LA PELÍCULA

CENTURIÓN
Neil Marshall
El cine de romanos, que había dado obras maestras incuestionables como Ben Hur de William Wyller y, sobre todo, Espartaco de Stanley Kubrick, volvió a estar de actualidad cinematográfica gracias a Ridley Scott y su impactante Gladiator, un remake de La caída del imperio romano de Anthony Mann. Pero el péplum, como popularmente fue bautizado el género tras pasar por el tamiz italiano, a pesar de los avances tecnológicos capaces de recrear ciudades y ambientes de la antigüedad con mucha solvencia (ahí está Amenábar y Ágora como ejemplo reciente) y economía de medios (la digitalización frente al cartón piedra), no termina de cuajar, quizá porque los gustos del espectador medio de hoy vayan por otros derroteros. Resulta por tanto bienvenida esta película inglesa de Neil Marshall (Dog Soldiers, The descent, Doomsday), serie B con ínfulas de A, que resulta singularmente atractiva para los amantes del cine de aventuras con buenas dosis de brutalidad a lo Paul Verhoven. Quinto (Michael Fassbender), el único superviviente de un fuerte romano en Britania, escapa de sus perseguidores, los feroces pictos, y se une a la legendaria IX Legión del general Virilo que resulta diezmada por los bárbaros en una brutal celada en un bosque. Él, de nuevo superviviente, y cinco soldados que se libran de la ferocidad de sus enemigos intentarán, primero, rescatar a su general apresado, y luego regresar a sus líneas, para lo que tienen que recorrer todo un territorio hostil perseguidos de cerca por sus mortales adversarios capitaneados por una rastreadora muda, tan bella y eficaz como letal.El esquema argumental acerca Centurión a películas conocidas y de gran impacto como fue, en los años sesenta, La presa desnuda, en la que Cornell Wilde (interprete, productor y director del film) acepta su papel de presa de una cacería humana en África, como única opción de sobrevivir que le ofrecen sus captores, y se pasa todo el film corriendo y esquivando a sus perseguidores tribales, algo parecido a lo que les ocurre a los mayas de Apocalipto de Mel Gibson o a los soldados norteamericanos de Black Hawk derribado de Ridley Scott. La película de Marshall, que filma con destreza y utiliza un soporte de video digital casi en blanco y negro y movimientos de cámara compulsivos que confieren una extraña modernidad, entronca con el fantástico épico (la heroína malvada, que interpreta la chica Bond Olga Kurylenko, bien podría ser un personaje de Conan el Bárbaro) y la road movie (es un viaje de la barbarie a la civilización romana, aunque con sorpresa final cogida con pinzas, lo peor del film) con aderezo de gore, género en el que el director se siente a sus anchas y le sirve para transmitir el horror de esos combates cuerpo a cuerpo, sencillamente brutales, con descabezamientos y chorros de sangre muy reales.¿Es original Neil Marshall? No, pero es eficaz, y Centurión es la regurgitación de films anteriores que le deben de haber gustado. La emboscada recuerda a la de Gladiator, con planos tan breves como cortantes son los tajos de las espadas romanas y bárbaras, y los pictos son tan salvajes y bravos, y se pintan la cara, como los escoceses de Braveheart, dos películas que le vienen al espectador a la mente viendo ésta. Pero tampoco era original Mel Gibson que ya había visto Campanadas a medianoche en donde el mago Orson Welles, sin presupuesto, una de las constantes de toda su obra, filmaría una extraordinaria batalla que sería lección para directores posteriores.¿Es una película de romanos Centurión? Es, sobre todo, un thriller, una película de acción y horror (el feroz aspecto y proceder de los pictos los convierte casi en zombis, y ahí entraría la devoción de Marshall por John Carpenter y Walter Hill), de persecuciones sin tregua ni descanso, un chorro de imágenes impactantes, montadas con nervio y aderezadas por la música de Ilan Eshkeri, que compone una banda sonora muy enfática. Y el resultado es estimulante porque la película es entretenida, tiene ritmo, y la acción es tan constante que poco espacio deja para el dibujo psicológico de esos personajes perseguidos de principio a fin. Tampoco importa, la verdad sea dicha, porque no hay tiempo para ello. Ni lugar.
JOSÉ LUIS MUÑOZ

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