CINE / LA MÚSICA DE RYUICHI SAKAMOTO, DE STEPHEN NOMURA SCHIBLE
Los genios no mueren,
aunque desaparezcan. Si Miguel Ángel Buonarroti está muy presente en sus
extraordinarias esculturas imperecederas, el japonés Ryuichi Sakamoto (Nakano,
1952), que dejó este mundo en marzo del 2023, sigue vivo en el sinfín de
extraordinarias composiciones musicales que nos dejó para emocionarnos.
La música de Ryuichi
Sakamoto es un documental que está a la altura de su
personaje. El autor de la banda sonora de la película de Nagisha Oshima Feliz
Navidad Mr. Lawrence, y protagonista junto a David Bowie, nos conduce por
los vericuetos de su creatividad en 2017, cuando ya se le había detectado un
cáncer de laringe y era consciente de su fecha de caducidad: Quizá me queden
seis años, dice en uno de sus momentos de lucidez ante la cámara. Y acertó.
El creador, con
mayúsculas, debe de ser un tipo obsesivo que se casa con su arte y sacrifica su
vida personal, y el genial Sakamoto, que empezó como músico pop en una banda
musical de música electrónica Yellow Magic Orquestra en 1978 tocando el teclado,
lo era las veinticuatro horas del día, hasta cuando soñaba, con la creación
musical. Del joven músico salido de conciertos multitudinarios al compositor
excelso y extremadamente versátil que era capaz de convertirse en músico hindú
y explorar el alcance del sitar en El pequeño Buda, componer
electrizante música árabe para El cielo protector o explorar en la
solemnidad de la grandiosa naturaleza en El renacido.
Posiblemente el japonés,
muy vinculado al séptimo arte, admirador de Jean Luc Godard, haya sido el mejor
compositor de bandas sonoras del cine, a la altura de John Barry, John Williams
o Hans Zimmer, un clásico capaz de en cuarenta y cinco minutos, como le pidió
Bernardo Bertolucci, de crear una nueva introducción genial a El cielo
protector que acompaña una de sus escenas más emotivas, cuando los
personajes que encarnan John Malkowich y Debra Winger se dejan extasiar por ese
desierto rojizo que se abre ante sus pies y se quitan las gafas para gozar del extraordinario
espectáculo. El compositor japonés puso su talento musical a películas de
Andrei Tarkowski, Brian de Palma, Nagisha Oshima, Pedro Almódovar, Takashi
Miike, Alejandro González Iñarritu y, por supuesto, Bernardo Bertolucci y ganó
dos Oscar con dos de sus filmes: El último emperador y El cielo
protector.
El documental de
Stephen Nomura Schible (Tokyo, 1970) empieza en Fukushima, con un piano que
milagrosamente se salva del tsunami y que el compositor afirma que ha sido
afinado por las fuerzas de la naturaleza. Al hilo de ese instrumento que toca,
del que extrae notas extraordinarias, Sakamoto habla de su preocupación por la
energía nuclear, se define como activista radical contra el cambio climático,
participa en numerosas manifestaciones que denuncian la labor depredadora del
ser humano y se pasea con un traje hermético por el escenario de esa doble
tragedia de la naturaleza y la civilización que sacudió Japón.
La música está en la
naturaleza que el depredador humano no respeta. Sakamoto pasea, grabadora en
mano, por un bosque para captar sus sonidos, lo que le dicen las ramas de los
árboles, los arroyos, la lluvia. La música de esa agua que cae sobre su cabeza,
y que, para escucharla, se encasqueta un cubo para captar el sonido preciso de
las gotas estrellándose contra el metal. La música que surge de la cuna del
mundo, y por ello el compositor japonés viaja a África, a las raíces de la
humanidad, escucha sus ritmos ancestrales de los que toma nota. Asistimos al
trabajo del Sakamoto mezclador, electrónico, que trabaja en su estudio
neoyorquino incorporando sonidos a su enorme paleta musical: el que hace una
taza rozando un disco giratorio, el de un arco de un violín sobre un platillo,
distorsionándolos, porque era un artista atento, innovador, en continuo proceso
de creación desde que se levantaba hasta que se acostaba. Ya no tengo tantas
fuerzas, dice un Sakamoto de pelo blanco que ya no es el músico compulsivo
de su juventud capaz de componer varias bandas sonoras en un año.
La película de Stephen
Nomura Schible resulta un documento extraordinario para entender a ese artista
genial creador de composiciones que pasarán a engrosar la historia de la música
con mayúsculas, en permanente renovación e inventor de sí mismo como un Picasso
de las corcheas y semicorcheas. Pero de este repaso por la vida de este creador
que es La música de Ryuichi Sakamoto me quedaría quizá con su viaje a la
Antártida y su obsesión por los sonidos de la naturaleza que le lleva a grabar el
sonido del hielo que se deshace por el cambio climático, el lamento de esa
naturaleza que el hombre se empeña en destruir, y allí nace el tema Glacier
que incluye dentro de su impresionante álbum Out of Noise.
Para los que amamos y
echamos de menos a Ryuichi Sakamoto, nos hemos emocionado con su música, el
documental de Stephen Nomura Schible es una pieza fundamental, un homenaje, una
ventana para adentrarse en la rica personalidad de ese músico comprometido y
eterno.
Treinta y
un relatos llenos de negritud, salvajes, distópicos, poéticos y fantásticos, ambientados en Barcelona, la
Costa Brava, la Costa del Sol, Ibiza, el Valle de Arán, Valencia, Granada,
Múnich, La Habana, Buenos Aires, Texarkana, Nueva York y Nueva Orleans, en los
que el humor se cruza con la violencia, y esta con el erotismo, y por los que
campan a sus anchas sicarios, psicópatas, atracadores, violadores,
revolucionarios, policías, torturadores, nudistas, travestís, prostitutas,
cocineros, reos, suicidas, pintores, justicieros y pirómanos. Los
infiernos es un cóctel literario explosivo servido por uno de los maestros
del genero negro español.
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