CINE / TÉ NEGRO, DE ABDERRAHMANE SISSAKO
Ni el pretendido exotismo
de la propuesta del director mauritano Abderrahmane Sissako (Kifa, 1961), ni su
excelente fotografía, ni su inicio con esa joven y rebelde Aya (Nina Melo) que
dice no a una boda concertada en Costa de Marfil para trasladarse a China e
iniciar a Cai (Chang Han) en el ritual del té negro, consiguen fascinar al
espectador a pesar de que esa es la principal meta del realizador. Que el
director de la excelente Timbuktu no consiga otra cosa que bombardearnos con
bonitas imágenes y lentos rituales sin hilo que las relacione y que esto
termine por desencantar a un espectador que espera más sustancia de esa
relación interracial entre una joven y guapa chica negra y un atractivo
oriental es culpa de un guion inexistente que hace que la película se tambalee
a los cinco minutos y navegue por el mar de la nadería más absoluta. Más allá
de la fotografía de Aymerick Pilarski no hay nada en esta coproducción entre
Francia, Mauritania, Luxemburgo, Taiwan y Costa de Marfil que, en un momento
determinado, cuando el chino Cai se desplaza a Cabo Verde en busca de una hija
perdida, se anima algo con la voz de Cesária Évora.
Hay, en el moroso
largometraje algún apunte acerca del racismo chino cuando la familia de Cai le
sorprende con una visita intempestiva que podría entroncarse en la cada vez
mayor presencia del gigante asiático en el continente africano y su
colonización económica, pero la crítica no va más allá de la superficie. Cuando
termina la película se tiene la sensación de la vacuidad más absoluta
sencillamente porque hay muy poca historia que contar y esta podría haberse
resumido en quince minutos no en ciento once.
Treinta
y un relatos llenos de negritud, salvajes, distópicos, poéticos y fantásticos, ambientados en Barcelona, la
Costa Brava, la Costa del Sol, Ibiza, el Valle de Arán, Valencia, Granada,
Múnich, La Habana, Buenos Aires, Texarkana, Nueva York y Nueva Orleans, en los
que el humor se cruza con la violencia, y esta con el erotismo, y por los que
campan a sus anchas sicarios, psicópatas, atracadores, violadores,
revolucionarios, policías, torturadores, nudistas, travestís, prostitutas,
cocineros, reos, suicidas, pintores, justicieros y pirómanos. Los
infiernos es un cóctel literario explosivo servido por uno de los maestros
del genero negro español.
Comentarios