LITERATURA / EL NEGRO, EL NANO Y LA MUERTE, DE JOSÉ VACCARO
EL NEGRO, EL NANO
Y LA MUERTE
José Vaccaro
Hay una frase, en algún lugar de este
libro, imaginativa, además de divertida, que nos habla de la relatividad del
delito: Delito es fumarse un porro en la
Rioja y también, por contra, beberse un Rioja en Marruecos. Verdad como un templo.
José Vaccaro, el abogado y arquitecto
que llegó a una edad madura a la literatura, y así nos ahorró titubeos de
juventud, abandona a su personaje
habitual José Jover, ese conseguidor que bucea en las entrañas de la corrupción
en buena parte de sus novelas, para adentrarse en un territorio mucho más
personal y pretérito, el de una educación rígida y encorsetada que marcó a su
generación y la laminó.
A Pedro Bellmunt, una suerte de bon vivant que ejerce de negro en
una editorial —Mi trabajo es el de corrector orto-tipográfico, gramatical y de estilo.
O dicho en roman paladino, arreglar, maquillar, poner acentos y conjugar verbos
de los manuscritos que previamente a su publicación las editoriales me hacen
llegar—, le cae en las manos, por obra y gracia de su hermano que lo
encuentra al vaciar el piso materno, el
manuscrito de un lejano pariente llamado Felipe Polanco, un diario que narra el
infierno sufrido por ese muchacho,
educado en la época más dura del nacional catolicismo, internado en
las Escuelas Pías de Manresa y sometido a un acoso por sus compañeros de clase—Balcells
cogió un vaso, se desabrochó la bragueta y a la vista de todos orinó dentro,
para luego: —Anda, bébetelo. Si lo
haces, recuperarás las sábanas— y
que vive su despertar a la sexualidad
como un trauma y termina sacrificándose ante lo insoportable que es estar en
pecado permanente y que todo lo que le apetezca lo sea.
Con un punto de ironía, no exento de unas
dosis de crueldad, el autor de La granja
o Barcelona Paradís hurga en un
pasado oscuro, el de esa educación traumática que sufrió buena parte de la
población de España, seguramente trufada por experiencias personales propias,
en esta novela que en realidad son dos. Por una parte el lector se encontrará con
el trabajo prosaico de lo que es un negro
literario que debe rehacer, y hasta reescribir, el texto inacabado de una
antigua gloria literaria, Juan Casajuana, en horas bajas para mejorar un
manuscrito infecto, clonando el estilo y supliendo su falta de facultades. —Por
cuestiones que no vienen al caso Juan no está en situación de culminar la
escritura de eso —su índice apuntó al original abierto—. Y en cuanto a usted,
creemos que es la persona adecuada. Le pagaremos bien, muy bien. Mi marido hace
seis años que no publica y sus lectores y su editor —Payés se removió en la
silla—, están ansiosos por poner sus ojos en una nueva novela suya— para una editorial, mientras le
absorbe la lectura de ese diario que cae en sus manos.
El día a día de Felipe Polanco en ese
internado, su relación onanista con el sexo a través de las revistas
pornográficas que los chavales intercambian —No me extrañaba que la
celulitis de aquellas gabachas despertase tanta expectación, llenando los
bolsillos del tal Cerdán, el Pajillista,
un apodo que no necesita aclaración porque de la mano —nunca mejor
dicho—, de los “París-Hollywood”, el señor Onán debía campar a sus anchas por
el internado. Durante la Dictadura la visión de una señora o señorita en cueros
no ya en vivo y en directo, sino en papel cuché, distinta de los óleos de Las
Tres Gracias de Rubens o la Maja Desnuda de Goya en blanco y negro —y eso con
suerte—, era un sueño imposible de materializar— tiene su contrapunto con la vida más o menos regalada de Pedro
Bellmunt —Tres timbrazos como contraseña de que ha llegado su amante y pide paso
franco —los rituales hay que respetarlos—, abre y atravieso el umbral con una
bolsa de La Farga o de Tagliatella conteniendo lo que, pasado por el microondas
y acompañado de una botella de moscato o turbio será nuestra comida del día.
Entre mordisco y sorbo de vino damos un repaso a la actualidad del país
(Gürtel, Urdangarín, Independència y Operación Púnica) con incursiones al
extranjero (Siria, Snowden, Ucrania), un café de comercio justo y un Macallan,
y como fin de fiesta dos horas en su cama de seis palmos soltando lastre,
hablando menos y obrando más. —
A esos dos personajes que se interrelacionan a través del vínculo de la lectura
que hace el uno sobre el otro, les toca vivir una época oscura en la que todo era
pecado y estaba prohibido, pero mientras Pedro Bellmunt sobrevive a ese
período, su pariente Felipe Polanco no lo consigue.
