CINE / NO OTHER LAND, DE BASEL ADRA
Centrados en la hecatombe de Gaza en donde los palestinos
son asesinados a millares por el estado genocida de Israel, nos olvidamos de la
situación en la Cisjordania ocupada y este pequeño documental nominado al Oscar,
muchas de cuyas imágenes han sido grabadas por el teléfono móvil de su
director, un joven activista palestino llamado Basel Adra que recoge imágenes
del expolio que sufre su pequeña aldea a manos de los soldados israelitas y de
los colonos armados, es un testimonio de primera mano de lo que sucede en un
país que, pese al reconocimiento internacional, sencillamente no existe.
Basel Adra, siguiendo la estela combativa de su padre que,
en un momento de la grabación es detenido, utiliza su móvil como testigo
notarial de todo lo que sucede a su alrededor en ese terreno yermo en donde se
erigen una docena de modestas viviendas que una a una van siendo demolidas por
los bulldozer, y así vemos como esa maquinaria destructiva que siempre acompaña
al ejército ocupante (en Gaza hacen un mano a mano con los tanques para demoler
lo poco que queda en pie) arrasa corrales sin importarle los animales vivos que
haya dentro, viviendas que llevan allí decenas de años edificadas, escuelas y
cómo las protestas pacíficas, pues los habitantes de esas poblaciones
residuales no son miembros de Hamás ni de ninguna otra organización armada, son
reprimidas con gases lacrimógenos y disparos (uno de los jóvenes heridos, tras
ser alcanzado por las balas del ejército, queda paralítico y finalmente muere).
No other land habla de la insultante impunidad con que actúa ese binomio
ejército / colonos para amputar las vidas de quienes siempre habitaron esas
tierras a los que someten con todo tipo de vejaciones y arbitrariedades (les
ciegan los pozos de agua para impedir que rieguen y puedan beber de ellos, les
derriban los postes de electricidad para que no puedan tener luz en los
hogares, les prohíben circular por sus propias carreteras…) en lo que es una
calculada guerra psicológica para aplastarlos y convertir sus vidas en un
infierno y dejen esas tierras que han sido suyas desde sus ancestros.
En medio de ese panorama de desolación que debe avergonzar
al mundo, la esperanza aparece puesta en Yuval Abraham, un activista israelí
que se pone al servicio de la causa palestina para denunciar con sus medios la
política de tierra quemada que ejerce su país sobre la población civil de
Cisjordania y traba una relación de amistad y solidaridad con el director de
este documental Basel Adra. Aún hay una minúscula rendija de esperanza entre
estos dos pueblos secularmente enfrentados cuando alguien que pertenece, a su
pesar, a los victimarios, abraza a las víctimas, las comprende y las acompaña
en su dolor. No hay otra tierra para los
palestinos que resisten.
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