CINE / JACK

JACK
Edward Berger
Hay un renacer del cine alemán del que nos llegan películas muy interesantes últimamente, como si la semilla de Rainer Werner Fassbinder, que se fue abruptamente de ese mundo en el cénit de su carrera, hubiera echado sólidas raíces. Siguen los veteranos, como Werner Herzog o Wim Wenders, pero a la Wehrmatch germánica se le añaden nuevos soldados. Good bye Lenin, La vida de los otros, El hundimiento, La ola o En un lugar de África son algunas de esas joyas salidas de la maquinaría cinematográfica alemana en los últimos años.
Jack, dirigida por Edward Berger, desatiende el consejo de Alfred Hitchcock de no rodar jamás con niños, animales y con Charles Laughton. Sus protagonistas, Jack y Manuel, son dos niños de diez y seis años respectivamente, y todo gira en torno a esa infancia desvalida que debe madurar y tomar responsabilidades porque la madre que los engendró ha abdicado por completo de su rol.

La película se abre con una secuencia esclarecedora: Jack (Ivo Pietzcker), despierta a su hermanito Manuel (Georg Arms), le prepara el desayuno, lo viste y lo lleva consigo al colegio; ni rastro de un adulto en ese piso. En otra secuencia significativa Jack irrumpe en el dormitorio de su joven madre Sanna (Luise Heyen) e interrumpe su coito con uno de sus ocasionales amantes para pedirle un bocadillo: una forma de reclamar su atención. Sanna, la madre no ha madurado ni madurará; amante de la juerga, lo suyo no son las responsabilidades maternas con sus hijos, a pesar de que cuando está con ellos derrocha cariño; por el contrario Jack, su hijo, asume el rol de adulto, de cabeza de familia en ese grupo disfuncional. Y a pesar de ello los dos niños adoran a Sanna, para ellos no hay mejor madre que ella que  no se preocupa en absoluto de ellos y es un desastre en todos los sentidos.

No es un tema nuevo en el cine, pero nunca se había tratado con niños de tan corta edad que respondan tan bien delante de la cámara. Cada vez hay más desvalimiento entre esos dos hermanos absolutamente huérfanos que, en las últimas secuencias de la película, vagabundean por las calles de Berlín, duermen en donde pueden y comen lo que sustraen en los bares, porque simplemente su madre se olvidó de ellos y ni siquiera les dejó al alcance de la mano las llaves para abrir la puerta de su casa.

Narrada desde el punto de vista de Jack, con la cámara a la altura de sus ojos, en la película de Edward Berger hay adultos que se comportan como niños y niños que no tienen otra opción de comportarse como adultos. Una muy buena película con dos muy buenos actores que no llegan al metro cincuenta, señor Hitchcock
Publicado en Tarántula y Entretanto Magazine

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