LITERATURA / LARGA NOCHE VALENCIANA
Conocí a Raúl Núñez en
una noche de vino tinto (fui amigo de José María Nunes, el más proletario de la
Escuela de Barcelona, ese grupo de cineastas pijos que hacía cine gauche divine
frente al mesetario de Carlos Saura, Mario Camus, Basilio Martín Patiño,
Francisco Regueiro...) tras una feria del libro de Valencia del pasado siglo,
la primera a la que asistía, por cierto, con el bautismo de mis dos novelas El
cadáver bajo el jardín y Barcelona negra. En esa taberna del centro
histórico, próxima a la catedral y ligeramente oscura, que literalmente
vaciamos de botellas (entramos a las siete de la tarde y salimos a las siete de
la mañana), el grupo salvaje (guiño a Fernando Marías y a Mariano Sánchez
Soler) estaba integrado por Silverio Cañada, mi editor por entonces,
Ricardo Muñoz Suay (con quien luego iba a coincidir cuando gané la Sonrisa
Vertical), Paco Camarasa (cuya librería Negra y Criminal de la Barceloneta se
convirtió en un centro social de los escritores de novela negra de la Ciudad
Condal hasta su temprana muerte), Ferrán Torrent (con el que no volví a
coincidir), Juan Madrid, mi amigo del alma, y él, Raúl Núñez, y yo, por supuesto. Los
siete magníficos.
Si había alguien que
encajara perfectamente en el arquetipo de escritor maldito, ese era el
argentino expatriado que vino acompañado de una chica a todas luces menor de
edad, con las medias rotas y los brazos agujereados de picotazos. Núñez se
enamoraba de las prostitutas que conocía y eso le llevó a un temprano fin.
Estuvimos libando toda la noche, y hablando por los codos, en ese ambiente
bohemio en el que pronto me sentí, a pesar de mi bisoñez (era un crío con poco
más que 33 años, la edad perfecta en la que todo ser humano debiera plantarse) como
pez en el agua. Todos éramos bastante jóvenes, por entonces, excepto Silverio
Cañada y Ricardo Muñoz Suay, que era el mayor de los siete. Había también una
chica rubia bastante espectacular que vino del brazo de Ferrán Torrent y salió
del de Juan Madrid. Así es que sí, hubo tensión erótica en esa reunión en donde
corrió la cerveza, el vino y el coñac.
De esa farra alcohólica
solo sobrevivimos tres: Juan, Ferrán y yo. Algunas de las novelas de Raúl
Núñez, Sinatra (Francesc Betriu) y La rubia del bar (Ventura
Pons), se llevaron al cine con notable éxito. No sé qué hizo el argentino con
el dinero que le dieron porque vivía por entonces en una miserable pensión de
la Plaza Real (eran los tiempos de Ocaña y Nazario que reinaban de forma
indiscutible por la zona sur de la Rambla) y se declaraba pobre de solemnidad.
El tipo vivía a salto de mata. Años después, cuando Raúl Núñez murió a
consecuencia del SIDA, Alfons Cervera se hizo cargo de uno de sus manuscritos
inéditos, Fuera de combate que, junto a toda su obra anterior, ha
recuperado la editorial Efe Eme para curiosos de este autor inclasificable cuya
vida corría pareja con su producción literaria.
Raúl Núñez fue personaje
de dos de mis relatos, el que hace referencia a esa noche valenciana interminable
y se publicó en la revista Interviú, y otro que apareció en la antología Poetas
del crimen. Por la paz de la editorial Alrevés coordinada por Mariano
Sánchez Soler y Carlos Salem, y de mi novela sobre el comando Barcelona de ETA Tu
corazón, Idoia que le dediqué a título póstumo.
Siempre que me reúno con
Juan Madrid sale él en la conversación y nos preguntamos quién pagó
la cuenta de esa lejana noche valenciana.
LA HISTORIA QUE NO SE CONTÓ DEL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA: LA SUERTE DE LOS 39 MARINEROS QUE HUBO DE DEJAR CRISTOBAL COLÓN EN LA ISLA DE LA HISPANIOLA, LA NOVELA ÉPICA, HISTÓRICA Y DE AVENTURAS QUE HA INSPIRADO LA SERIE QUE SECUOYA FILMS HA RODADO PARA RTVE.







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