PRESENTACIONES DE LIBROS
PRESENTACIÓN EN EL FNAC DE MÁLAGAPúblico selecto y reducido en FNAC Málaga. Lectoras y amigas virtuales que se corporeizaron y tomaron asiento en el Forum de la librería malagueña, más algún caballero, cuando todavía la ciudad seguía bañada con una bonita luz mediterránea. Fue una presentación exquisita, regida por el saber hacer del presentador, José Luis Zacagnini que estuvo mordaz e ingenioso, elucubrando, puesto que en mi libro de relatos abunda la fantasía, sobre mi identidad.
─No crean que se encuentran ante José Luis Muñoz sino ante uno de sus personajes. De tanto crear tipos para sus novelas se ha convertido en uno.
El profesor de Psicología la Universidad de Málaga trazó un símil gastronómico sobre los libros a presentar.
─Les aconsejo que empiecen por el libro de relatos, si no conocen a su autor, que es como una especie de menú degustación, en donde encontrarán de todo y muy variado, y pasen luego a la novela, que es plato fuerte.
Se extendió hablando de mi curriculum literario, de la solvencia de los premios literarios que había obtenido y del aspecto visual de mi literatura, y no sólo visual.
─No crean que se encuentran ante José Luis Muñoz sino ante uno de sus personajes. De tanto crear tipos para sus novelas se ha convertido en uno.
El profesor de Psicología la Universidad de Málaga trazó un símil gastronómico sobre los libros a presentar.
─Les aconsejo que empiecen por el libro de relatos, si no conocen a su autor, que es como una especie de menú degustación, en donde encontrarán de todo y muy variado, y pasen luego a la novela, que es plato fuerte.
Se extendió hablando de mi curriculum literario, de la solvencia de los premios literarios que había obtenido y del aspecto visual de mi literatura, y no sólo visual.
─Leyendo un capítulo de La Frontera Sur, en el que un pickup avanza por una carretera desértica estuve a punto de hacer el gesto de subir la ventanilla porque me ahogaba con el polvo.
Del libro de relatos señaló uno como preferido, Una extraña herencia, que empieza como un relato muy realista y de pronto, sin saberse cómo, hace un guiño y se convierte en relato fantástico e inquietante.
Achacó el haber ganado La Sonrisa Vertical el que tan bien resueltas estuvieran las escenas de sexo. Resaltó el elemento fantástico de las narraciones que se fusionaba con lo negro y la dificultad de leer algunas páginas por su realismo, que lo conturbaba.
De La Frontera Sur dijo que era una de esas novelas que produce enganche, no se puede dejar. Que la devoró en tres jornadas y eso que es voluminosa. Que dentro hay todos los ingredientes del género y una relación muy adictiva del protagonista, el poco recomendable Mike Demon, con una chica mexicana que le lleva directamente a la perdición. Y tras recomendar encarecidamente la lectura de los dos libros, me pasó la palabra.
Del libro de relatos señaló uno como preferido, Una extraña herencia, que empieza como un relato muy realista y de pronto, sin saberse cómo, hace un guiño y se convierte en relato fantástico e inquietante.
Achacó el haber ganado La Sonrisa Vertical el que tan bien resueltas estuvieran las escenas de sexo. Resaltó el elemento fantástico de las narraciones que se fusionaba con lo negro y la dificultad de leer algunas páginas por su realismo, que lo conturbaba.
De La Frontera Sur dijo que era una de esas novelas que produce enganche, no se puede dejar. Que la devoró en tres jornadas y eso que es voluminosa. Que dentro hay todos los ingredientes del género y una relación muy adictiva del protagonista, el poco recomendable Mike Demon, con una chica mexicana que le lleva directamente a la perdición. Y tras recomendar encarecidamente la lectura de los dos libros, me pasó la palabra.
No es nada habitual, para un escritor, tener que presentar dos libros al mismo tiempo, porque dé la casualidad que dos editoriales, que no estaban confabuladas entre sí, así lo decidieran, pero eso mismo sucedió en el inicio de mi carrera literaria, en el año 1985, cuando presenté mis dos primeras novelas, El cadáver bajo el jardín y Barcelona negra que además aparecieron en la misma colección Etiqueta Negra de Júcar.
