SOCIEDAD / EVO


Evo


Pasó en México hace muchos años, pero creo que es extrapolable a cualquier rincón de América Latina. Se trataba de una comida que daba una acaudalada banquera mexicana, que había heredado la entidad financiera de su difunto marido (era el Día de los Muertitos y ahí estaba el altar del finado con su vasito de tequila y sus dulces) y había sido invitado a ese encuentro entre vips de la élite blanca que llegaban en sus coches de alta gama y sus avionetas privadas (la finca tenía pista de aterrizaje, un monte, carretera privada que comunicaba el lujoso edificio de invitados, en el que se celebraba el evento, con la mansión familiar, kilómetros adentro). Eran gente de una educación exquisita, cultura enciclopédica  y modales aristocráticos. Algunos de ellos reivindicaban su alto linaje que venía de los tiempos de la conquista, herederos de los capitanes de Hernán Cortés que se repartieron el territorio mexicano. La comida era fabulosa, y el servicio de camareros, un ejército de uniformados de blanco, extraordinario. Los nietos de la anfitriona, que jugaban alrededor de la gran mesa del banquete, dispuesta bajo una gran carpa en un jardín, estaban al cuidado de un ejército de niñeras, una por niño. En el exterior de la finca, una guardia pretoriana, armada hasta los dientes, aseguraba la vida holgada y la tranquilidad de los que habitaban en ese oasis de lujo en medio de un país de miserables.


Mi presencia allí, en ese ambiente tan exclusivo, venía dado por haber publicado en México, con relativo éxito, la trilogía del Descubrimiento "La pérdida del Paraíso" en editorial Planeta. Tener a un escritor español prestigiaba la escala social de esa mesa. Algunos hasta habían leído mis tres libros y hablaban bien de ellos.


En un momento de la comida, a los postres, hablamos del libro, del descubrimiento y de la conquista de América por parte de España. Apunté que, mientras en las colonias británicas de América del Norte, el actual territorio de Estados Unidos, la conquista había tenido aires de genocidio, los indígenas sobrevivientes se podían contar con los dedos de las manos y estaban recluidos como especie protegida en las reservas luchando, no contra el general Custer sino contra los estragos de la diabetes y el alcoholismo, en lo que se conoce como América Latina los españoles habían respetado la vida de los nativos y hasta se habían mezclado con ellos dando lugar al mestizaje. La respuesta de uno de esos ilustres invitados, un personaje barbado y con aspecto imponente al que sólo le faltaba calzarse en la cabeza un capacete y desenfundar un mandoble, me miró fijamente y me dejó descolocado con sus palabras: “Eso fue lo que hicieron mal, precisamente, los españoles”.


Las élites de América Latina, las de México, Ecuador, Venezuela, Bolivia, con las poblaciones indígenas más numerosas del continente (en Chile y Argentina son residuales), no soportan que estos, identificados como los parias de sus sociedades, lleguen a los gobiernos y pongan en peligro sus privilegios de clase. Si en Venezuela esas élites, con el apoyo de Estados Unidos, han fracasado de forma estrepitosa, en Bolivia han consumado un golpe de estado cívico militar que les ha salido redondo. Con la excusa de un posible fraude electoral (Evo Morales se comprometió a convocar nuevas elecciones en vano) la derecha más recalcitrante, dirigida por los oligarcas gasísticos de Santa Cruz cuyas empresas había nacionalizado el gobierno democrático del MAS, liderados por Luis Fernando Camacho (Macho Camacho), un Jair Bolsonaro a la boliviana, y el apoyo de una buena parte de la población que lame las cuchillas de sus verdugos (los trabajadores que en España votan a VOX envueltos en la bandera serían nuestro equivalente nacional), organizaron el caos para que el ejército llamara al presidente electo a abandonar el poder. Se consuma así un golpe de estado en Bolivia y se pone fin al mandato de los indígenas en el país andino, una noticia que ensombrece la liberación de Lula da Silva en el Brasil de Jair Bolsonaro o la victoria peronista de Argentina. Europa calla ante este atropello a la democracia, la misma Europa que chilla ante Maduro, y la izquierda pierde uno de sus más valiosos referentes. Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, un continente que, como África, tiene la maldición de tener recursos naturales ingentes y chacales dispuestos a hacerse con ellos.




Comentarios

catedra B ha dicho que…
Excelente! Comparto totalmente!

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