EL DVD

EL PERDÓN
Michael Winterbottom

Muchas veces los entresijos de la distribución resultan un misterio. No se entiende que este hermoso western, que data del año 2000, llegue ahora a nuestras salas y lo haga por la puerta pequeña, se estrene en un solo cinematógrafo y lo vean contadas personas, cuando por su aliento, la historia que se narra, el atractivo cuadro de intérpretes y el género al que pertenece debiera ser otro su destino.
Nos encontramos en un nevado y apartado lugar de California, en el año 1849, en plena fiebre del oro. En medio de una descomunal ventisca que los ciega y hiela, Daniel Dillon (Peter Mullan), un irlandés buscador de oro, busca refugio para su esposa polaca Elena (Nastassja Kinski) y su bebé en una cabaña minera. Allí, bajos los efectos del alcohol, no duda el irlandés en vender a su familia entera al minero que los acoge a cambio del título de propiedad de esa apartada mina. Pasados los años Dillon, convertido en cacique, crea alrededor de su mina un poderoso enclave llamado Kingdom Come, del que es amo y señor; hasta el prostíbulo, regentado por Lucia (Milla Jovovich), su amante portuguesa que canta fados, es de su propiedad. A la aldea minera arriba su antigua esposa Elena, minada por la tuberculosis, en compañía de su ya crecida hija Hope (Sarah Polley) con Dalglish (Wes Bentley) y sus hombres, encargados de trazar el ferrocarril. Dillon, que sobre su conciencia tiene el haber vendido a su mujer y a su hija por lo que ahora es su emporio, se esfuerza en buscar su redención a cualquier precio ayudando a su antigua mujer y a su hija.
Este atípico y hermoso western, que ilustra una época de ilusiones, luchas y sueños en la que las salvajes tierras de América del Norte ejercieron un efecto de llamada para todos los desheredados de Europa, destila un apasionado romanticismo por todos sus fotogramas. No es circunstancial que el guión del film, firmado por Frank Cotrrell Boyce, se inspirara en una novela del victoriano Thomas Hardy, “El alcalde de Casterbridge” , para pergeñar su historia, ni que su realizador, el prestigioso aunque poco conocido director inglés Michael Winterbottom - “Welcome to Sarajero”, “I want You”, “Wonderland” o “Contigo o sin ti”-, fuera su realizador. Años antes, en 1996, dirigió “Jude”, también inspirada en una novela de Thomas Hardy. De hecho las novelas de este gran escritor inglés siempre han tenido un excelente resultado cuando se trasladan al cine porque son las suyas historias cargadas de emociones y de intrincados dramas familiares. Recordemos, como muestras del magnífico cine que se ha hecho a partir del material literario del escritor inglés, “Lejos del mundanal ruido” de John Schlesinger y “Tess” de Roman Polanski, entre otras muchas películas.
Rodado en unos hermosos y espectaculares parajes de las Montañas Rocosas eternamente nevados – se calibró rodarla también en los Pirineos – “El perdón” tiene el aliento poderoso de los grandes westerns aunque su realizador sea británico. Más atento al estudio sociológico de quienes se embarcaron en esa extraordinaria como incierta aventura en territorios poco amables que a la testosterona siempre presente en el género– apenas hay en todo el film cuatro disparos ni más violencia que una secuencia de castigo corporal en la que Dillon azota públicamente a un delincuente –, Winterbottom se centra en el costumbrismo de esas pequeñas comunidades gobernadas por caciques y en el aliento humano de sus protagonistas.
Una reparto variopinto, y cargado de acentos extranjeros, pone la guinda a este hermoso melodrama. El británico Peter Mullan, un actor destacado en películas de Ken Loach o Danny Boyle, es el irlandés Dillon; una desmaquillada y demacrada Nastassja Kinski es la polaca Elena; la ucraniana Milla Jovovich, esta vez morena, es la cantante de fados portuguesa Lucia; y el joven Wes Bentley – una revelación en “American beauty” de Sam Mendes – es el ingeniero de ferrocarriles Dalglish que finalmente se lleva el corazón de Hope, la hija del cacique.
Las bellas y emocionantes imágenes de la película de Winterbottom – la mansión de madera de Dillon arrastrada por la ladera hasta el pueblo como regalo de bodas para su esposa; un caballo en llamas galopando por el río tras una explosión de un convoy de nitroglicerina; la lenta y cruda agonía nocturna de Elena ante la impotencia de su marido; el poblado minero de Kingdom Come incendiado por un desesperado Dillon que lo ha perdido todo y busca expiación a sus pecados – cuentan con el subrayado de la magnífica partitura musical de Michael Nyman que realza el trazo exquisito de este western de sentimientos. JOSÉ LUIS MUÑOZ

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