EL APUNTE

ITALIA
¿PAÍS DE CIENCIA FICCIÓN?
Que me perdonen los italianos, por los que siento mucho respeto, pero no entiendo su país. Y creo no ser el único en el mundo aquejado de esta falta de comprensión hacia su vida política que me parece un chiste perpetuo.

La última guinda del sainete que desde hace tantos años protagoniza Il Cavallieri ─ en mis pagos caballero es precisamente lo opuesto a lo que Berlusconi es ─ es incluir en las listas europeas a unas cuantas ex mamma ciccio ─ mozas de muy buen ver y escasa ropa que inventó Telecinque italiana y exportó a su homóloga Telecinco a España como animadoras de las primeras sesiones de telebasura ─ para dar otra imagen de Italia. En eso acierta, las tres bellezas que Il Cavallieri ha escogido serán, sin duda, una nueva vuelta de tuerca en el descrédito en el que ha caído la política italiana en estos últimos años. Para que las chicas estén capacitadas están asistiendo a unas clases intensivas de ciencia políticas, economía, etc., imagino que con libros de texto del Reader Digest, aquella infausta revista norteamericana diseñada para los que tenían pereza de leer. En fin, para eso que se presente de nuevo la Cicciolina, que me parecía una mujer muy interesante.
Siempre me ha fascinado la capacidad de Italia para seguir adelante a pesar de sus políticos, para que no se derrumbara como país, con su inestabilidad política congénita, con gobiernos que duraban años, meses, semanas, y con lo que supone cambios de gobiernos, ministros, secretarios, subsecretarios, funcionarios, etc., es decir la total inoperancia e imposibilidad de aplicar cualquier tipo de programa político, con lo que deduzco que realmente es un país que funciona al margen de su clase política y lo lleva haciendo desde siempre. En todos esos años de inestabilidad lo único que ha permanecido estable ha sido La Mafia, La Camorra, la Ndrangheta, y demás organizaciones por el estilo, que ésas sí se tomaron siempre su trabajo muy en serio y siguen donde siempre estuvieron, sin moverse y constituyendo un segundo poder que quizá sea el primero. Ahora la estabilidad viene de la mano de Berlusconi, que gana las elecciones, acumula juicios que gana siempre, llama sin desdoro al fraude fiscal, tiene todas las cadenas de televisión en sus manos, ha cambiado el nombre de su partido, hace continuos guiños al neofascismo a pesar de que alardea de su apoliticismo ─ ese es un lugar común de toda derecha: proclamar que no es política ─, no quiere una Italia multiétnica, hace pésimos chistes y de pésimo gusto ─ el último a costa de las víctimas del terremoto a las que aconseja se mentalicen que están de vacaciones en un camping─, se declara machista sin subterfugios y proyecta una imagen de su país como Chávez la proyecta de Venezuela, con la salvedad de que el latinoamericano es mucho más serio que él y tiene más gracia.
Sería una necedad considerar que los males de Italia vienen exclusivamente de la derecha, o que más de la mitad de los votantes se toman la política a guasa, como así parece, para votar al perfecto payaso al que acaba de plantar su mujer ─una mamma ciccio reciclada a primera dama ─ harta de sus gracias y ávida de su capital. No. Berlusconi es el producto de la torpeza de la izquierda de ese país que lleva años dilapidando su capital político.
Quizá pocos se acuerden de Enrico Berlinguer, un serio dirigente con talla intelectual, y del Partido Comunista Italiano, el más importante de la Europa democrática y una referencia para toda la izquierda europea que conseguía hasta el 30% de los sufragios. Los sucesivos intentos de maquillarlo, rebajando su ideología, cambiando de nombre ─ de El Olivo al Partido Demócrata de la actualidad, imitando a Estados Unidos, como si la política europea tuviera que envidiar el bipartidismo americano ─, con la desaparición sus símbolos externos ─ la hoz y el martillo la recluyeron en un desván ─ hasta diluir por completo su mensaje político de izquierdas en no se sabe exactamente qué. De tanto centrarse la izquierda, de tanto disfrazarse y avergonzarse de su pasado, que fue heroico y habría de reivindicar con la cabeza bien alta, ha ido perdiendo toda su fuerza, se ha vaciado de ideología y se ha convertido en un híbrido al que yo mismo no votaría de ser italiano.
Il Cavallieri es, por tanto, el producto del descalabro de unos líderes políticos que modularon su mensaje para obtener una mayoría y no se dieron cuenta de que así iban, exactamente, en la dirección contraria y sin rumbo. Ellos hicieron que un presidente de un Club de Futbol ─ vamos, como si en España tuviéramos a Gil y Gil, que hizo carrera política para forrarse, en La Moncloa ─ entrara en el Quirinal y allí siga por los siglos de los siglos.
Berlusconi puede respirar tranquilo y coronarse emperador de Roma. Y que las mamma ciccio se paseen por los pasillos del Parlamento Europeo me parece de lo más consecuente. JOSÉ LUIS MUÑOZ

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