DIARIO DE UN ESCRITOR

26/9/2010
Domingo que parece domingo. Café, el de ayer, recalentado. Galletas con mantequilla a falta de tortas de aceite. Y lectura de tres capítulos de una novela que aspira a ser inédita para pasar a ser publicada y, además, premiada. ¡Vaya responsabilidad la mía! Cojo la bici para desestresarme. Hago toda la ruta de la Vega. A derecha e izquierda cultivos de tabaco, y alguno de maíz. ¿Quién fuma? Bueno, en Mad Men fuman hasta las amas de casa. Preciosa, por cierto, la mujer engañada del protagonista. Sigo enganchado a Mad Men, como un niño pequeño, y leo más capítulos de la novela, hasta la página 150, hago la comida, introduzco documentación en Otumba que sigue creciendo y me voy a mi habitación a ver dos capítulos de esa serie que me abduce y retrata tan bien EEUU pre Kennedy y el durísimo mundo de una empresa publicitaria en la ciudad que contiene todas las ciudades del mundo: New York. Y luego a una oficina, a conectarme a Internet mientras escucho a Bob Marley y unos tipos dan patadas a un balón sobre una manta de césped a rayas y yo me tomo un café potable. Hay un debate en Facebook sobre camisetas cutrosas y lo que nos gustan, lo còmodos que nos sentimos en ellas porque llevan nuestro sudor, aunque las lavemos, están descoloridas, resisten y se adaptan a nuestro cuerpo como una segunda piel. Tengo una buena colección. Soy experto. 3 días para la huelga y en Barcelona ocupan la antigua sede de Banesto. Me parece de perlas. ¿Por qué no ocupamos todas las sedes bancarias? ¿No es el mundo financiero el culpable de la debacle? Pues a por los bancos, señores, a por los bancos. ¿No son los mercados los nuevos dictadores? Pues a la Bolsa, a paralizarla, señores. Mi paso por la comuna libertaria de Vic siempre me radicaliza. ¡Salud y anarquía!
25/9/2010
Cuando uno falsea su propio diario es que las cosas no le van bien. ¿Engañarse a uno mismo? Éste, que nadie se lleve a engaño, es un diario apócrifo en el que anoto lo que quiero. El diario del día 25 lo escribí en mi cama, convertida de nuevo en mesa, después de ver un capítulo de esa excelente serie televisiva llamada Mad Men, pero esas páginas van a permanecer en la más absoluta clandestinidad, no se publicarán jamás o irán directamente a la papelera.
No hice caso a Andreu Martín que, en una ocasión, me dijo que el mejor cine norteamericano actual eran las series. Empiezo a darle la razón. Mad Men, regalo del Destilador Cultural, recrea, con detalle, la Norteamerica de los años cincuenta y sesenta, clonando ambientes, coches de enormes alerones, faldas entubadas de señora, peinados esculpidos a navaja de caballero y formas de ser - atención al papel de las secretarias - en esa empresa de publicidad que se convierte en el despiadado retrato de toda una época. En la serie las volutas de humo de los cigarrillos le dan un aspecto retro y canalla. Entonces fumar no era delito, y hasta fumaban las amas de casa mientras fregaban los platos, sosteniendo el pitillo con los guantes de lavar. Y viendo Mad Men me di cuenta de que el protagonista masculino sería un Mike Demon perfecto porque su personaje es moralmente muy similar al protagonista de La Frontera Sur y Lluvia de níquel.
