CINE / LAZOS DE SANGRE DE GUILLAUME CANET
LAZOS DE SANGRE
Guillaume Canet
Publicado en Tarántula, El Cotidiano y Calibre 38
Lazos de sangre
es una película que sabe a clásica desde sus primeros compases, los de ese
vinilo que escucha un grupo de delincuentes en su guarida poco antes de que sea
asaltada por la policía; a ese cine que, de cuando en cuando, nos regalaban
tipos como William Friedkin, Donald Siegel pero, sobre todo, Sidney Lumet, artesanos de oro.
El
espectador que vaya a ver Lazos de sangre
se va a encontrar ante un thriller de una factura muy austera que se centra más
en la historia y, sobre todo, en sus múltiples personajes, todo un entramado
familiar, que en la acción pura y dura, aunque también la haya. Podría parecer,
por el reparto, con la excepción de Marion
Cotillard, esposa del director, y porque está rodada en la ciudad de Nueva
York, que es una película norteamericana al cien por cien, pero el espectador
se dará cuenta por detalles de que no, de que es una película con sello francés
rodada en Estados Unidos—en realidad es un remake del film Liens
de sang que Guillaume Canet interpretó
en 2008—,
así es que no espere ver persecuciones espectaculares de coches, destrozando
unos cuantos por el camino, sino las mínimas y ajustadas, explosiones, una en
el asalto al furgón del dinero, tiroteos ralentizados sino secos pistoletazos, sangre
viscosa sino la que sale habitualmente de una herida, vaivén de cámara y planos
sincopados ni nada por el estilo. Y tampoco espere ver a un protagonista cómodo,
el delincuente Chris, que se deje dominar por la piedad; no, es despiadado, y
así lo demuestra cuando asesina uno por uno a todos los que encuentra en un bar
que asalta, incluido un chico, porque así es cómo actúa un criminal sin
escrúpulos morales y con empatía de psicópata en la vida real, algo que en una
película dirigida por un yanqui sería difícil de ver. Pero claro, Guillaume Canet (Boulogne-Billancourt,
1973), ganador del César al mejor director por No se lo digas a nadie en 2006, es francés, aunque el coguionista James Gray, judío de ascendencia rusa, sea
alguien de Brooklyn que conoce muy bien su territorio, especialmente Litlle Odessa, barrio en donde se rueda
casi toda Lazos de sangre y título
también de un film suyo cuyo paralelismo con el de Guillaume Canet parece evidente.
Chris
(Clive Owen) sale de la cárcel tras
cumplir una larga condena. Su hermano Frank (Billy Crudup), que es un policía con un brillante historial, le
espera a la salida con su hermana Marie (Lily
Taylor) y Leon (James Caan), el
padre, con la salud muy deteriorada. Frank hará todo lo posible por reintegrar
a Chris a la sociedad, pero el trabajo como limpiador de retretes en una
gasolinera no le satisface y, cuando se le presente la oportunidad, vuelve a su
antigua actividad como atracador, dando un par de golpes, y proxeneta,
utilizando a su exmujer Monica (Marion
Cotillard), una italiana que ejerce la prostitución, para montar un burdel
que la convierta en madame y la aleje de la calle porque es la madre de sus dos
hijos. Por su parte el policía Frank reanuda su tormentosa relación con la
atractiva mujer de color Vanessa (Zoe
Saldana), aprovechando que encierra a su marido Scarfo (Matthias Schoenaerts, el oficial alemán
de Suite francesa en una de sus
composiciones como villano al estilo de La
entrega en las que tan a gusto se siente el actor belga). Cuando el policía
Frank se entere de las actividades delictivas de su hermano Chris se le
presentará un dilema crucial: ¿Va a actuar como agente de la ley y el orden o
va a dejarse guiar por los lazos de sangre? Y exactamente le ocurrirá lo mismo
a Frank con él poco después: ¿Va a actuar como delincuente despiadado o va a
dejarse guiar por los lazos de sangre?
