CINE / EL ABRAZO DE LA SERPIENTE
EL ABRAZO DE LA SERPIENTE
Ciro Guerra
La
coproducción colombiano venezolana finalista de los Oscar a la mejor película
extranjera, galardón que se llevó finalmente la húngara El hijo de Saúl, es un ejemplo claro de cine etnográfico más
próximo al documental que a la ficción, y su pretensión de ser un documento de
ficción cuando carece de su argamasa es el principal hándicap de esta película
formalmente bella, favorecida por una espléndida fotografía en blanco y negro,
pero absolutamente vacua de contenido.
A
través del chamán Karamakate (el actor Nilbio
Torres lo interpreta en su juventud, y Antonio
Bolívar, en la madurez), único superviviente de su pueblo, viajamos por la
Amazonía del pasado—la tensa relación de Karamakate joven con el explorador amazónico
alemán Theodor Koch-Grünberg (Jan
Bijvoet), visualizada en largos flash-backs—y la del presente—su encuentro con el científico
Richard Evans Schultes (Brione Davis),
que sigue las huellas del alemán y quiere conseguir la yakruna, una poderosa
planta tan en peligro de extinción como el chamán amazónico—en una historia
cinematográfica que quiere ser una denuncia de la explotación y destrucción
sistemática de la selva amazónica, pero está muy lejos de conseguir su
objetivo.
El
colombiano Ciro Guerra (Río de Oro,
1981) compone muy bellas imágenes pero es incapaz de hacernos empatizar con el
trío de su drama etnológico, sus tres personajes, el nativo y los dos europeos,
uno de los cuales, el explorador medio enloquecido Theodor Koch-Grünberg que
falleció de malaria en la Amazonia nos remite al Fritzcarraldo de Werner
Herzog.
Viendo
El abrazo de la serpiente uno echa de
menos otra película, esta de un brasileño, Héctor
Babenco, sobre el territorio amazónico y su contaminación por los pastores
evangelistas de Jugando en los campos del
señor, o incluso la inocente película de John Boorman La selva
esmeralda, ambas con mucha más sustancia que este documental disfrazado de
película de ficción que transcurre con
lentitud exasperante, como los tramos más plácidos del río de ríos.
Puede recordar El abrazo de la serpiente,
el alguno de sus tramos, a la excelente Tabú
del portugués Miguel Gomes, pero le
falta su halo poético.
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