CINE / LAS DELICIAS DEL JARDÍN, DE FERNANDO COLOMO
Es Fernando Colomo
(Madrid, 1946) uno de los grandes maestros en el género de la comedia de este
país. El director de Bajarse al moro y Tigres de papel, entre
otras muchas películas que jalonan la vida de este director, le ha cogido el
gustillo, además, de interpretar sus últimas comedias (lo hizo en la anterior La
isla bonita) y tiene un registro muy similar al de Bill Murray en El día
de la marmota.
En Las delicias del
jardín, film delicioso, valga la redundancia, que se ve con una sonrisa de
principio a fin, cuenta, además, con la complicidad de su hijo Pablo y ambos
interpretan en la ficción los roles de su vida real y se nota que se lo han
pasado muy bien durante el rodaje.
Fermín (Fernando Colomo),
un pintor en horas bajas que ha pasado del figurativo al abstracto por su
Parkinson (pinta como Pollock en la actualidad), malvive en un garaje estudio
de Madrid que le deja su ex mujer Pepa (Carmen Machi), una marchante de arte.
Cuando su hijo Pablo (Pablo Colomo), pintor como el padre, regresa de un
periplo por la India sin dinero, ambos deciden participar en un concurso que
consiste en dar una nueva versión de El jardín de las delicias de El
Bosco que llamarán Las delicias del jardín.
Carga con elegancia
Fernando Colomo, a través de su irónico papel, contra el llamado arte
conceptual (al final ganan el concurso cuando queman el lienzo y Pepa apaga el
desastre lanzando botes de pintura sobre el original), las subastas de arte, la
presencia de los influencers (María Hervás borda su descacharrante papel) y el
endiosamiento del artista, pero sobre todo, Las delicias del jardín es
un duelo padre hijo del que saltan las chispas del humor por esa enorme
complicidad que existe entre ellos. Impagables las discusiones que tienen lugar
en ese garaje, que parece un museo de antiguallas, entre el veterano pintor
Fermín, que ya no pinta, comunista convencido, y su hijo Pablo que defiende el
liberalismo a ultranza de Milei, sus conversaciones sobre relaciones
sentimentales o cuando padre entra en una página porno de Internet de la que no
sabe salir. Delirante el cameo de Antonio Resines, como amigo del pintor y aquejado
de sordera, y Carmen Machi que borda su papel de marchante de arte y acompaña a
unos posibles compradores chinos (ya no son japoneses) por los tablaos
flamencos de Madrid por si pican el anzuelo y le compran un cuadro a su
desastrado marido.
Deliciosa comedia amable
(los responsables del guion son padre e hijo) y una brillante banda sonora de
Fernando Furones de un Fernando Colomo en plena forma que mejora con los años.
Echen unas risas con esta película colmada de diálogos inteligentes que giran
alrededor de la estupidez humana. Fernando Colomo se carcajea de las nuevas
tendencias artísticas, aquellas que consideran que un chimpancé con una brocha
puede alumbrar una obra magistral o que una fregona olvidada en la sala de un
museo es una obra de arte que transmite un mensaje trascendental.
ANTES DEL COLOQUIO, EN EL QUE SE HABLARÁ DE LA PRIMERA PARTE DE ESTA TRILOGIA QUE TRASLADA AL LECTOR QUINIENTOS AÑOS ATRÁS, SE PROYECTARÁ EN PRIMICIA EL TRAILER DE LA SERIE QUE HA RODADO SECUOYA FILMS.
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