Pero no quería hablar de Mad Men, ni de Mike Demon, sino de mí mismo, de cómo me levanté esta mañana a eso de las nueve e hice café; de cómo, mientras daba cuenta de las ultimas tortas de aceite que compré ayer en el súper de los chinos, comencé a leer, en calidad de jurado, un manuscrito que me hizo sonreír y me satisfizo por su buena factura literaria y originalidad, aunque a ratos me recordara La colmena de Camilo José Cela; de cómo fui alternando la lectura de cada uno de los capítulos con espantosas faenas domésticas del calibre de descolgar la ropa seca, hacer la cama, colocando el edredón nórdico encima, barrer las habitaciones, fregar algunas, hasta arribar a la página cien; y como cogí luego la bicicleta y me desplacé a la casa de la africana blanca para comer, ver una película, trabajar y nada más. Y luego ese aire frío que, a medida que avanzaba la tarde, entraba en el estudio en donde trabajaba por su ventana abierta, no sólo me congelaba el cuerpo sino también el alma, y ésta sigue congelada a esta hora, sin posibilidad de volver a su temperatura habitual. Me olvido de una buena noticia. El Prado compra una de las obras más relevantes de Bruegel el Viejo, El vino en la fiesta de San Martín. Mi infancia estuvo marcada durante muchos años por un cuadro de este pintor flamenco, Cazadores en invierno, que tuve la suerte de ver, ya adulto, en una pinacoteca de Viena, creo recordar. La fascinación que ejerció sobre mí ese cuadro resulta inexplicable. Supongo que me subyugó el ambiente gélido que retrataba Bruegel, algo navideño, con esos cazadores ateridos de frío y envueltos en sus pellizas que caminan hundiéndose en la nieve con sus perros, e imaginármelos luego entrando en sus casas, frotándose las manos ante el fuego y bebiendo un cazo de sopa caliente. Detrás de cada cuadro hay siempre una historia a desarrollar.

24/9/2010
Primer día de la normalidad. Segundo de otoño. Desubicado. Intenté salir a la calle a comprar, con pantalón corto Panamá Jack y camiseta zarrapastrosa de manga corta, una de esas camisetas grandes que no sé cómo llegaron a mi armario. Y me di cuenta de que hacía frío para salir tan veraniego. Bueno, me di cuenta por la noche, cuando caí en coma sobre la cama, sin desvestirme, y me quedé dormido con el televisor hablando de la pugna Trinidad Jiménez y Tomás Gómez, y la luz encendida. Lo de la luz encendida debe de ser la primera señal de alarma. Como la pérdida de la cartera. Como dejarme el cargador de baterías en el hotel del Valle de Arán. Me falta meter un libro en la nevera y guardar la carne en el cajón de la mesilla de noche, pero todo llegará, por desgracia. Pues a lo que decía: me dejé la luz del cuarto de baño encendida 20 días, los de mi ausencia. Curiosidad por saber el importe de la factura. Bueno, pues salí a la calle a las 9 y media, con un pantalón largo que encontré en el armario, el primero, extrañado de que todo estuviera cerrado y la calle desierta. Luego caí en la cuenta de que los comercios abren a las 10, no cuando yo quiero que abran hoy. Pero no tenía nada para desayunar y sí hambre. Así es que entré en el supermercado de los chinos, aunque estaba cerrado para el público y todos los chinos, seis, uno por metro cuadrado del diminuto establecimiento, descargaban sus vituallas de una camioneta que bloqueaba la entrada del súper cerrado, e hice mi compra con aspecto de zombi, con el establecimiento a oscuras, pasando absolutamente de ellos como ellos pasaban de ese blanco al que un día ven con barba, otro con bigote y otro con la cara afeitada y pronto verán con la cabeza rapada a lo bonzo. Otros, que no fueran chinos, me habrían