EL RINCÓN DEL POETA

MIEDO AL AMOR
José Luis Benítez


fotografías José Luis Muñoz

Los pasados amores sólo me dejaron,
después del dolor de la extrañeza,
las pálidas figuras de un recuerdo vacío.
difuminadas en la pobre memoria.
Esa memoria que se nos revela rica
sin pertenecer a nuestra propiedad.
Aquellos amores tuvieron en mi vida
un sentido oculto que nunca vi claro,
que a mí se me escapa como sombras
que se desvanecen con la claridad del día.
Las noches son más luminosas
para acoger los supiros de mis antiguas pasiones.
A veces me ruboriza el saberme tan vulnerable,
tan sensible a la belleza de lo que se me antoja... bello.
Aquellos cuerpos
que, como copas diáfanas de un licor sabroso,
me llamaron a mojar mis labios resecos en su néctar.
Y no rechazo las propuestas ... que me presente el azar.
Me siento, y sé que lo soy, demasiado débil
ante la belleza de lo que se me aparece... hermoso
a la luz de los sentidos.
Se llama amor al placer que procura el enclaustrarse
en la vida desterrada de un instante de gozo.
Y luego se recrea con la inteligencia la sorpresa
del encierro eterno: Y sí es amor ese instante efímero.
De los grilletes que entorpecen la falsa libertad
a la que un día te decías malamente acostumbrado.
O bien eso creías, dado que no te movías del sitio
en el que estabas empotrado como un nicho velado
en la telaraña fría obscuridad de un templo.
Por eso también la seguías buscando a ella
incansablemente.
Querías a toda costa poseerla,
sin importarte el precio a pagar;
que fuera tuya y de ningún otro más en el futuro
incierto de esa unión antojadiza por demasiado
imperfecta, procelosa y llena de videncias injustificadas
cuyo origen nunca comprendiste siquiera un mínimo.
Clamar por la música que acompañara en el silencio
de los delirios de la noche que aviva la devoción.
Para luego perderse en el derroche de lo infructuoso.
El deseo te ilumina y te margina el amor.
Romper los vasos, las copas y los platos,
todo aquello que asemeja una cavidad
recipiente de los dones auriferos...
La impostura de lo ajeno penetrando en la unidad vana.
Y el resto de las noches
cubriendo con su manto las aspiraciones,
sepultados los corazones incapaces de actuar
ante la repentina visión del fracaso.
Ahora es el amor el que te ilumina y el que te margina...
el deseo.
Se suceden las olas... Y la angustia del devenir
queda sepultada en la pedregosa arena.

JOSÉ LUIS BENÍTEZ SÁNCHEZ nació el 14 de septiembre de 1951 en Cuevas de San Marcos, Málaga (España). A finales de 1965 se asienta en Madrid, obedeciendo al traslado de sus padres a la capital. En tiempos arduos -entre trabajo, lecturas y estudios-, se licencia en Antropología (Facultad de Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense). Antes de concluir la década de los sesenta se aventura a viajar por Europa, siguiendo la moda de la juventud de entonces, y realizando esporádicos trabajos en las etapas. Por estas fechas también frecuentaba las tertulias literarias del Madrid de la época, en donde la influencia del pasado artístico se mezclaba sabiamente con los representantes de las nuevas tendencias. Asímismo, recorría salas y "pubs" en donde se representaban recitales poéticos -y participando en ellos-, lo cual le supuso una experiencia de un valor incalculable para su aprendizaje de las Letras.

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