CINE / LA FLAQUEZA DEL BOLCHEVIQUE, DE MANUEL MARTÍN CUENCA

 


El lolitismo pasado por el tamiz de una narración oscura de Lorenzo Silva en la que se basa Manuel Martín Cuenca (El Ejido, 1964), el director de Caníbal y La hija, entre otras, para ofrecernos un film perturbador que orilla la pederastia.


Pablo López (un Luis Tosar de cejas adelgazadas) es un yupi bastante despreciable obsesionado por el asesinato de la familia de los zares por los bolcheviques (de ahí el título). Cuando su vehículo choca con el de una pija madrileña, Sonsoles (Mar Regueras), se propone acosarla telefónicamente para divertirse, pero se cruza en su camino su hermana adolescente María (María Valverde) y entre el adulto y la chica se establece una relación muy especial que roza la pederastia.


Lo mollar de este film es esa relación platónica (todo hace suponer que dejará de ser platónica cuando la chica alcance la mayoría de edad la quinceañera) entre María, que coquetea abiertamente con el adulto sabedora de su poder de seducción, y este que por fin encuentra algo luminoso que lo saca de su monótona existencia. Si en Lolita de Vladimir Nabokov el adulto cae en las redes de la adolescente perversa y materializa su deseo, en la película de Manuel Martín Cuenca, y en la novela de Lorenzo Silva, no se produce ese roce físico, aunque las miradas entre ambos sean muy elocuentes. María deja que Pablo la contemple en traje de baño mientras cruza la piscina; María acude a diario a su cita con ese extraño hombre que le miente en su nombre y en su identidad (le dice que es policía). Hasta que la fatalidad irrumpe en ese idilio, la historia de amor vira al negro.


Curioso film transgresor de atmósferas malsanas con un personaje seductor en pantalla que la trasciende. La primera interpretación de María Valverde, en estado de gracia absoluta, metida a fondo en su papel, fue la mejor de toda su carrera; lamentablemente luego esta se eclipsó después de debut tan brillante.  La flaqueza es una rareza, aunque alguna de sus secuencias (el desenlace sin ir más lejos) deje mucho que desear.







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