dicho: señor, pase a las diez, no ve que estamos descargando. Los chinos no, los chinos son zen, como lo es la Reina de África y lo estoy empezando a ser yo que ya leo hasta con tranquilidad las cartas que me remite Hacienda, los chinos, la china mayor, me cobraron la compra y siguieron luego a lo suyo, a descargar la camioneta. Y yo a lo mío, con ligero dolor de garganta, de dormir sin taparme, mis sandalias todoterreno con las que pido ser enterrado, junto con la camiseta centenaria que me compré en la isla de Bali, a tomar mi café bien caliente y comerme tres tortas de aceite mientras escucho Soldier of Love que es de Sade pero no parece de ella, es bastante más duro que melódico, y su voz se ha hecho un poco más áspera, pero me gusta, mucho, Destilador Cultural, porque sé que fuiste tú el que husmeó entre los CD y pensó éste, y cruzo los dedos para que no se lo haya comprado ya, le gustará a este tipo raro que tengo por padre y parece el holandés errante: acierto total. Y además luego, mientras avanza el disco, Sade vuelve a ser la de siempre: maravillosa voz de terciopelo, indirecta protagonista de La mujer ígnea que arde en llamas en el aeropuerto de Los Rodeos, Tenerife. Y mientras parto con los dientes las tortas de aceite con sabor a anís, pienso en la africana, la africana blanca que no canta, a la que fui a recoger ayer al aeropuerto y me contó de regreso, en el coche, aventuras que darían para una película o un relato ─ ya tengo un libro de relatos sobre el África negra sin haber puesto un pie en ella, del mismo modo que Julio Verne no se movió de su estudio parisino ─ y analizo las optimistas noticias que destila CNN+: mujer lapidada en Pakistán; secuestradores linchados cerca de Tijuana por una turba harta de delincuencia; asesina en el límite de la subnormalidad ejecutada en EUU; el Mono Jojoy, el sanguinario dirigente de las FARC, masacrado por la aviación colombiana (lean Bala morena, de Marcos Tarré Briceño, y se van a enterar de muchas cosas); o las perlas que el maravilloso presidente de Irán soltó en la ONU: que el gobierno de EEUU estuvo detrás del 11S (bueno, eso lo pensamos muchos, pero no lo decimos por no poder probarlo). Mucha muerte, como cada día, para recordarnos que vivimos, que tenemos suerte de ello, de no ser una mujer adúltera en Pakistán, de no ser guerrillero colombiano, ni asesina norteamericana que agoniza durante años en el corredor de la muerte, ni secuestrador mexicano, que somos afortunados de estar en un país con un veinte por ciento de paro, con un cincuenta por ciento de defraudadores fiscales, pobre de solemnidad y que marcha a la debacle. Bueno, y sólo decir que este corredor, después de haber recorrido la piel de toro, desde la adusta meseta castellana al exuberante y solitario Valle de Arán, ambos paisajes sentimentales, paisajes que me dicen a mí cosas que no les pueden decir a otros, intransferibles, con pernoctaciones en Vic para preparar la revolución del 29S con sus camaradas de antaño, no se encuentra, o se encuentra, pero muy extraño, en su casa que no acaba de ser su casa aunque la pague, se deje la luz encendida, estén sus libros, las fotos de sus vástagos que le miran, sonrientes, desde las estanterías, congelados en esa infancia feliz que tuvieron. Y el corredor tiene pensamientos de gran altura filosófica y estética hoy, al nivel de qué hará para comer, si se le secará la numerosa ropa que la lavadora centrifuga en este momento, tapando la voz de Sade, teniendo en cuenta que hoy no va a salir el sol, por qué cuarto empezará a barrer, si debe sacar ya del armario el edredón nórdico y cosas por el estilo. La normalidad. ¡Puaf!
