clint
Eastwood cuyas cuatro obras maestras brillan en un mar de mediocridades.
Quien lea Esa puta tan distinguida, un juego
literario con el que Juan Marsé
designa a la memoria, la suya, y a la protagonista femenina de esta novela (una
puta que alivia al proyeccionista de cine Delicias mientras está viendo Gilda y acaba estrangulada con los
rollos de la película) se va a encontrar con una de las peores novelas del
escritor del Guinardó. Le falta a esta historia, negra y paródica, empuje
literario y capacidad de enganche para satisfacer al lector de Juan Marsé. Abusa el escritor
barcelonés de guiños, buscando complicidades, e intenta ser gracioso sin
conseguirlo, algo que resulta letal, y acaba aburriendo mortalmente en cuanto
se vuelve reiterativo en la nostalgia por los viejos cines de barrio de
programación doble. Carga, como no, contra el independentismo, cayendo en una
premeditado desfase temporal ya que en el año narrativo 1982 no existían esos
personajes de los que se ríe ni el secesionismo catalán estaba en su momento
álgido, pero bienvenida esa licencia—RUFIÁN y TARDÁ, afamada pareja de payasos volatineros y
saltimbanquis. PILAR RAJOLA, contorsionista verbal y cómica radiofónica.
PATRICIA GARBANCIO, aplaudida intérprete de tango-sardana. —y no consigue
hilar con coherencia narrativa una historia que es literatura dentro de
literatura (un tipo, Juan Marsé,
escribe un guion sobre un suceso del pasado: el crimen del cine Delicias
ocurrido en 1948) y que parece una venganza personal del escritor hacia las
desdichadas versiones cinematográficas de sus novelas, desdichadas, seguramente,
porque no eran trasladables al celuloide y fracasaron tipos como Vicente Aranda, Jordi Cadena o Fernando
Trueba.
Una cosa mantiene Juan Marsé incólume: su habilidad para describir físicamente a sus
personajes heredada de Señores y señoras.
Nuestro asesino era un hombre que andaría
en los sesenta y aparentaba muchos más, de escasa estatura y más bien canijo,
pero muy tieso todo él, como arañando centímetros en el aire con la cabeza, el
cuello largo y estirado y los hombros caídos, con un rictus amargo en la boca y
el pelo negrísimo teñido y repeinado hacia atrás. Bien, pero poco para una
novela de 235 páginas que no tiene personajes sino simples bocetos caricaturescos.
Siempre
he creído que la verdad, en la ficción como en la vida, brota a veces del
sinsentido y se nos ofrece como un regalo. No es precisamente un
regalo, sí un sinsentido, el que nos ofrece Juan Marsé en Esa puta tan
distinguida, su peor novela, a la altura, o quizá por debajo, de El amante bilingüe.
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