LAS PELÍCULAS

LA CINTA BLANCA
Michael Haneke


“Tengo un sexto sentido para detectar el dolor cuando miro el mundo que me rodea" decía Michael Haneke en una entrevista reciente. Y acierta en su afirmación el director austriaco nacido en Alemania, porque pocos directores hay en el universo cinematográfico, quitando a Lars Von Trier, cuya filmografía transite de forma tan insistente por los tortuosos senderos del dolor humano. Las dos versiones de Funny Games, Caché, La pianista y La cinta blanca así lo confirman.

Puede que sea Haneke uno de los últimos autores que le quedan al cine europeo en cuanto se defina autor como artista que tiene un universo propio, fabricado a partir de sus propias obsesiones, y un lenguaje diferenciador que claramente lo identifica, y seguramente sea La cinta blanca, rodada después de la demoledora versión inglesa de Funny Games, uno de sus experimentos más fascinantes. El espectador que paladee las imágenes de este film, las que muestra su director, y las que oculta, que son tan importantes como las explicitadas, se va a encontrar con una película facturada con un clasicismo absoluto, cercano al cine de Dreyer o Bergman, rodada en un blanco y negro perfecto, sin grises-es una elección simbólica y moral – y provista de una hondura argumental que deja poso y hace reflexionar una vez se abandona la sala.

Apropiándome de un título de Bergman La cinta blanca, ganadora de la última Palma de Oro en Cannes y del Premio a la Mejor Película Europea y clara candidata a recibir el óscar a la mejor película extranjera, es El huevo de la serpiente, porque con la disección que realiza Haneke de esa aldea rural, enclavada en el centro de la Alemania profunda de 1913, justo antes de la I Guerra Mundial, en donde la aparentemente buena relación entre sus habitantes se ve enturbiada por una serie de hechos inexplicables y de una enorme crueldad, estamos viendo el caldo de cultivo que propició el nacimiento del nacionalsocialismo, el mal en su estado más puro. La rigidez de las costumbres, la religiosidad extrema, el ascetismo, la disciplina, el castigo físico como elemento educacional, incidirán sobre la comunidad infantil del pueblo que no hará otra cosa que reproducir los códigos que reciben de sus mayores y aplicarlos a los más débiles: los torturados convertidos en torturadores en este cuento moral y aleccionador.

Varias cosas sorprenden agradablemente en la película de Haneke, dejando aparte su factura impecable por donde las bellísimas imágenes fluyen y atrapan visualmente al espectador, como son la perfecta definición de los personajes de este drama coral, dibujados desde el primer trazo, todos, salvo el médico que resulta ser luego uno de los más tenebrosos y execrables personajes de ese cosmos - la extrema humillación a que somete a su amante es uno de los momentos más duros del film-, y la extraordinaria naturalidad de sus actores interpretándolos, la mayor parte de ellos no profesionales y muchos niños, que bordan con precisión sus papeles y nos trasladan con sus miradas y sombras a esa oscura época de la humanidad en la que Europa experimentaría las dos gigantescas sangrías de sus dos guerras mundiales consecutivas.

Fiel a sus principios cinematográficos, Haneke no filma el dolor, sino que lo sitúa fuera de plano, como ya hiciera con la violencia en Funny Games: el campesino llorando la muerte de su esposa en un encuadre soberbio en el que sólo se ven las piernas inmóviles de la mujer y el hombro estremecido del viudo; los castigos corporales que aplica el pastor a sus hijos, filmados sobre la puerta cerrada tras la que tienen lugar; los gemidos de angustia de una hija, que sufre abusos sexuales por su padre, dibujados en un plano largo del hermano mayor deambulando por la casa oscura, guiado por el lamento de la niña.

“Generalmente, mis películas no están dirigidas a la crítica ni a la audiencia. No formulo respuestas ni cierro finales felices. Quiero que cada cual trabaje con su propia inteligencia. Son películas perturbadoras y sombrías, no son comerciales ni las realizo para complacer a nadie más que a mí mismo” dice Haneke en una contundente declaración de principios.

