CINE / EL CAPITÁN, DE ROBERT SCHWENTKE
EL CAPITÁN
Robert Schwentke
Le
cuesta al cine alemán meterse en su espinoso papel en la Segunda Guerra
Mundial, aunque cuando lo hace sus aportaciones son más que notables (El submarino, Stalingrado, El hundimiento)
así es que se agradece la originalidad del planteamiento de Robert Schwentke (Stuttgar, 1968) en El capitán en donde recoge una anécdota
tan real como escalofriante. El hábito hace al monje, o el peor victimario es
el que previamente ha sido víctima.
Herold
(Max Hubacher) es un soldado raso desertor
que roba un uniforme de capitán. Lejos de utilizar su identidad impostada para
huir de la debacle que se produce en Alemania en los coletazos de la Segunda
Guerra Mundial, se cree su papel, recluta a su alrededor a un grupo de
desertores, a los que convierte en banda de malhechores, y masacra de forma
salvaje y con absoluta impunidad a todos los recluidos en un campo, desertores
como ellos paradójicamente, aprovechando el caos del final de la contienda. Un general de la Rovere pero sin
misticismo ni ética. Un psicópata en un país, Alemania, aquejado de psicopatía
de masas durante el III Reich.
Tras
desarrollar una sólida carrera comercial en EE.UU., en donde ha ejercido como
director de películas de corte fantástico (Plan
de vuelo, Red, Divergente, RIPD) con escasas pretensiones, el alemán Robert Schwentke regresa a su patria
con esta película redonda, potente, vigorosa y testosterónica que habla de la
banalidad del mal, la relatividad de la muerte cuando se convierte en algo
cotidiano y el avasallamiento del poder cuando va acompañado de la violencia
extrema, cuando ésta se convierte en mera rutina. Nada que ver con Los violentos de Kelly o con 12 del patíbulo la tropa de miserables
asesinos despiadados que recluta el capitán de pega. Lo peor de la condición
humana asoma en esta película que subraya la sentencia de Thomas Hobbes de que el hombre es un lobo para el hombre.
El
capitán
está fotografiada en un blanco y negro espléndido, cuenta con una banda sonora
potente, buenos efectos especiales, muy buenos intérpretes (hiela la sangre la
expresión glacial de Max Hubacher
especialmente, un certero retrato de la psicopatía) y secuencias impactantes
(el protagonista que se pierde en un bosque por un sendero sembrado de esqueletos,
una pesadilla de El Bosco).

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