Seleccionar los relatos que deben componer un libro como La mujer ígnea y otros relatos oscuros es una labor tan ardua como peligrosa. El criterio del autor es tan subjetivo que puede invalidar su selección. Me serví, entonces, de otro baremo, más neutro y ajeno a mí: reuniría relatos premiados, escasamente difundidos, más otros que han aparecido a lo largo de los últimos años en diversas antologías y revistas. Pero corría el riesgo, bajo ese criterio de selección por el que otros —miembros de jurados o compiladores de relatos para las antologías— habían escogido mis mejores relatos, que el resultado fuera un libro disperso, un cajón de sastre temático y genérico en el que todo tuviera cabida. Una vez ordenados, y releídos, me di cuenta de que el azar había jugado sus cartas a mi favor. Todos los relatos, sin excepción, podían enmarcarse dentro de los dos géneros que más he cultivado a lo largo de mi carrera literaria, el negro y el fantástico, y algunos tenían rasgos de ambos. Además, me di cuenta de que el orden de los relatos, que yo creía fortuito, obedecía a una lógica interna precisa, que el libro se abría con un relato sobre el horror pasado, la guerra civil española, y se cerraba con otro sobre el horror presente, la llamada guerra contra el terrorismo, que el primero estaba próximo en la geografía, pero lejos en el tiempo, y el otro a la inversa, geográficamente muy lejano, pero temporalmente muy cercano.
Seleccionar los relatos que deben componer un libro como La mujer ígnea y otros relatos oscuros es una labor tan ardua como peligrosa. El criterio del autor es tan subjetivo que puede invalidar su selección. Me serví, entonces, de otro baremo, más neutro y ajeno a mí: reuniría relatos premiados, escasamente difundidos, más otros que han aparecido a lo largo de los últimos años en diversas antologías y revistas. Pero corría el riesgo, bajo ese criterio de selección por el que otros —miembros de jurados o compiladores de relatos para las antologías— habían escogido mis mejores relatos, que el resultado fuera un libro disperso, un cajón de sastre temático y genérico en el que todo tuviera cabida. Una vez ordenados, y releídos, me di cuenta de que el azar había jugado sus cartas a mi favor. Todos los relatos, sin excepción, podían enmarcarse dentro de los dos géneros que más he cultivado a lo largo de mi carrera literaria, el negro y el fantástico, y algunos tenían rasgos de ambos. Además, me di cuenta de que el orden de los relatos, que yo creía fortuito, obedecía a una lógica interna precisa, que el libro se abría con un relato sobre el horror pasado, la guerra civil española, y se cerraba con otro sobre el horror presente, la llamada guerra contra el terrorismo, que el primero estaba próximo en la geografía, pero lejos en el tiempo, y el otro a la inversa, geográficamente muy lejano, pero temporalmente muy cercano.
Se tiende a considerar al relato como pieza menor frente a la novela. Craso error. El relato es una narración cerrada sobre sí misma en la que el autor no se puede permitir el lujo de la digresión, que deja para la novela. El relato, por su brevedad, tiene que enganchar desde la primera a la última línea sin bajar la tensión. El relato, por su factura misma, por su confección en un breve lapso de tiempo, mantiene un tono y un ritmo que la novela no consigue.
El libro, a pesar de que, como he dicho anteriormente, todos sus relatos se muevan entre lo negro y lo fantástico, es diverso y nada reiterativo, porque cada pieza que lo integra, algunas muy breves, otras más largas, difieren en tema, estilo y tono.
Hay relatos de una violencia extrema; otros en los que se cuela el humor y la ironía; los hay que intentan producir escalofríos; negros sí, pero profundamente eróticos; que se mueven en los vericuetos mágicos de la literatura, que es un mundo misterioso en sí mismo; en donde el amor no se sabe si fue realidad o sueño, y quizá no importe; bélicos y de anticipación; gastronómicos e insectofóbicos; sobre el clásico atraco que se resuelve de forma imprevista; de víctimas del más espantoso genocidio; de pandilleros y psicópatas; a uno y otro lado del Atlántico; en uno y otro extremo del mundo.