La cinta blanca es una obra perfecta, cautivadora, puntillosa y fascinante que confirma a Haneke como uno de los mejores directores del cine europeo y digno heredero de los grandes maestros que ya no están.
JOSÉ LUIS MUÑOZ

3 DÍAS
F. Javier Gutiérrez


Resulta casi patológico ver el trato con que ciertas películas del cine español gozan en salas, premios y los circuitos del mundo del cine. Es sintomático de esta industria defender a capa y espada a ciertos actores y directores de nuestro universo geográfico, mientras que a otros se los ignora. Hablo por ejemplo de una excelente cinta de cine negro rural como fue la inadvertida La noche de los girasoles de Jorge Sánchez Cabezudo, o la que aquí nos ocupa.

3 días se basa en una sencilla pero atractiva premisa en la cuál un meteorito se avecina de forma inexorable hacía la Tierra. Esta situación, mil veces recreada en el cine de Hollywood, lo aprovecha su director F. Javier Gutiérrez para construir un inteligente y emocionante thriller. Por lo tanto el espectador no debe buscar ni explosiones, ni aparatosos colapsos (estamos hablando de un filme de bajo presupuesto), lo que hace Gutiérrez es introducirnos en la piel de Ale, un desganado chico de pueblo que ocupa su tiempo haciendo chapuzas para los vecinos, no obstante la llegada de Lucio, un ambiguo y desconcertante personaje maldito de la aldea, modificará su escala de valores y lo empujará a tener que defender a las hijas de su hermano ante este peligroso personaje.

El filme empieza situándonos utilizando ciertos recursos genéricos del filme de catástrofes, y es en esta parte dónde padece un poco por la ambición. Como por ejemplo en la retransmisión televisiva del secretario general de la ONU anunciando el fin de la humanidad, ahí Gutiérrez peca un poco de su experiencia, algo que logra contrarrestar rápidamente cuando introduce la trama en los parámetros del thriller asfixiante, acongojante y emocional. Incluso en ciertos momentos donde la cámara no tiene más remedio que presentar ese fin de la tierra con el acercamiento del meteorito, la película sorprende por el inteligente uso de sus limitados efectos especiales, y cómo la cámara los realza o los eclipsa según convenga.

En el terreno del thriller este joven director se sustenta en una realización lúcida, donde la cámara subraya esa situación de intranquilidad y miedo que rodea a Ale y sus sobrinas con la llegada del extraño inquilino. Una sensaciones que transmite al espectador gracias a su notable fotografía y a la excelente composición de personajes que logran Victor Clavijo y Eduard Fernández en sus respectivos roles.

3 días es un filme de bajo presupuesto, que parte de un concepto sencillo pero con posibilidades narrativas, y que logra estrujarlas al máximo mediante un uso inteligente y poderoso de los limitados recursos de los que dispone. Consiguiendo en ocasiones secuencias de gran poderío, que consiguen resaltar cómo las circunstancias y el entorno que vive el protagonista le pueden hacer modificar su escala de valores, a pesar de que la inminente llegada de un meteorito la debería resquebrajar. Sin duda, 3 días se merecía un mayor reconocimiento del que tuvo (tan solo el festival de Málaga se acordó del filme).
MARC MUÑOZ

EN TIERRA HOSTIL
Kathryn Bigelow



La estadounidense Kathryn Bigelow recalca mediante una frase al inicio de En tierra hostil que la guerra es una droga. Y precisamente algo de adictivo y destructivo se desprende en su último filme, centrado en los avatares de la profesión más jodida (si me perdonan) de este mundo.

En tierra hostil (The hurt locker) enfoca su mirada en el día a día de una brigada estadounidense de desactivación de explosivos, un cuerpo de élite que debe librar su particular batalla contra la incertidumbre y el peligro que rodea un territorio hostil como el de Irak. El grupo acoge con escepticismo la llegada del temerario sargento James (Jeremy Renner), un alocado artillero capaz de lo mejor y lo peor.

