CINE

LAS DOS CARAS DE ENERO
Hossein Amini


            Hacer una película mala inspirada en una novela de Patricia Highsmith es algo que ningún director de cine ha conseguido. Es tal la extraordinaria pericia narrativa de la maestra norteamericana del género negro psicológico, su maestría en crear personajes, su dominio del suspense y el halo de ambigüedad moral que flota en sus narraciones, que muy negado tiene que ser el director que se ponga tras la cámara con un argumento suyo para pifiarla. Podemos citar la película de Alfred Hitchcock Extraños en un tren, No beses a un extraño de Robert Sparr, la paródica Tira a mamá del tren de Danny DeVito, A pleno sol de René Clement, El talento de Mr. Ripley de Anthony Minghella, Mr. Ripley el regreso de Roger Spottiswoode, El amigo americano de Wim Wenders, El juego de Ripley de Liliana Cavani, Le Meurtrier de Claude Autant-Lara, Dile que te amo de Claude Miller, La celda de cristal de Hans W. Geibendörfer, Mar de fondo de Michel Deville, El grito de la lechuza de Claude Chabrol y un largo etcétera de adaptaciones más o menos brillantes.

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