LITERATURA / LA RABIA DEL PEÓN, DE JERÓNIMO GARCÍA TOMÁS
LA RABIA
DEL PEÓN
Jerónimo García Tomás
España, con la crisis, se volvió un país de expatriados, y
algunos de estos acabaron en cárceles infectas del Tercer Mundo por elegir
caminos equivocados. Una especie de Españoles
por el mundo, terrorífico, que recogía entrevistas de seres olvidados en
basurales carcelarios por haber traficado con drogas y haber sido detenidos,
parece estar en el origen de esta novela que tiene un título muy adecuado.
Vuelve al valenciano Jerónimo
García Tomás a golpearnos con un relato negro duro, La rabia del peón, merecedor del premio de novela Ateneo Mercantil
de Valencia, que ganó en su primera edición, y lo hace con la pericia, el dominio
de la técnica narrativa y la administración de los recursos genéricos que tan
bien conoce desde que se estrenara con el libro de relatos carveriano Trama de grises.
El peón a que hace referencia el título de la novela se
llama Román, y es un tipo solitario y de pocas palabras, que lo ha perdido todo,
familia incluida, y regenta el pub Glady’s por encargo de Tormo, su jefe, un
narcotraficante valenciano que tiene diversos locales y puticlubes. Román es un
ser física y moralmente destrozado del que el autor valenciano ofrece una escalofriante
descripción física: Una nariz que parecía
un pedazo de cartílago cocido y puesto a secar. Como la sobra que se deja apartada
en el borde del plato, y que si no se tira a la basura se da de comer a los
perros. Apenas tenía tabique, y la carne se le hundía en el rostro de manera
desigual. Cuando unos sicarios colombianos asesinan a Samantha, una de sus
camareras, Román empieza a atar cabos y a comprender que hace años le engañaron
cuando hizo de mula y acabó chupando nueve
años de cárcel en uno de los penales más duros de Colombia, el de Bellavista, y
esa rabia por el engaño sufrido le moverá a ajustar cuentas con todos los
implicados.
La novela de Jerónimo
García Tomás (Valencia, 1977) es muy visual; se nota que su autor es técnico
en Imagen y Sonido, ha rodado un corto, El
arma, y ha sido ayudante de dirección de un largo sobre las niñas de
Alcasser pendiente de estreno. La primera
bala hizo añicos la botella de whisky reserva, que no había llegado a guardar,
antes de perforarle el vestido de lentejuelas camino del vientre. La segunda le
entró por el ojo izquierdo y salió rompiendo la caja craneal, expulsando parte
del cerebro hacia los estantes de bebidas…
Describe Jerónimo
García Tomás con tanta precisión los escenarios en descomposición en los
que se sitúa la trama de la novela — Las paredes alicatadas estaban
llenas de boquetes en los sitios donde los conductos de agua y gas habían estado
atornillados. Había montones de azulejos rotos por el suelo y los bancos de
aluminio tenían una espesa capa de mugre—como a sus personajes marginales —Se había levantado del sofá donde estaba el
conductor. Llevaba un vestido plateado muy corto. Tenía unos profundos hoyuelos
junto a las comisuras de los labios. El pelo rizado a la altura de las orejas.
Bebía a sorbitos cortos, mirándolo por encima del vaso de plástico.
Jerónimo García Tomás
construye un thriller tan violento como absorbente, sin dar tregua al lector en
una trama que asciende por escalones manchados por la sangre de personajes que
no se redimen por sus acciones y dominan a la perfección el léxico binario de
la violencia: morir o matar. Recuerda en algunos momentos La rabia del peón a la novela mítica de Donald Westlake A Quemarropa
y a la versión para el cine que de ella hizo John Boorman, incluso en esos tiroteos que hacen añicos cristalerías
y botellas. Román, el protagonista implacable y despiadado, que no perdona esos
nueve años pasados en el infierno de una cárcel colombiana en donde se fraguó toda
su tragedia personal —En Bellavista, la capacidad para reaccionar ante el horror había sido
extirpada de su ser. Fuera, su suerte ya no dependía de la astucia o de las
buenas relaciones que estableciese, sino de cuánto estuviera dispuesto a
sacrificar de su propia humanidad—, podría tener perfectamente el aspecto brutal de Lee Marvin, pero con la nariz
destrozada que burbujea y nos remite a un personaje lynchiano.
La prosa de Jerónimo
García Tomás es descriptiva, lacónica y remite a imágenes. Los diálogos son
secos y cortantes y tan efectivos como los silencios o las miradas. Román
podría medirse con Le samurái de Jean Pierre Melville; incluso película
francesa y novela negra valenciana comparten una cierta estilización en su
formalismo elegante. No hay en La rabia
del peón incisos sentimentales que humanicen a personajes acostumbrados a
lidiar en el límite de la vida y a suprimir esta sin ambages. Puro género
negro, sin matices, escorado a una acción que deja sin respiración al lector.
Jerónimo García Tomás
arma un thriller negro perfecto y realista alrededor de la venganza. Si hay algo
que no perdona un mafioso es el engaño. Su Román puede pasar a la galería de
los personajes más escalofriantes del género negro patrio. Lean, pero con
cuidado.
La novela sobre
los años del plomo.
los años del plomo.
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