SOCIEDAD / CRÓNICA DE UN ATENTADO ANUNCIADO
Crónica
de un
atentado
anunciado
Acaba
de conmemorarse el primer aniversario de uno de los peores atentados que ha
sufrido Barcelona (junto al de Hipercor), y Cambrils, y la ceremonia de
conmemoración ha sido modélica en su planteamiento institucional, dando protagonismo
del acto a las víctimas y familiares de los arrollados en las Ramblas por la
furgoneta asesina, y ha situado a las instituciones en un segundo plano.
Encomiable el esfuerzo por no politizar un acto cívico que, sin embargo, han
oscurecido algunos independentistas colgando una pancarta en inglés para decir
que ellos no dan la bienvenida al Rey (yo tampoco, aunque me callo hoy) y un grupo de monárquicos recalcitrantes que
no han venido a Barcelona a apoyar a las víctimas sino a dar vivas al rey y a
censurar el uso del catalán en el acto. Mínimos incidentes, ambos, a los que no
se debe dar importancia.
A un
año del atentado bueno sería que se asumieran todos los errores cometidos antes
y después de la matanza. A bote pronto no se relacionó la explosión de la casa
de Alcanar con la preparación de un acto terrorista (la impericia de unos
chicos que trabajaban con tutoriales de Internet salvó muchas vidas). Estaba
cantado, desde círculos policiales catalanes incluso, que un día u otro se
produciría ese atentado en la Rambla y, sin embargo, no se pusieron las pilonas
y los maceteros que ahora existen (siempre se reacciona a posteriori, falla la
prevención). Los mossos, a mi
parecer, hicieron un uso excesivo de su armamento letal (disparos a las piernas
o al estómago hubieran neutralizado a los terroristas sin necesidad de
matarlos) y dejarlos vivos nos hubiera permitido saber sus razones para cometer
ese acto salvaje y conocer detalles sobre su proceso de radicalización exprés.
La operación jaula fue defectuosa (el asesino de la furgoneta huyó, con el
cadáver de su última víctima, saltándose un control policial porque no habían barreras
punzantes que hubieran reventado los neumáticos del vehículo en fuga). No se
vigiló al imán de Ripoll, a pesar de sus antecedentes, y deberían ser vigilados
y controlados todos los imanes pues la policía sabe que su influencia es
fundamental para cohesionar una célula terrorista. Y, por último, no recibieron las víctimas del atentado el amparo institucional adecuado.
En los
días posteriores a los atentados se produjo un idilio entre la ciudadanía y los
mossos d’esquadra, una especia de
catarsis colectiva alimentada por el dolor y la solidaridad, y el major Trapero fue entronizado como héroe popular de esa Catalunya herida
por el zarpazo terrorista. Lo cierto es que Trapero en esa primera rueda de prensa posterior a los atentados
estuvo tenso a la hora de reconocer el vínculo existente entre la explosión de
la casa de Alcanar y los atropellos masivos de Barcelona y Cambrils. Con la
boca pequeña reconoció un error.
Seguimos
desconociendo las razones por las que once jóvenes integrados en la sociedad
catalana, nada problemáticos en su día a día, no fichados por ningún delito e
hijos de familias estructuradas pudieron convertirse de la noche a la mañana,
en muy breve espacio de tiempo, en asesinos despiadados y fanáticos; cuesta
entender cómo se insufló ese odio hacia los demás y hacia sí mismos que truncó
sus jóvenes vidas y la de tantos transeúntes inocentes. Viendo las fotos previas
a los atentados se diría que esos chicos estaban jugando uno de esos juegos de
rol. Un juego de muerte. Ellos, y nos olvidamos, fueron víctimas de sí mismos.
El combate
de nuestra sociedad debe encararse a esa nefasta ideología salafista que
pregonan los clérigos de Arabia Saudita, uno de los países menos respetuosos
con los derechos humanos y que alimenta el terrorismo sunita que
asuela el mundo. Arabia Saudita es amiga privilegiada de Europa y Estados Unidos
porque nada literalmente en petróleo. Es de ingenuos pensar que la comunidad
internacional vaya a hacer el vacío a las retrogradas monarquías medievales del
Golfo que sustentan el yihadismo y lo expanden por el mundo desde los desiertos
de Arabia. La inseguridad y el miedo que genera el terrorismo de este signo es
el mayor negocio del siglo. ¿Por qué van a hacer un mundo más seguro que lamine
todo ese oscuro entramado de intereses económicos que se oculta bajo el
terrorismo islamista los que se benefician de él? De cuando en cuando algún
político tiene un ataque de sinceridad y entona su mea culpa. Hillary Clinton, en una entrevista,
reconoció la responsabilidad de Estados Unidos en el nacimiento (Afganistán) y
desarrollo (Irak) del yihadismo internacional. Noam Chomsky, uno de los más brillantes y respetados intelectuales
norteamericanos, va más lejos: Estados
Unidos es el mayor estado terrorista del mundo y la mayor amenaza para la paz mundial.
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