CINE / TODO SALDRÁ BIEN, DE RAY YEUNG

 

De cómo intereses bastardos destrozan una armonía familiar y se lleva consigo una relación amistosa que realmente era pura conveniencia, mera fachada, así podría definirse Todo saldrá bien. Angie (Patra Au Ga Man) y Pat (Maggie Li Lin Lin) son una pareja de sesentonas lesbianas que lleva conviviendo cuarenta años en una vivienda de clase media de Hong Kong. Cuando Pat fallece repentinamente sin testar, su familia cambia radicalmente en su actitud con Angie y le muestra su verdadera cara para forzarla a abandonar la vivienda que ha compartido durante toda la vida con su pareja.


La cuarta película escrita y dirigida por Ray Yeung, uno de los directores más reconocidos del cine que se hace en Hong Kong y cuya filmografía se centra en la temática LGTBI, es una filigrana de delicadeza y sutileza en todos sus tramos narrativos y es, también, un retrato de la sociedad hongkonesa, su homofobia y su materialismo extremo. Todo saldrá bien empieza con una gran celebración familiar y gastronómica a la que es invitada toda la familia política de Angie. Toda la amabilidad y sintonía que se despliega en esa cena exquisita que prepara la anfitriona empieza a resquebrajarse en cuanto Pat muere de forma súbita y sus familiares empiezan a cuestionar las decisiones que quiere tomar su pareja en el funeral interpretando los deseos de la finada: incinerarla y arrojar sus cenizas al mar. Finalmente, los restos de Pat van a parar a un nicho en contra de su voluntad. Luego todo se complica mucho más, y deriva hacia el drama personal de la viuda (aunque no esté casada), cuando los familiares de la difunta la obligan a dejar la vivienda que ha compartido durante toda su vida con su amante haciendo valer sus derechos de familia por encima de los sentimentales.


Film detallista, bello y exquisito es este Todo saldrá bien en el que el drama existencial de la protagonista va calando lentamente y sin estridencias a caballo de una serie de decepciones con todos los miembros de su familia política por los que se desvivió en vida de su pareja y que le dan la espalda y le ofrecen su cara más mezquina en su ausencia, porque de eso habla la película de Ray Yeung, de la mezquindad del ser humano que se hace patente precisamente en los momentos más traumáticos. Finalmente, Angie, extraordinariamente interpretada por la actriz Patra Au Ga Man, se queda con lo inmaterial, prescindiendo de lo terrenal y mensurable, con el amor que le profesó Pat durante todos esos años de convivencia y que no plasmó en un testamento porque en su inocencia creyeron que era innecesario y abogaban, en su inocencia, por la bondad del ser humano. De ahí ese emotivo beso final que las dos mujeres se dan: nada vale más que ese amor que perdura, aunque el ser querido haya muerto.   


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