Hay en el texto, que excede los límites de
lo que es una novela negra, buenas dosis de ironía, a través precisamente de su protagonista el Negro Pedro
Bellmunt, sobre esa relación, muchas veces tóxica, entre el editor y el
escritor y recoge alguna de las máximas al respecto de un autor de culto como Manuel Vázquez Montalbán, que le viene
para apuntillar lo dicho, que en el mundo en el que el dios mercado lo puede todo, lo literario sobra o molesta: Hasta los
treinta años vivía para escribir, a partir de entonces escribo para vivir. El especial momento que vive la literatura, sujeta a modas, y el concepto de autoría, en horas bajas,
están muy presentes en la última novela de José
Vaccaro que es también una denuncia de los tiempos que vivimos con una cultura
menospreciada: La distancia que separa a
un corrector de textos de un negro existe, pero la línea que los separa no es
nítida. En ocasiones, y no trato de justificarme por la decisión que tomé, los
cambios que me veo obligado a introducir en los manuscritos significa
reescribirlos de cabo a rabo, sin que lo que cobro exceda de 1.000 euros, una
ínfima parte de lo que se me ofrecía. Al igual que si en alguna ocasión mi
intervención correctora ha sido mínima debido al buen hacer del autor—algo que
solo ha sucedido dos veces en mis t6 años de profesión—, el editor me ha
aplicado una rebaja en mis honorarios. Insisto: Es lo que hay.
Por último, en lo que es un tercer plano
narrativo y el más negro y siniestro, el autor intercala en el relato sus experiencias
en el club de lectura Los penitentes
que puso en marcha con el también escritor Ramón
Valls en la cárcel Modelo de Barcelona— En lo que respecta a la profesión de
gavetero es conocida la historia de un interno condenado por haber matado a su
casero al que luego despiezó, congeló y finalmente cocinó e ingirió a pequeñas
dosis en forma de estofado. Con ese antecedente no es de extrañar que el buen
hombre tuviera una especial predilección por el churrasco que todos los jueves
forma parte del menú de la Modelo, teniendo por costumbre pedirle a Rosendo, el
gavetero de la mesa a la que está destinado, que le sirviera ración doble. Así
hasta que un día Rosendo —esa mañana le había dicho su abogado que desestimaron
su recurso, razón por la cual estaba de muy mal yogurt—, harto de su exigencia,
le soltó: —A partir de hoy te voy a poner a régimen de verdura. ¡Ya has comido
bastante carne! —.
José Vaccaro
construye con oficio situaciones y personajes, domina los diálogos, perfila con
ellos a estos e introduce cuñas de desenfadado humor para relativizar el
dramatismo—Ese mediodía tenía cita con Jana. Con la posición del misionero como
punto de partida, el 69 de número límite y el morro de bacalao de plato
obligado —menuda tríada—, la temperatura de nuestra relación había subido
varios grados y eso se notaba, solo habían pasado dos días de la escena de Hugo
Boss Men y ya nos echábamos de menos, mi testosterona y sus feromonas pidiendo
guerra. —
Puede ser Pedro Bellmunt un alter ego de su
creador —Cogí las libretas y las devolví al mismo sitio de donde las había
sacado, emparedadas entre “Tintín y el Unicornio” de Hergé y “El mundo de
ayer”, de Stefan Zweig. Con lo dicho se entenderá que el orden que preside mi
biblioteca no responde a ningún canon establecido, más bien es un antecedente
de la teoría del caos— y Felipe
Polanco, el que pudo ser y finalmente, por fortuna, no fue—El cilicio ha tenido la virtud de alejar de
mí los malos pensamientos, es mil veces más efectivo que la oración. Mi mente y
mi cuerpo saben que en cuanto vuelven las pesadillas, me castigo ciñéndolo y
causándome dolor. No me preocupan las heridas que me provoco, es más, siento
placer cuando arranco las costras aún tiernas y veo manar la sangre. Sé que
estoy haciendo lo que debo—.
El mal, ese eje sobre el que gira la novela
negra, está en las cárceles, adonde van a parar monstruos como Camargo, el
asesino múltiple de niñas —Les saco el corazón y me lo como porque es
el órgano del amor, además de que no hay dos iguales. Yo estoy enamorado de
esas niñas cuando las hago mías, y es la forma de perpetuar nuestra unión.
Guardo memoria de todas ellas. Cierro los ojos y las reconozco una por una—y el mal colectivo en esa educación
nacional católica que laminó a toda una generación y a la que no sobrevive
Felipe Polanco pero sí Pedro Bellmunt y José
Vacaro.
Disfruten de esta novela de José Vaccaro, El negro, el nano y la muerte porque leerán tres novelas (la historia
del Negro, la del Nano y los microrrelatos escalofriantes de los internos de la
Modelo) por el precio de una y es un libro sobre nuestro pasado reciente, el tercer
volumen de la colección de Ediciones Atlantis Sed de Mal que se inició con una
vasta antología que reunía a lo más granado del género negrocriminal de España.
Euskadi
en los años del plomo. Ha llegado la democracia a España pero ETA sigue matando
y el estado desencadena una guerra sucia contra ellos a través de los GAL. El
socialista Enrique Casas es asesinado por los Comandos Autónomos
Anticapitalistas, una escisión ácrata de ETA (pm), mientras ETA (m) asesina al
general Quintana Lacaci en Madrid. En ese contexto crispado y violento, el
joven Ugaitz, es admitido en el entramado de la Organización para participar en
acciones armadas en una arriesgada decisión que toma la banda terrorista: el
joven bilbaíno es hijo de un alto mando del ejército español, el teniente
coronel de Intendencia Rodrigo Méndez destinado en el cuartel de Garellano.
Ugaitz, apadrinado por Ander, un viejo amigo de su cuadrilla, disuelta por
desavenencias ideológicas, se adentra en esa vorágine violenta que durante
tantos años sacudió a la sociedad vasca y tanta muerte y dolor causó y emprende
un camino sin retorno que le conduce a una encrucijada dramática.
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