SOCIEDAD / PSICÓPATAS
PSICÓPATAS
publicado en El Cotidiano y Suburbano Miami
Psicópatas
siempre los ha habido. Quien asesina a su semejante no se pone en lugar de la
víctima, y si además, se regodeo con su muerte, menos. La historia de la
criminología está llena de esos monstruos insensibles que matan una y otra vez
y se ensañan con los cuerpos de los desafortunados que se tropiezan en su
camino. Son cazadores solitarios, depredadores silenciosos. Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov, llegó a asesinar y
devorar a cincuenta y dos seres humanos, sobre todo niñas, con los que obtenía
placer sexual en el momento de darles atroz muerte. Manuel Delgado Villegas, El
Arropiero, un asesino en serie español, acabó con la vida de 48 personas y
cuando se enteró que su marca era superada por un monstruo mexicano rogó que le
dejaran en libertad para igualarlo. El sicario de la mafia Richard Kuklinski, el asesino
del hielo, alardeaba de haber liquidado a doscientos tipos por encargo.
Enfermos mentales. Sin duda. E irrecuperables para la sociedad.
Hay
sistemas políticos que sacan el psicópata que hay dentro. La Alemania de Hitler canalizó todos los bajos
instintos de su pueblo hacia una víctima propiciatoria: el judío, y, por
extensión, el gitano, el homosexual, el comunista, el eslavo. Hitler consiguió psicopatizar, perdonen el neologismo, a buena parte de su población
que lo aplaudía creyéndose el mantra de la raza superior y que iban a dominar
el mundo aplastando a todos los que no fueran arios. La historia nos ha
ofrecido ejemplos parecidos, aunque nunca se ha superado la atrocidad del
régimen nazi que tuvo tantos entusiastas y metódicos adeptos. Las orgias de
sangre místico religiosa de los aztecas propiciaron que los conquistadores
españoles acabaran haciéndose con México por el hartazgo de sus diezmados
vecinos que eran sacrificados a miles en las pirámides. En Ruanda, medio país
se empleó en liquidar y descuartizar al otro medio a golpe machete; la mitad de
la población con las manos manchadas de sangre y culpables de los crímenes más
espantosos; mataban, descuartizaban y violaban a sus víctimas porque no eran de
los suyos. Millones de psicópatas. Poco civilizados. Como la Alemania de Hitler. ¿Esos sí eran civilizados? Y lo
mismo en la Camboya de los kmer
rojos, esa siniestra secta comunista que liquidó a la mitad de su población a
golpe de pico y azada, el arma del campesinado, para empezar desde el cero
absoluto.
Los
dirigentes psicópatas necesitan súbditos psicópatas y no les cuesta gran cosa
encontrarlos en cuanto se abre la veda de la caza del hombre por el hombre y
emerge el instinto depredador que tenemos muy escondido por siglos de
civilización pero aflora con un chasquido de los dedos. El concepto de los
nuestros que excluye a los otros. Como manadas.
A
pocos pasos de Europa, al otro lado del Mediterráneo, se está formando un magma
de psicópatas de considerables dimensiones y consecuencias impredecibles. A
todos ellos les une una interpretación rigurosa del Corán y el delirio del
expansionismo de su locura religiosa; les han inoculado el virus de la irracionalidad.
