SOCIEDAD / EL HORROR.



El horror


Por muchos años que vaya cumpliendo no he perdido la capacidad de horrorizarme ante los crímenes execrables y detestar con toda mi alma a los psicópatas que los perpetren vengan de la Camboya polpotista, de la Alemania nazi o del Chile pinochetista. Si un judío se reconcilia con un nazi es que el primero ha perdido la cabeza.


Lo que ha ocurrido con el periodista disidente Jamal Khashoggi en una legación diplomática de Turquía clama al cielo literalmente. Sus quince despiadados verdugos psicópatas, a los que cuesta identificar como seres humanos, lo descuartizaron lentamente y en vida para prolongar una insoportable agonía de siete minutos cuando podían haberlo liquidado de un disparo en la cabeza. Hay tanta maldad y tanta saña en esa ejecución espeluznante que siento un asco infinito por esos desalmados y por los que los enviaron a hacer ese trabajo de bestias.


Resulta que ese país que practica el terrorismo de estado de una forma tan brutal y conculca todos los derechos humanos tiene pingues negocios con el nuestro y hasta alguno de esos sicarios salpicados de sangre se han paseado por nuestra geografía formando parte del séquito de árabes ricos que dejan un rastro de dinero a su paso.


El payaso de la Casa Blanca, el hombre que usa más colorete del mundo, quiere consensuar un relato (ahora a las mentiras se las llama relatos; antes eran cuentos chinos) con el sátrapa que ordenó el asesinato y éste, de momento, les adelanta cien millones de dólares, coincidiendo con la reunión del enviado diplomático estadounidense con el gobierno saudí, para que callen.


Echo en falta en este mundo de mierda protestas y gesticulación diplomática, por lo menos. Echo en falta una condena rotunda a Arabia Saudita por parte del Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas e implementación de sanciones económicas. Echo en falta una protesta unánime de las asociaciones de periodistas puesto que la víctima de esa salvajada sin nombre era un periodista que escribía en The Washington Post. 

Silenciado por el petróleo un crimen de estado atroz. Asco de mundo.  




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