LITERATURA / LA MAGA

LA MAGA
Elia Barceló

La multifacética escritora Elia Barceló, reconocida, casi siempre, como autora de género fantástico, con un buen currículo de obra publicada y galardones conseguidos, nos ofrece un exquisito menú degustación literario, porque de eso se trata, de degustar sin prisas cada uno de los platos servidos a la mesa, que es una demostración de la grandeza del relato breve, a menudo denostado como hermano menor de la novela, pero que exige, por el autor, una precisión extrema, y por parte del lector, una entrega absoluta.
El acierto de este volumen, editado por la editorial Cazador de Ratas, reside en la variedad de los textos escogidos, aunque todos ellos giren, o sean fronterizos, en torno al género fantástico, el relato gótico o el negro. Desde mi ventana es un homenaje indisimulado a La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock, un ejercicio de voyeurismo literario marcado por el sexo visual, muy masculino, y la excitación que provoca al observador. Hicieron el amor salvajemente ante mis ojos, como dos fieras, mordiéndose, chupándose, lanzándose el uno sobre el otro como dos enemigos, brillantes de sudor en un revuelo de bocas, manos, cabellos, cambiando constantemente de posición, con prisa, desesperadamente, como si tuvieran apenas tiempo para probar todas las posibilidades, todas las combinaciones. El dueño de un apartamento observa concienzudamente a su inquilina promiscua. Dudo que alguno de sus muchos amantes conociera el paisaje adorable de su cuerpo adorable con tanta perfección como yo. Es un relato lleno de morbo y erotismo. Su sexo revelado era como una granada abierta. Rojo, húmedo, brillante. Como una cuchillada entre sus piernas perfectas. En dos líneas Elia Barceló nos hace cómplices de una visión prohibida, violando la intimidad de la espiada.

En La decisión de una dama aboga Elia Barceló por el género epistolar, lo que le permite una narración elegante y distante, muy british, para hablarnos de la anunciación de un suicidio. En una serie de cartas dirigidas a distintos remitentes y, por tanto, muy distintas unas de otras en el tono y la forma (a la amiga, al marido, al abogado…) la protagonista Julia, hastiada de su aburrida vidaCon el tiempo todo sabe igual. A polvo. A hastío. A conversación insustancial, insípida explica sus razones para dejar el mundo. Estoy vacía y lo más terrible es que creo haberlo estado siempre; lo que pasa es que antes aún encontraba cosas con las que engañarme y ahora ya no. Y la suicida, como en una ceremonia, imagina en sus epístolas póstumas, con una cierta delectación, esos últimos momentos. Cuando termine todas las cartas, muy pocas, que tengo que escribir, iré a Correos, volveré a casa, me pondré el vestido con el que quiero que me entierren, una preciosidad de Balenciaga, me maquillaré discretamente (al fin y al cabo, soy una dama, una mujer pública, en el buen sentido, y quiero estar presentable), me tomaré todos los sedantes y todos los somníferos que he reunido en los últimos meses y me meteré en la cama oyendo a Bach o tal vez a Mozart, hay vicios que no se pierden.
En El regalo, Elia Barceló aborda la relación amor odio lector/autor. Una antigua fan del escritor César Hidalgo se enfrenta a él porque considera que ha prostituido su talento, una reflexión literaria que se hace la autora alicantina sobre su mundo profesional. En Tinta violeta utiliza el imperativo de la segunda persona para adentrarnos en una intriga mágica y misteriosa a través de una serie de cartas anónimas con instrucciones precisas que la protagonista cumple a pies juntillas. En Ritos, Ralf Starnberg, un extranjero, sufre en sus carnes el ritual salvaje de una fiesta en un pueblo costero mediterráneo que se vuelve oscuro. ¿Hay influencia temática de De repente, el último verano, de Joseph L. Mankiewicz, rodado precisamente en la Costa Brava? La llegada entra de lleno en el género fantástico, en la indefinición entre verdad y mentira.  En Oscuro, como un cristal, Elia Barceló transforma la labor de una pajillera de cine en un relato elegante engañando al lector con la película que se proyecta, jugando con el punto de vista.

En Cobarde, la casa, como en el último relato, La Maga, tiene una presencia inquietante. La casa era aproximadamente lo que se había esperado. No mucho peor que otras. Tampoco mucho mejor. Casi en ruinas, levantaba su esquelética fachada en mitad de un jardincillo arrasado, de árboles torturados y vestigios de enredaderas devoradas por extrañas plagas. La cancela, oxidada y retorcida, colgada de un lado, como un inválido que ha perdido toda esperanza de salud.
Jardines invisibles gira en torno a la emigración ilegal en un relato que discurre en torno a un Parador Nacional en Nerja y confronta a dos marroquíes con los huéspedes de esos hoteles. En La quinta ley, con ironía y sentido del humor, Elia Barceló rinde homenaje a Isaac Asimov en un relato fantástico protagonizado por Roy y su androide. ¿A quién le interesaban ya los sueños del doctor Asimov, los primeros planos de la estación orbital que imaginó el señor Clarke, los problemas éticas de los replicantes que preocuparon al señor Dick?

Deja para el final del festín Elia Barceló La Maga, una historia de casa fantasmal que devora a sus inquilinos, los atrapa y seduce, al mismo tiempo. Se sirve para ese novela corta de sesenta páginas, que atrapa y abduce, de diversos materiales literarios y regresa, de nuevo, al género epistolar, en el que parece sentirse muy cómoda la autora. Y la casa, Flip, la casa en sí es un sueño: todo madera de cerezo brillante y pulida, mármoles blancos y negros, de esos que tiene como chispitas de plata que sólo brillan si les da la luz al sesgo, una barandilla torneada que es una auténtica obra de arte, ventanas enormes, cristales por todas partes, para que entre bien la luz. Una maravilla. A través de esa correspondencia escrita desde la casa mágica describe Elia Barceló a su personaje. La verdad es que nunca he entendido qué le ve la gente a la Navidad, todo tan falso y tan de plástico, hasta los supuestos sentimientos navideños. La Maga tiene un aire victoriano. Todo seguía como yo lo había encontrado. Marion, con Magdalena recostada sobre su pecho. Las dos desnudas en una bañera llena de sangre.

Elia Barceló dice que el rasgo que une a todos esos relatos es la crueldad de sus historias; eso, y además una extraordinaria calidad literaria. Reconoce en sus textos la influencia de Julio Cortázar, el gran maestro de la narrativa corta, pero también de Antón Chejov o de Isaac Asimov. Se nota que la escritora alicantina disfruta en la escritura de esas narraciones, y eso redunda en el lector que las saborea con delectación. Como extra, el libro cuenta con el making off de cada uno de los relatos, lo que resulta muy interesante. Elia Barceló cuenta el por qué y el cómo de cada una de sus exquisitas piezas en una breve anotación al final de ellas. Un regalo extra que se agradece.

Una caja de bombones…envenenados.  

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