Lazos de sangre
tiene un guion sólido y complejo que corre el peligro de dispersión por el
número de personajes, todos dentro del círculo familiar, hasta el punto que
tiene estructura de serie televisiva y así la puede ver el espectador, y sería
casi una mejor serie televisiva vista en episodios de media hora que película
de casi dos horas de metraje. Guillaume
Canet radiografía una familia de los bajos fondos neoyorquinos cuyos hijos
se criaron en la calle bajo la tutela de un padre, de pasado quizá también
turbio pero sobre el que no se dan muchas pistas, al que la madre abandonó, y
sitúa a cada uno de ellos a uno y otro lado de la ley. De esa relación
conflictiva entre hermanos, que arranca de un asalto domiciliario cometido
cuando los dos eran dos adolescentes, que encarnan el bien y el mal
respectivamente, aunque con matices—Chris mata sin piedad, pero es capaz de llorar por su padre, cuidar a
su manera de su exmujer y amar con ilusión de adolescente a su novia Natalie (Mila Kunis), del mismo modo que podemos
sospechar que las prisas de Frank por poner a Scarfo entre rejas tengan que ver
con reanudar su relación con su mujer—arranca este denso drama que Guillaume
Canet ha ambientado en los años sesenta/ setenta con todo detalle (coches,
trajes, peinados, hasta paleta cromática con ocres y grises desvaídos y la textura
sucia de la imagen) y una banda sonora impecable de la época.
Lazos de sangre
de beneficia de unas interpretaciones de lujo, sobre todo por parte de Clive Owen, soberbio en su papel de
despiadado delincuente y hermano mayor ejerciente, un Caín, frente a la
rectitud moral de Frank, un Abel, sólo que Dios, en este caso Leon, su padre, el
veterano James Caan, prefiere al
primero que al segundo, y éste, en uno de los paradójicos rasgos de humanidad
del sanguinario delincuente, adora a su progenitor.
La
violencia es seca, cortante, pero efectiva. Sangre, la justa, sin excesos de hemoglobina.
Sexo, casi siempre sugerido—Monica le propone a su exmarido Chris acostarse para inaugurar el
burdel; Frank hace el amor con Vanessa
bajo el puente de Manhattan tras una desgarradora discusión—imitando
hasta en esto la pudibundez que existía en la década sesenta/setenta para este
tipo de escenas.
Hay
secuencias prodigiosas en el film de Guillaume
Canet, de las que quedan en la retina por su aroma a clásico, como esos
tres golpes que da el policía Frank en la mesa, para tratar de reparar los que
no dio en su momento, mientras Chris mira viejas películas familiares que le ha
legado su padre Leo; o la secuencia final en Central Station, resuelta con una
economía de medios impecable y huyendo del gran espectáculo.
Lazos de sangre
ha tardado un año en ser estrenada en España y recibió por parte de toda la
crítica especializada un varapalo considerable. No puedo estar más en
desacuerdo con todas las opiniones vertidas contra ella. La película de Guillaume Canet es una excelente
aportación al género negro, un homenaje a los grandes maestros norteamericanos
que facturaron algunas de sus mejores películas en los años sesenta/setenta. Me
recordó a Bullit, French Conection, Serpico, Taxi driver y
tantas otras sin ser un pastiche. Vean y juzguen.
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La
vida de Arturo O`Keefe, un prestigioso publicista español de padre
norteamericano, empieza a torcerse en cuanto frecuenta los ambientes de la
prostitución y asume su doble vida. Comprar sexo y convertir a esas mujeres en
esclavas le proporciona un retorcido placer al mismo tiempo que lo aleja de su
familia y su trabajo. De forma imparable, y sin que pueda evitarlo, esas relaciones
con mujeres venales, que son cada vez más violentas, le crean una adicción y
harán que salga lo peor de él, una tara genética que ya tuvo su padre y él ha
heredado intentado, en vano, ocultarla.
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