Lo que sí fue totalmente personal fue la elección del título del libro, que tomé de uno de mis relatos favoritos, La mujer ígnea, que una vez que escribí y leí me di cuenta de que era un homenaje inconsciente a Julio Cortázar, el gran maestro indiscutible del relato que me enseñó a jugar con las palabras.
El libro, a pesar de que, como he dicho anteriormente, todos sus relatos se muevan entre lo negro y lo fantástico, es diverso y nada reiterativo, porque cada pieza que lo integra, algunas muy breves, otras más largas, difieren en tema, estilo y tono.
Hay relatos de una violencia extrema; otros en los que se cuela el humor y la ironía; los hay que intentan producir escalofríos; negros sí, pero profundamente eróticos; que se mueven en los vericuetos mágicos de la literatura, que es un mundo misterioso en sí mismo; en donde el amor no se sabe si fue realidad o sueño, y quizá no importe; bélicos y de anticipación; gastronómicos e insectofóbicos; sobre el clásico atraco que se resuelve de forma imprevista; de víctimas del más espantoso genocidio; de pandilleros y psicópatas; a uno y otro lado del Atlántico; en uno y otro extremo del mundo.
Lo que sí fue totalmente personal fue la elección del título del libro, que tomé de uno de mis relatos favoritos, La mujer ígnea, que una vez que escribí y leí me di cuenta de que era un homenaje inconsciente a Julio Cortázar, el gran maestro indiscutible del relato que me enseñó a jugar con las palabras.
Y vayamos con la novela. No creo que sea La Frontera Sur una novela negra al uso, como seguramente no lo son mis catorce novelas negras que la precedieron, porque, para empezar no hay una trama enrevesada y detectivesca, no hay demasiados asesinatos, que lo hay pero empiezan muy mediada la novela, y sí, en cambio, una descripción exhaustiva de escenarios, que empiezan con esa detallada visión de Los Ángeles, casi a vista de pájaro, con la que se inicia la novela y sigue luego con Tijuana, el otro eje geográfico. Y son esos dos polos, esas dos ciudades tan poco distantes pera tan distintas, antónimas, protagonistas necesarios, no diré que principales, de la historia que quiero contar.
¿Cómo surgió la novela? Pues, como me sucede últimamente, de un viaje. Hace más de veinte años crucé esa frontera sur que separa esos dos gigantescos países que son Estados Unidos y México, viaje por la Alta y Baja California, un escenario paisajístico casi idéntico, y quedé sobrecogido por el abismo que era capaz de crear una frontera aleatoria que partía en dos el territorio, porque lo que había al norte de la frontera nada tenía que ver con el sur. Tijuana, por aquel entonces, ya era, como ciudad fronteriza en la que se agolpaban todos los desheredados del continente latinoamericano para alcanzar el supuesto paraíso ficticio del norte, una ciudad peligrosa, pero, ni de lejos, la que se ha convertido ahora con esa guerra mal diseñada que el gobierno mexicano libra contra los carteles de la droga que causa tantos muertos. En Tijuana había alegría desbordada con música de mariachis, borracheras de tequila barato, y la miseria más absoluta en sus sórdidos prostíbulos, en las redes de esos polleros sin escrúpulos que pasan por muchos dólares pollos, emigrantes clandestinos, por la frontera sin ninguna garantía de éxito, y corrupción policial que es la norma de un país que tiene un record tan triste como increíble que sin duda es un acicate para los malhechores: el 98% de los delitos no se resuelven nunca.