23/9/2010


20/9/2010
18/9/2010
A veces la felicidad te acaricia con dedos tan suaves que no te das cuenta. La vida, como las buenas novelas, es una acumulación de pequeños detalles. La felicidad de hoy comienza en el mercado de Vic, un edificio anciano, en el centro de la ciudad, rodeado por fábricas de harinas que el hambre especuladora ha respetado y mantiene en el reino de los sueños, silenciosas y muertas. Con este amigo, del que a veces te he hablado, diario, que conservo desde hace más de cuarenta años, deambulo por las paradas. El colorido del mercado, su animación, insufla vida a los paseantes. Nada como el mercado habla de los lugares. Extremo Oriente me entró por el olor y el color de sus mercados, por sus indescriptibles frutas de formas azarosas. El amigo vigetano, con genes gallegos, es muy conocido en la ciudad. Yo, en broma, le digo que sería un buen alcalde si le diera por la política municipal. Le saluda la carnicera, la pescadera y la frutera que sabe de su fidelidad y le ofrecen lo mejor de su género. La frutera, por cierto, es una guapa moza amén de simpática. Con su aire de sabiduría que le otorgan las gafas y una determinada forma de andar, mi amigo de hace cuarenta años escoge la fruta, la verdura, y luego hace lo mismo en la pescadería: gambas rojas, frescas, que hace poco dejaron de moverse, palangre de dimensiones considerables; y en la carnicería: un rollo de carne de ternera, que por aquí, en Osona, Vic, y en Catalunya en general, se llama cap de mort ─ cabeza de muerto, vaya usted a saber por qué ─ y llena dos cestas de compra. El día está fresco y vuelan nubes grises por el cielo sin ánimo de descargar, porque ya lo hicieron ayer y ahogaron en agua algunas actuaciones del Mercado de Música Viva de Vic y nos empaparon los bajos de los pantalones. Entramos en una vinoteca que tiene vinos de toda España, no el Calvente de Granada. Me llaman entonces y me avisan de que el Cultural del diario ABC publica una excelente reseña de La mujer ígnea. Compro el periódico monárquico que presume, con razón, de tene el mejor suplemente cultural de toda la prensa escrita. Celebro que a alguien como a Fernando Martínez Laínez le haya gustado mi recopilación de cuentos. Vamos a la estación, a esperar a una chica, su chica. Y luego a su casa en donde un cocinero excepcional cocina las viandas de lujo con la dedicación y lentitud que requiere la buena cocina que siempre es un acto amoroso hacia lo que se tiene que transformar. La merluza al horno con relleno de gambas, setas y puerros, cubierta con una muselina suave de ajos tiernos, y sobre lecho de patatas y tomate, está sencillamente exquisita y los comensales felicitamos al cocinero. La saboreamos en compañía de un Ribeiro como harían los comensales de El festín de Babette. El ágape finaliza con unos fresones deliciosos y un café fuerte. La tarde se presenta plácida y la sobremesa se prolonga hasta las siete y media. Intentamos arreglar este mundo que se hunde y que no tiene ningún sentido en dos horas de conversación, ese capitalismo estúpido que se hace el harakiri deslocalizando empresas, en donde menos salarios tenga que pagar, sin darse cuenta de que entonces nadie podrá comprar lo que produzcan. La producción se hará inútil si no existe consumo. Hablamos de los brotes xenófobos en Francia. De esa huelga general del 29S. De los sindicatos que pierden músculo y deben de hacer gimnasia, no desaparecer como exige la derecha más reaccionaria, del Tea Party norteamericano, de la progresiva desaparición del estado del bienestar. Y a las ocho cojo el coche y bajo a Barcelona, a ver a mis cachorros. Mis hijos de papel y tinta son importantes, pero nada al lado de los de carne y hueso en los que me reconozco y de alguna manera estoy yo, de la misma forma que mis padres habitan en mí después de muertos, en mis gestos, rasgos, aficiones y locuras. La cena, exquisita, se prolonga en una terraza maravillosa que la niña de mis ojos nos ofrece para seguir bebiendo vino y hablando de sueños a su padre y hermanos. Viajamos por el pasado y soñamos con el futuro. Bajo la luz cálida de las velas las conversaciones se prolongan hasta las dos de la madrugada. Rozo la felicidad absoluta.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Jo, otra vez el parador de Tredós, qué maravilloso lugar y qué espectacular recorrido el tuyo sin salir de nuestra modesta geografía.
He recordado nada más empezar a leer esta crónica tu relato de La Esquiadora, me gustó mucho.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Pues si, este es un viaje en tiempos de crisis económica, pero tampoco está mal. Nada comparable a irse a Etiopía, claro.
Anónimo ha dicho que…
Buen recorrido histórico el que haces en este 11S.
Me muero de envidia al imaginar esas montañas y sus valles, ya sabes que me encanta todo eso.Claro que no es comparable con ir a Etiopía pero estás haciendo un estupendo periplo.
Y, bueno, espero que ya te hayas dado un gran homenaje gastronómico antes de desfallecer.
José Luis Muñoz ha dicho que…
No recuerdo si me dijiste que conocías este paraje. Si no has estado aquí no debes perdértelo. Conozco todos los paisajes de montaña de España y éste, sin duda, es el mejor porque reune todo.
