Un ex miembro de ETA protagoniza la última novela negra de José Luis Muñoz, "La caraqueña del Maní"


EL MUNDO 31/05/2007
CATALUNYA
LAURA FERNANDEZ. BARCELONA.- En 2004, José Luis Muñoz pasó diez días en Caracas.Había ganado un premio de literatura erótica en Venezuela (La Letra Erecta), así que no estaba de vacaciones, sino de promoción.Pero tenía mucho tiempo libre. Así que, una noche, su editor le llevó al Maní, un local nocturno, y ocurrió. En la cabeza de Muñoz arrancó una novela que ha acabado llamándose La caraqueña del Maní (Algaida) y que tiene como protagonista a un ex miembro de ETA exiliado.
Lo que primero fascinó al escritor catalán fue la ciudad. «Caracas es muy norteamericana. Hay rascacielos y autopistas por todas partes, pero el asfalto está resquebrajado y los edificios están en ruinas», dice. «Toda la ciudad parece una fortaleza. Hay alambres de espino en todas las casas», añade. Así que pensó: «Aquí hay una novela negra».
La noche en el Maní le hizo pensar en la de etarras que «hibernan» en países del Caribe. «Pensé que el protagonista podía trabajar precisamente en la editorial que me publicaba el libro y cargar con la culpa de un asesinato que cometió en el pasado y que sigue doliéndole», cuenta. Macario, el protagonista, está tratando de olvidar que alguna vez perteneció a la banda armada cuando recibe una llamada de sus ex compañeros, reclamando su regreso.«Sin querer, me ha salido una novela muy política», confiesa Muñoz.
Política porque no sólo habla del conflicto vasco, sino también de la situación en Venezuela, y «muy moral», por el asunto de la culpa. Macario es un tipo atormentado, que ha huido en busca de la vida y se ha encontrado con un castigo («Macario cree que la violencia cotidiana con que se ve obligado a vivir es su castigo») que no parece suficiente.
«No existen muchas novelas que hayan tratado el tema de ETA o que tengan como protagonistas a personas que han pertenecido a la banda armada», dice Muñoz, que durante su época universitaria formó parte de un «grupúsculo» anarquista que profesaba cierta simpatía por ETA. «Eran los años 70 y lo que admirábamos era que se opusieran al régimen de Franco. El hecho de que cuando llegó la democracia siguieran en pie de guerra me resultó incomprensible», cuenta.
Dice que no entiende por qué todavía existe cierto tabú (también literario) sobre el tema («quizá sea el miedo a tener que humanizarles», como ocurre en el caso de su protagonista). «Lo cierto es que no me costó nada meterme en la cabeza de Macario. En el fondo estaba hablando de alguien que había huido, que se encontraba en un lugar muy distinto del que provenía y que quería olvidar», asegura el escritor, que ganó el Camilo José Cela con La caraqueña del Maní y que acostumbra a escribir novelas sobre los sitios que visita. El último: Colombia.

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