CINE / CORAZÓN GIGANTE, DE DAGUR KARI
CORAZÓN GIGANTE
Dagur Kári
El
cine norteamericano había tratado los problemas de la obesidad mórbida en Precious, sin ir más lejos, un melodrama
del 2009 que se hizo con un montón de premios, entre ellos los Globos de Oro y los
Oscar. La obesidad mórbida y la marginación que padecen los que la sufren está en
el eje de esta pequeña gran película de una cinematografía emergente—De caballos y hombres, de Benedikt Erlingsson, mientras Sparrows de Rúnar Rúnarsson, la
ganadora de la Concha de Oro del último festival de San Sebastián, sigue sin
estrenarse—que es la islandesa.
Fúsi
(Gunnar Jónsson) es un solterón de
43 años que trabaja descargando maletas en el aeropuerto de Reykjavik, en
Islandia, aunque nunca haya viajado. Cuando no trabaja se reúne con su amigo
Mordur (Sigurjón Kjartansson) en el
sótano de su casa para jugar con maquetas bélicas que reproducen los escenarios
de la batalla de El Alamein de la Segunda Guerra Mundial, o con su pequeña
vecina Hera (Franziska Una Dagsdóttir)
en los ratos que está sola y busca la compañía de ese extraño adulto que en
realidad se comporta como otro niño. Su sobrepeso le hace objeto a Fúsi de
bromas pesadas y humillaciones por parte de sus compañeros de trabajo capitaneados
por Elvar (Thórir Saemundsson)—la ducha forzada;
la encerrona con una prostituta—, algo a lo que ya está acostumbrado y acepta con
resignación. Fúsi nunca ha estado con ninguna chica. Cuando Rolf (Arnar Jónsson), el novio ocasional de
su protectora madre Hera (Margrét Helga
Jóhannsdóttir), con la que vive, le regale por su cumpleaños unas clases de
baile country y un sombrero vaquero, conocerá a Sjöfn (Ilmur Krisjánsdóttir), una basurera con problemas psíquicos y
emocionales, que sueña con tener una floristería propia, y ella le insuflará
algo de esperanza en su desolada existencia.
Con
pocos elementos y escenarios (la casa de Fúsi, la de Sjöfn, las cintas
transportadoras de maletas, el sótano de ese amigo que es el único que lo
soporta…) Dagur Kári (París, 1973),
un islandés formado cinematográficamente en Dinamarca, construye este melodrama
equilibrado que huye de lo lacrimógeno y acerca al espectador a un par de seres
humanos, que los que están a su alrededor puede considerar como frikis (uno por
su sobrepeso; la otra por su disfuncionalidad mental) en una película que es un
canto a la tolerancia y una denuncia del bullying.
Sin
subrayados especiales, con movimientos de cámara precisos, unos cuantos
primeros planos (de los ojos algo bovinos, pero sin embargo extraordinariamente
expresivos, de Gunnar Jónsson, de su
parpadeo incesante) y el urbano entorno gélido de Islandia (filmaciones bajo
las borrascas de nieve), el realizador nos mete en esa historia protagonizada
por seres que la sociedad margina y consigue que empaticemos con ese pedazo de
buen hombre que es su protagonista, al que la naturaleza ha castigado con
muchos kilos de más.
Gunnar Jónsson
es un actor extraordinario que es capaz de transmitir dolor, desolación,
ternura, felicidad, humillación e ira con la mirada, un mínimo gesto, la respiración
fatigada o los andares de su corpachón. Su composición de un ser perdido al que
todo el mundo margina y del que todo el mundo sospecha (lo arrestan por el
simple hecho de ser amigo de la niña vecina y su padre lo tacha de pederasta)
es magistral y ha merecido los premios de interpretación de la Seminci de
Valladolid y del festival de Tribeca. Ese gigante, como dice el título de la
película en su estreno español, seduce con su corazón enorme en esta pequeña
gran película cuya humanidad está en proporción al peso de su protagonista.
Booktrailer EL HIJO DEL DIABLO
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