LITERATURA / ASÍ FUE LA MUERTE DEL CAZADOR, DE DANIEL BADOSA MORIYAMA

 


Dentro de lo que se conoce como novela histórica, la que se circunscribe a la Prehistoria supone un subgénero en el que prima más la aventura y la imaginación que el rigor científico. Hay sagas míticas como la de El clan del oso cavernario, de Jean Marie Auel, En busca del fuego, de J.H. Rosny, que tuvo una magnífica adaptación cinematográfica de la mano de Jean Jacques Annaud, Madre Tierra, padre Cielo, de Sue Harrison, y entre los autores patrios Lorenzo Mediano, Antonio Pérez Henares con Nublares y La canción del bisonte y yo mismo, si me lo permiten, con La diosa del hielo.


Así fue la muerte del cazador, de Daniel Badosa Moriyama (Madrid,1989), licenciado en psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y profesor de escritura creativa. que nos ofrece Ediciones del Transbordador es una novela coral inspirado en el ensayo La teoría de la bolsa de la ficción de Ursula K. Le Guin y, sobre todo, una narración sobresaliente por su originalidad temática y por la forma en que está contada. Una narración en la que intervienen un sinfín de personajes: Allí estabais todos: mi hermano mayor Özgü el carnicero, su hija Ürum la recolectora de miel, su otro hijo Ürik el tallador, mi hermana Öini la trenzadora con sus dos amantes Äksa y Tülut, mi hermana pequeña Amäna y su amante Präva, su hija Älma la pequeña que nació sin brazos pero que conoce bien el ritmo de las palabras, y al final mamá-Äggma, la cocinera a la que llaman boca-en-sangre.

 

Blandiendo sus mejores palabras y su más leal lanza, se adentró en el bosque de los árboles de arena y buscó al dios, pero fue el deambulante quien lo encontró a él. La novela gira en torno a la muerte de ese cazador cazado a que hace referencia la narración. Un día te despiertas Y tu padre el cazador ya no está presente. sólo queda un cuerpo enterrado en sal y con un agujero en el estómago. Nada más. Y de Älma, la nieta díscola que no tiene brazos— Y quizá por eso desobedezco a mi familia desde que empecé a caminar por este mundo. A desafiar a las mismas historias que me quieren guiar. A recordar bien lo que se me dice porque no tengo nada más que ofrecer a mi familia— del difunto que comienza a contar la historia de su abuelo y del grupo. Mi abuelo era terco como una montaña. Lo sé porque yo soy igual. Soy su nieta más feroz, la primera de todas. A través de esa nieta rebelde —Porque yo no quería ser escaladora para recoger miel. yo quería ser cazadora para recoger sangre— vamos conociendo a todos los personajes de viven en el valle de la sal. Esta es la sal con la que enterramos al cazador. y será mi fuego el que cocine este banquete en su nombre. y serán mis llamas las que llenen de humo y de luz este hogar de fracasos que han encontrado su utilidad.


Daniel Badosa Morimaya retrata a ese pequeño grupo humano prehístorico que vaga por el valle de la sal —La sal que da nombre a nuestro valle— en busca del dios deambulante, seguramente el mamut, —El dios deambulante tenía sus colmillos, que crecían con cada etapa de la luna hasta ser tan grandes como las cimas de las montañas en las que habitaba— que de vez en cuando se cobra una víctima: el abuelo. Quiero encontrar la herida y escucharla ¿Quién sabe? Quizás si me acerco lo suficiente podré escuchar la historia del cazador que te ha dado muerte. Quiero encontrar la herida y escucharla ¿Quién sabe? Quizás si me acerco lo suficiente podré escuchar la historia del cazador que te ha dado muerte.


Supe que sería carnicero desde que vi tu cuerpo derribado por primera vez y toqué tu carne, y tu grasa, y tus huesos. Ese es un microcosmos en el que cada uno tiene sus funciones. Cazadores, recolectores, carniceros, y por supuesto, las trenzadoras. Somos hijos e hijas de la primera que aprendió a crear ligaduras de lo aparentemente frágil e inservible. Unos cazan, otros ofician como carniceros: Yo no me noto distinto. Sigo perdiéndome entre tus deambulantes entrañas sin forma fija. Sigo perdiéndome en cada trozo de carne roja y brillante y llena de grasa. Navegando por los órganos que voy sacando con mis manos y en los olores que emiten para retorcerme la nariz.


Así fue la muerte del cazador es una novela antropológica que arroja bastante luz a una época oscura de la que no se tienen excesivas noticias que no sean las de los hallazgos arqueológicos. Daniel Badosa Moriyama nos habla de los ritos gastronómicos —Muerta la carne cuyo intenso sabor a sal y a humo embriaga. Cada fibra del músculo del dios deambulante es masticada entre mis dientes, y no puedo dejar de pensar en la lanza de piedra que corta del abuelo que derribó al dios deambulante por última vez y nos lo trajo para que nos lo comiésemos—; de los ritos funerarios —Cuando enterramos al abuelo en sal no pude evitar sentir que estaba desnudo sin su lanza—; de esa lanza sin la que no puede ser enterrado el abuelo: Buscar la lanza en los bosques y las montañas del valle era tan inútil como encender un fuego bajo el río.


 Dicen que los comefuegos nunca caminan por el valle sin tres cosas: fuego en sus estómagos, historias en sus bocas y sal en sus sacos. Así fue la muerta del cazador nos remite a la oralidad, a esos relatos que los hombres primitivos que habitaban las cuevas se debían contar al calor del fuego en las largas noches invernales. Los cazadores recordamos todas las historias que ya ocurrieron y que necesitamos para volver con alimento en nuestras manos. Y es Älma, la niña sin brazos, la que atesora en su cabeza los recuerdos del grupo y así es útil al grupo: Pero me queda algo por recolectar. un recuerdo de este momento. una historia para ser guardada y contada de nuevo en el futuro.


Daniel Badosa Moriyama retrata una sociedad panteísta para la que los elementos, sol, lluvia, cielo, luna, son dioses, y hasta los animales que cazan tienen esa condición y establecen con ellos una forma de diálogo: No sirve sólo estirar de golpe, debemos conocer la forma del tendón, de este dios que caminó apenas hace un día para ofrecernos su cuerpo.


Así fue la muerte del cazador es una novela tan original como bien escrita. Raíz en espiral, flor aplastada, guijarro azul, historia tapada. Daniel Badosa Moriyama nos lleva unos cuantos miles de años en este relato sorprendente que escribe como si fuera el relato oral de Älma, su protagonista, la contadora de cuentos, la que atesora la memoria del grupo. Esta noche nos quedaremos todos alrededor del fuego y de las cenizas del cazador, contando historias nunca antes recordadas. Compartiendo el fuego que se eleva al firmamento y el ritmo de nuestras palabras. Comiendo el estofado en la cueva de las lágrimas hasta que nuestros vientres brillen satisfechos durante toda la noche sin luna. Y es Älma la que, en un momento determinado, miente, ficciona, inventa la literatura: Mi boca se llena del vivo sabor de la mentira. Del que llena mi boca, empapa cada rincón de mi cuerpo y hace que me estremezca. Adoro este nuevo sabor. Adoro esta nueva historia.


LA HISTORIA DE LA INICIACIÓN DE UN NIÑO EN LA PREHISTORIA Y DE CÓMO LA CURIOSIDAD Y EL ANSIA DE CONOCIMIENTO SON CAPITALES PARA SU DESARROLLO Y CRECIMIENTO EN UN HÁBITAT HOSTIL PLAGADO DE PELIGROS, 


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