¿Cómo surgió la novela? Pues, como me sucede últimamente, de un viaje. Hace más de veinte años crucé esa frontera sur que separa esos dos gigantescos países que son Estados Unidos y México, viaje por la Alta y Baja California, un escenario paisajístico casi idéntico, y quedé sobrecogido por el abismo que era capaz de crear una frontera aleatoria que partía en dos el territorio, porque lo que había al norte de la frontera nada tenía que ver con el sur. Tijuana, por aquel entonces, ya era, como ciudad fronteriza en la que se agolpaban todos los desheredados del continente latinoamericano para alcanzar el supuesto paraíso ficticio del norte, una ciudad peligrosa, pero, ni de lejos, la que se ha convertido ahora con esa guerra mal diseñada que el gobierno mexicano libra contra los carteles de la droga que causa tantos muertos. En Tijuana había alegría desbordada con música de mariachis, borracheras de tequila barato, y la miseria más absoluta en sus sórdidos prostíbulos, en las redes de esos polleros sin escrúpulos que pasan por muchos dólares pollos, emigrantes clandestinos, por la frontera sin ninguna garantía de éxito, y corrupción policial que es la norma de un país que tiene un record tan triste como increíble que sin duda es un acicate para los malhechores: el 98% de los delitos no se resuelven nunca.
Y en medio de ese paisaje vasto y desolado, bajo un sol infernal que quiero queme la piel de los lectores, tienen lugar dos historias condenadas a cruzarse, porque parecen fatalmente predestinadas a hacerlo: la del agente de seguros Mike Demon que vive en Los Ángeles, viejo conocido que arranca de una novela anterior que es Lluvia de níquel y de la que La Frontera Sur es su antecedente, un tipo sinuoso con una doble vida, la familiar apacible y perfectamente estructurada con esposa e hijo en una idílica urbanización de clase media de Los Ángeles, y la marginal, la adictiva y oscura marcada por el sexo compulsivo con desconocidas y prostitutas que le proporcionan la carga de adrenalina suficiente para seguir sobreviviendo a una vida sin alicientes, y en el otro lado la de Fred Vargas, un corrupto jefe policial mexicano sin ningún tipo de escrúpulos, violento, que, como dice en una ocasión, quiere ajustar cuentas con el vecino del norte que les arrebató en el pasado tanto territorio y les impide ahora pisar lo que fue suyo.
El nudo de esta novela, que creo debe de leerse de un tirón, sin respiro, para mejor apreciar lo que de tragedia griega tiene, de inevitable, se produce cuando Mike Demon cruza esa frontera, se adentra en Tijuana y se enamora de una prostituta forzada a ello, Carmela, bella e inocente, blanca entre personajes oscuros y depredadores que la explotan sin miramientos, y lo que el americano cree es una simple pasión sexual más, como sus anteriores, acaba convirtiéndose en una relación adictiva que le obliga a pasar una y otra vez la frontera para encontrarse con ella, y su relación con Carmela le llevará a tomar contacto con un submundo indeseado con el que nunca se habría cruzado de no haberse enamorado de esa persona que él sabe inadecuada pero que no puede apartar de si. Por lo tanto La Frontera Sur es también una novela que trata de cómo la pasión anula la razón.
No les voy a contar más. Sólo decirles que, como casi todo lo que escribo, mi literatura es sensorial y envolvente, que creo que La Frontera Sur es una novela que se ve, se escucha, se huele y se palpa, que los ambientes y los personajes secundarios tienen una importancia crucial, que intento meter al lector dentro de la historia para que se estremezca como el autor se ha estremecido mientras la escribía, que es una historia de amores y crímenes, de verdugos y víctimas, separados por una frontera que queda visualmente clarificada en la portada del libro con esa serpiente de cascabel que la cruza una y otra vez, que como dijo con acierto mi amigo y también escritor Ricardo Bosque, es una novela de malos y peores en la que se corre el peligro de identificarse con uno de ellos, con Mike Demon, ese tipo corriente que actúa con una lógica aplastante y es tan peligroso como su antagonista, al que se le ve venir y al menos no engaña.
Que ustedes la disfruten, o la sufran, en compañía de Mike Demon y Fred Vargas.
Que ustedes la disfruten, o la sufran, en compañía de Mike Demon y Fred Vargas.
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