La película es un tour incendiario al infierno de Irak. Una ruta por la tragedia, el miedo, la locura, la desconfianza extrema y otros males que definen la estampa de este país de Oriente Medio. Un tour guiado por tres peculiares soldados de esta brigada, cada uno con sus excentricidades, y eclipsados por el enfermizo y disparatado sargento James, al cual Renner saber aportarle toda su presencia, con un físico rudo, y al que además le sugiere ciertos matices gracias a su notable interpretación que brilla por encima de un sorprendente reparto, donde actores como Ralph Fiennes y Guy Pearce ejercen roles testimoniales.

Uno de los logros que hay que reconocerle a la directora de Días extraños es su habilidad para transmitir al espectador la adrenalina que corroe bajo los vasos sanguíneos de James. Lo hace utilizando las armas que mejor domina; una realización de puro nervio, inquieta, en constante movimiento, y siempre buscando el plano inestable para remarcar lo inseguro de una situación igual de temible por el impacto de las bombas que por los encuentros con insurgentes camuflados entre la población civil.

Es indudable que Bigelow consigue, y con creces, su objetivo de transmitir al espectador toda la angustia, la tensión, el terror, y la desazón que rodea a los militares enviados a la guerra de Irak. Pero la ex mujer de James Cameron cae en cierto deja vu narrativo con una trama plana, que no tiene puntos de avance, sino que se representa más como el adentrase en distintas misiones con la brigada (como si se tratase de misiones de un videojuego), que en explicarnos una verdadera historia. No es que esto incida negativamente en la cinta, pero sí que uno espera algo más a lo largo de ella, más cuando en cierto momento se insinúa una buddy movie con tintes de thriller.

También se le debe agradecer a la directora su apuesta por obviar los discursos morales, y los juicios sobre el tema. Bigelow pretende sumergir al espectador en el horror de la guerra, en la tensión de los artilleros, y en el miedo y la angustia que los rodea, y en su empeño, no recalca su subjetividad sobre el conflicto.

Una película dura y áspera, con escenas realmente impactantes y crudas, pero que logra mantenerte enganchado a la butaca mediante el acertado juego de una tensión dilatada y adictiva. Es pura droga, y puro cine.
MARC MUÑOZ
HIERRO
Gabe Ibáñez


La fascinante isla canaria de Hierro se convierte, por arte del realizador Gabe Ibáñez, en un escenario de pesadilla por el que deambula una bióloga marina atormentada, interpretada por Elena Anaya, que ha perdido a su hijo durante una travesía en ferry, y la recorre de arriba abajo obsesionada por su posible secuestro y sospechando de todos sus habitantes. En su deambular obsesivo desentrañará el misterio de otro niño desaparecido en la isla en extrañas circunstancias, después de un accidente de tráfico en el que queda malherida la madre, pero no dará con su hijo.

Hierro bebe directamente, y sin engaños, de la reciente crónica de sucesos. A la memoria del espectador, mientras la ve, le vendrá el caso del niño desaparecido sin dejar rastro en una isla Canaria, Jeremy, o el de aquel otro suceso, mucho más antiguo, de un camión con sustancias químicas que volcó haciendo desaparecer al pasajero infantil que acompañaba al camionero. Y Hierro bebe, también, de muchos clásicos del cine de horror, recurriendo a niñas inquietantes que juegan al balón en el descansillo de un tétrico hotel, apariciones fantasmales fruto de la mente febril o a las consabidas pesadillas de las que se despierta, con el cuerpo bañado en sudor, la protagonista.

Film de terror, género muy querido por nuestros nuevos realizadores, que utiliza todos sus clichés conocidos sin aportar grandes novedades, pero que se deja ver con cierto agrado y expectación hasta su final que confirma la tragedia intuida desde el principio.

Lo peor de Hierro, aparte de su previsible historia, es la forzada interpretación de Elena Anaya que, pese a su sobreactuación y a sus gritos, no consigue hacer creíble a su personaje y el no haber sacado partido de los paisajes extraordinarios de esa bella isla tan desconocida, esto último más imperdonable.
JOSÉ LUIS MUÑOZ

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