Anónimo ha dicho que…
Conozco algo, pero no lo he "pateado" como tú, que es lo mejor.
Y tengo verdaderas ganas de perderme por esos valles y montañas.
Anónimo ha dicho que…
Conozco algo, pero no lo he "pateado" como tú, que es lo mejor.
Y tengo verdaderas ganas de perderme por esos valles y montañas.
Anónimo ha dicho que…
Buena crónica la del 12S. Me ha gustado mucho todo, excepto la primera pesadilla.
Paco Gómez Escribano ha dicho que…
Pues sí que es desolado el paisaje, vaya tela. Aunque a veces a uno le gusta perderse y hasta le molestan las marmotas. A saber quién sería el del Nissan. ¿Quizá un escritor buscando inspiración para su próxima novela? Nunca lo sabremos excepto si armamos una trama para un relato o una novela y le damos el desenlace que nuestra imaginación nos dicte. En fin, que me enrollo. Un placer, como siempre.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Realmente inquieta, Paco. Cuando ves un coche aparcado al final de una pista das por seguro que en un momento u otro tropezarás con él propietario del vehículo. No verlo en todo el camino ni en el lago me dejó perplejo. La única opción es que se tratara de un escalador. Encontrarme con la marmota fue un regalo simpático. Lo que no sé qué come para estar tan gorda, caramba. Un abrazo
Susana Sosa Villafañe ha dicho que…
Seguramente la marmota está embarazada y por eso se ve gorda. Me parece ver a su lado derecho, sobre una roca, a otra marmota, por lo menos es algo peludo... Oye que ese helicóptero que has fotografiado te lo hemos enviado las amistades, te están protegiendo. Cuídate que los osos no dan abrazos simpáticos. Cariños
José Luis Muñoz ha dicho que…
Gracias por el consejo, Susana. Soy un mar de contradicciones. Uno de mis yo me dice: ¡Qué bien! Vas a ver por fin un oso después de 40 años pateando el Valle. El otro me dice: sal corriendo. En fin, me voy con el testimonio sonoro de sus dos rugidos muy intimidatorios, más en el silencio de ese perdido valle. Llegó el mal tiempo, la lluvia y la niebla con lo que se acabaron mis días aqui. Un beso, Susana. Pronto estaré en BCN para presentar MAREA DE SANGRE y será buena excusa para una paella en la Barceloneta
Susana Sosa Villafañe ha dicho que…
Por supuesto que allí estaré. Avisa cuando será. Estoy dándole a mi trabajo, a mi ritmo, pero voy bien. Ya te contaré. Nos veremos en BCN.
A propósito de lluvias: aquí ya llegaron y parece que serán prolongadas.
Hasta pronto
Unknown ha dicho que…
Buenos dias!
Les mandamos recuerdos desde el Hotel de Tredos. Dado que le hemos visto ´´reservado´´ y inmerso en su lectura no le hemos dicho nada pero nos ha encantado tenerle cerca. El relato muy bonito, como todos los que he leido hasta ahora. Un placer!
José Luis Muñoz ha dicho que…
El placer ha sido mutuo. Su hotel es realmente acogedor, amplio y familiar. Aprovecho para felicitarles por sus espléndidos desayunos, especialmente por ese paté que tienen, magnífico. Y espero recalar en su establecimiento en muchas otras ocasiones. Y recomendarlo entre mis conocidos. Soy un enamorado del Valle de Arán. Creo que es el mejor paisaje de la Península. Hasta pronto.
Paco Gómez Escribano ha dicho que…
Casi se me viene a la boca el sabor de esa merluza rellena de gambas sobre lecho de patatas regada con un buen Ribeiro. Cuando vaya a la biblio intentaré leer esa reseña del Cultural de ABC porque a mí también me gustaron muchos los relatos. Un abrazo.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Pues cierto. La merluza sensacional porque el cocinero estudia restauración, y eso es una suerte. He intentado ver la reseña en internet pero ABC no la colgado. Un abrazo, Paco.

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