CINE
LOPE
Andrucha Waddington
La dificultad para trasladar a la pantalla, con solvencia, nuestro brillante siglo de Oro parece un mal endémico de nuestra cinematografía que, por lo general, no se lleva muy bien con el cine histórico. Una y otra vez los acercamientos a esa época se han estrellado contra las rocas del fracaso. Sin ir más lejos, acordémonos del desangelado Alatriste, a pesar de sus aires de superproducción, la presencia de Viggo Mortensen y el talento de Agustín Díaz Yáñez que se disolvió en cuanto se enfrentó a los textos de Arturo Pérez Reverte.Los productores de Lope debieron pensar que si los ingleses habían realizado un biopic desenfadado y exitoso como Shakespeare in love sobre el bardo de bardos, podían hacer ellos algo similar con nuestro insigne y prolífico Lope de Vega y glosar la juventud del monstruo de la naturaleza, capaz de componer un soneto en lo que se tarda en pestañear. Lope, la película, se centra en un periodo de la vida del autor de Fuenteovejuna anterior a su éxito como escritor, de cuando el poeta y dramaturgo malvivía componiendo sonetos amorosos por encargo, después de dejar la profesión de las armas, y se esforzaba para que le contrataran alguna obra en los corrales de comedias trabajando como negro literario para autores más conocidos, pero al guión le falta interés anecdótico ─nada de lo que le pasa a Lope es extraordinario ni merece ser reseñado ─, al realizador, pasión, y a los intérpretes, convicción para sentirse cómodos en ese escenario de nuestro pasado aceptablemente bien recreado, sin duda el mejor haber de la película. A este biopic del brasileño Andrucha Waddington sobre la figura de Lope de Vega le falta garra y buenas interpretaciones para que cale entre el público y Lope es una película que se ve con indiferencia absoluta. Ni Alberto Amman (que tan bien estuvo en Celda 211) convence encarnando al prolífico dramaturgo, ni Pilar López de Ayala y Leonord Watling, como sus amantes, dan todo de sí a pesar de que son muy buenas actrices, y hasta Luis Tosar, en su papel de fraile, y Juan Diego, como villano comediógrafo, están desubicados. Larga, prolija y sin sustancia resulta esta nueva incursión del cine español en el Siglo de Oro, una época que, en lo cinematográfico, nos resulta bastante esquiva.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Andrucha Waddington
La dificultad para trasladar a la pantalla, con solvencia, nuestro brillante siglo de Oro parece un mal endémico de nuestra cinematografía que, por lo general, no se lleva muy bien con el cine histórico. Una y otra vez los acercamientos a esa época se han estrellado contra las rocas del fracaso. Sin ir más lejos, acordémonos del desangelado Alatriste, a pesar de sus aires de superproducción, la presencia de Viggo Mortensen y el talento de Agustín Díaz Yáñez que se disolvió en cuanto se enfrentó a los textos de Arturo Pérez Reverte.Los productores de Lope debieron pensar que si los ingleses habían realizado un biopic desenfadado y exitoso como Shakespeare in love sobre el bardo de bardos, podían hacer ellos algo similar con nuestro insigne y prolífico Lope de Vega y glosar la juventud del monstruo de la naturaleza, capaz de componer un soneto en lo que se tarda en pestañear. Lope, la película, se centra en un periodo de la vida del autor de Fuenteovejuna anterior a su éxito como escritor, de cuando el poeta y dramaturgo malvivía componiendo sonetos amorosos por encargo, después de dejar la profesión de las armas, y se esforzaba para que le contrataran alguna obra en los corrales de comedias trabajando como negro literario para autores más conocidos, pero al guión le falta interés anecdótico ─nada de lo que le pasa a Lope es extraordinario ni merece ser reseñado ─, al realizador, pasión, y a los intérpretes, convicción para sentirse cómodos en ese escenario de nuestro pasado aceptablemente bien recreado, sin duda el mejor haber de la película. A este biopic del brasileño Andrucha Waddington sobre la figura de Lope de Vega le falta garra y buenas interpretaciones para que cale entre el público y Lope es una película que se ve con indiferencia absoluta. Ni Alberto Amman (que tan bien estuvo en Celda 211) convence encarnando al prolífico dramaturgo, ni Pilar López de Ayala y Leonord Watling, como sus amantes, dan todo de sí a pesar de que son muy buenas actrices, y hasta Luis Tosar, en su papel de fraile, y Juan Diego, como villano comediógrafo, están desubicados. Larga, prolija y sin sustancia resulta esta nueva incursión del cine español en el Siglo de Oro, una época que, en lo cinematográfico, nos resulta bastante esquiva.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Comentarios