EL LARGO ADIÓS

CHARLTON HESTON

Desaparece otro de los grandes mitos de Hollywood. ¿Quién queda? ¿Paul Newman? Una a una, todas las estrellas inician su desfile hacia la eternidad. Puede que con Charlton Heston quede la última imagen, demoledora, que ofrecía de él Michael Moore, como un fanático ultraderechista con principios de Alzheimer, la enfermedad que finalmente se lo llevó, pero eso no empaña su brillante papel dentro de la industria del entretenimiento. Nunca fue un actor extraordinario, de hecho, siempre fue Charlton Heston, aunque se pusiera las luengas barbas de Moisés, estuviera pintando la Capilla Sixtina o guerreara contra el moro subido a Babieca. Su complexión fuerte, su aspecto viril, la acumulación de testosterona que irradiaba su mirada de acero, la explotación de su torso desnudo, la boca amarga y dura, hicieron de él un indiscutible mito erótico. Pasará a la historia del cine seguramente por Ben-Hur, pero para mí sus mejores películas fueron Mayor Dundee, ese extraño y caotico western rodado por Peckimpah, Cuando ruge la marabunta, El planeta de los simios y Horizontes de grandeza. Pero si algo le tiene que agradecer el Séptimo Arte a Charlton Heston es el haber hecho posible que Orson Welles rodara con él Sed de mal, una de las cumbres, o quizá la cumbre, del cine negro, en la que Heston estaba perfecto en el papel del policía mexicano Vargas. Bienvenido al Olimpo.

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