CINE / VICENTE ARANDA, EL CINE COMO PASIÓN

VICENTE ARANDA:
EL CINE COMO PASIÓN
publicado en Culturamas y Entretanto Magazine
El pasado 26 de mayo perdimos a uno de los mayores talentos cinematográficos de este país, un hombre que dedicó toda su vida a la pasión de dirigir y nos dejó en la retina un buen puñado de buenas películas que, sin duda, figurarán en nuestra memoria: Vicente Aranda.
El director del díptico El Lute, hizo mutis por el escenario a una edad avanzada, 88 años, que no aparentaba, rejuvenecido por esa ilusión del creador que le hacía volver una y otra vez a los platós cinematográficos, sin los que su existencia no tendría sentido. Vicente Aranda ha estado activo, cinematográficamente, hasta el último momento.

Como otros muchos grandes realizadores de nuestro cine, Vicente Aranda surgió de un movimiento vanguardista barcelonés, La Escuela de Barcelona, un acercamiento catalán más próximo a la nouvelle vague francesa que al free cinema británico, con planteamientos libertarios y esteticistas, que nació en la Ciudad Condal para marcar una clara diferencia con el cine mesetario representado por Carlos Saura, Mario Camús o Francisco Regueiro, entre otros. Dentro de ese movimiento, que facturó un puñado de películas crípticas y sofisticadas, que algunos críticos calificarían de absolutamente vacías, estaban cineastas tan importantes para la cinematografía española como el luso José María Nunes, el asturiano Gonzalo Suárez y los catalanes Jorge Grau, Josep María Forn, Pere Portabella, Joaquin Esteva Grewe, Jaime Camino, Joaquín Jordá, Carlos Durán y el propio Vicente Aranda, y musas como las sofisticadas actrices Serena Vergano y Teresa Gimpera. Fata Morgana (1966) y Las crueles (1969) fueron las aportaciones de Vicente Aranda a la Escuela de Barcelona, de la que pronto se distanció para acometer una carrera como cineasta en solitario por caminos más convencionales hasta convertirse en uno de los más destacados directores de un cine español comercial realizado con oficio.

El cine de Vicente Aranda ha caminado siempre por el borde de la trasgresión, con un claro componente sexual que preside toda su filmografía sin excepciones. En Clara es el precio, desnudaba a una jovencísima Amparo Muñoz, inaugurando la etapa del cine de destape en escenas orgiásticas rodadas en Cadaqués; en Cambio de sexo, con Victoria Abril, una de sus actrices icónicas, el director se sentía fascinado por el personaje transexual de Bibi Andersen, que debutaría con él en la pantalla muchos años antes de que pasara a engrosar las huestes de Pedro Almodóvar.

Vicente Aranda fue el adaptador de muchas novelas en enjundia literaria, como las de Juan Marsé La muchachas de las bragas de oroEl amante bilingüe y Canción de amor en Lolita’s Club, autor con quien siempre tuvo una relación complicada pese a ser quien más obras suyas llevó al cine; o Andreu Martín y su novela negra Prótesis, que Vicente Aranda rebautizó, cambiando de sexo al protagonista, como Fanny Pelopaja; Asesinato en el Comité Central, sobre la novela paródica de Manuel Vázquez Montalbán; o La pasión turca, sobre el bestseller de Antonio Gala, que tampoco quedó muy convencido de la versión cinematográfica que hizo Vicente Aranda, con demasiado sexo para su gusto.

Junto al desaparecido Bigas Luna y Pedro Almodóvar, Vicente Aranda fue quien mejor supo rodar las escenas de cama en el cine español, ante las que no se cortaba en absoluto para ofrecer el máximo de piel posible de sus actrices femeninas escogidas entre las más bellas y sensuales del momento. El sexo, y su representación visual explícita, formaron parte de su decálogo cinematográfico, y lo mostró en su faceta más apasionada y carnal posible hasta en sus últimas películas Juana La Loca, Carmen, en la que contaba con la entrega de Paz Vega al personaje de Prosper Merimé,  o Tirant Lo Blanc.

Tuvo el director barcelonés algunos desatinos notables en su carrera, como esa aproximación a la guerra civil de Libertarias, absolutamente mejorable, y demostró siempre unas cualidades especiales en cuanto, sin dejar el erotismo, se acercó al cine negro, y es en esa franja oscura en donde Vicente Aranda facturó sus mejores películas, el díptico sobre El Lute de Camina o revienta y Mañana seré libre, consiguiendo que Imanol Arias brillara como nunca en su carrera en la composición del protagonista gitano merchero; la violenta, cruda y apasionada arriba mencionada Fanny Pelopaja, sobre una de las mejores la novelas de Andreu Martín, que habla de la loca pasión que une a una delincuente y un policía corrupto, los franceses Fanny Contençon y Bruno Cremer; y, sobre todo, la descarnada y dura Amantes, con Jorge Sanz, Victoria Abril y Maribel Verdú, un telefilme cuya calidad cinematográfica la hizo acreedora de su exitoso pase por las salas cinematográficas,  una de las películas por las que será recordado este magnífico director de cine español que viró de la vanguardia cinematográfica al cine artesanal sin perder por el camino un ápice de interés.

Vicente Aranda fue un apasionado artesano, alguien que amó el cine hasta su último suspiro. 

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