Como una hidra del terror, esa internacional de asesinos se extiende por lo que
era la antigua Mesopotamia, Irak y Siria, y también por Libia, y tiene muchos
números para unificar la región bajo su califato del horror. La diferencia con
otros fenómenos terroristas es que ya son un ejército de miles de matarifes,
gozan de una buena economía, gracias al petróleo de los territorios
conquistados y los secuestros, y se agencian los vehículos militares y
armamento que dejan sus oponentes en su huida, made in USA. Les une, además del fanatismo, el gusto por la sangre
vertida, y comparten rituales sacrificiales como decapitaciones masivas,
crucifixiones de cristianos, lapidación de adúlteras o ahorcamiento de
homosexuales en una regresión al oscurantismo de la Edad Media; destrozan obras
de arte que han sobrevivido siglos de historia pero caen bajo la piqueta de
estos bárbaros. A su lado, Irán es un país moderado y hasta Al Qaeda ha sido sobrepasado por ese
Estado Islámico que predica la guerra santa y la vuelta al pasado, pero se
sirve de la moderna tecnología con la que consigue más adeptos que con los
imanes predicando en las mezquitas. Estudios psicológicos realizados sobre los
componentes de ese ejército de sanguinarios yihadistas
indican que buena parte de ellos son psicópatas a los que la religión y el
califato les permiten dar rienda suelta a su instinto depredador, premiando sus
fechorías con el paraíso. Los otros, a los que decapitan, son los que no son
como ellos. Lo preocupante es el porcentaje de occidentales que se están
incorporando a sus filas para poder cortar cabezas de seres humanos, el
fenómeno de los conversos, que, para ser aceptados en el grupo, suelen ser los
más sanguinarios. Asesinan en Irak, Siria o Libia los que, seguramente, acabarían
asesinando en nuestro suelo.
El
Estado Islámico es como la hidra fascista o como los sectarios kmer rojos camboyanos: totalitarios.
Para los totalitarios, llámense Adolfo
Hitler, Stalin, Pol Pot o El Bagdadí, el individuo no existe, salvo ellos, y lo que importa
es el grupo, la especie. La vida ajena está para quitarla, pero la propia
tampoco vale mucho, y por eso se anudan los pantalones con cinturones de bombas
y se explotan en los mercados.
Europa
y Estados Unidos, responsables de esta situación por haber dinamitado Irak,
Siria y Libia y haber convertido esos países dictatoriales, en los que reinaban
sanguinarios sátrapas de los que sólo queda Asad, en estados fallidos, de los
que huyen miles de personas en pateras que intentan cruzar el Mediterráneo y
alcanzar nuestras costas, permanecen pasivos mientras esa mancha de maldad se
extiende por Oriente Medio como tinta por el secante. Odio por principio el
maniqueísmo, pero sí, el Estado Islámico es el mal, como el nazismo fue el mal
absoluto.
La
Internacional de psicópatas tiene siempre muchos adeptos y produce escalofríos
que alguien, que puede ser tu vecino, te vea de pronto como su enemigo y piense
en degollarte por eso. Están a nuestro alrededor, durmiendo, pero se están
despertando y saliendo del huevo de la serpiente.
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recibirá dedicada sin gastos de envío. Envíe sus señas postales a joseluismunoz33@gmail.com y la recibirá dedicada sin gastos de
envío. "Te arrastrarás sobre tu vientre" sabe a clásico del
género, a peli negra, negrísima, estadounidense, de esas en las que el humo de
los cigarrillos deambula bajo los haces de luz de los flexos y de las
lamparillas de los bares de copas. Pero ocurre algo especial. El escritor
salmantino ha reemplazado el escenario norteamericano y sus protagonistas por
espacios y tipos genuinamente hispanos, estos últimos incorporan la mala baba
típica que caracteriza a los protagonistas de las mejores novelas negras
peninsulares. Ocurre, al menos a mí me pasa, que la sangre nativa me duele más
que la estadounidense o la europea y los mamporros, bofetadas y disparos los
oigo con distinto resabio, le resultan más cercanos, más creíbles, menos
artificiales, en suma, más dolorosos. La descripción de lugares es suficiente.
Cuatro trazos. No hay alardes. No hace falta. Cuando el escritor salmantino
explica que el final de la barra del Lennox Club hay una puerta cerrada de la
que cuelga un letrero que reza Privado, no miente, es cierto. Esa puerta está
allí, está cerrada y en su letrero se puede leer Privado. Yo lo sé, puedo dar
fe porque he estado en Lennox Club y la he visto sin moverme del orejero donde
leo. Me guiaron hasta allí las palabras escritas por José Luis Muñoz. HERME
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